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Novela

Desposesión de (casi) todo

La mallorquina Llucia Ramis narra una historia sobre corrupción, identidad y pertenencia en su última novela, Les possessions

Llucia Ramis.

La protagonista de Les Possessions busca dar con su pretexto existencial y el sitio que ocupa en una familia de la que es descendiente y en la que las tragedias se entrelazan con un elemento constante, la corrupción moral como consecuencia del ejercicio de poder, y que le hacen plantearse su papel y buscar respuestas a su lugar personal y profesional. La pluralidad de temáticas que abarca la novela (periodismo, trastorno mental, corrupción, poder, relaciones de pareja y parentales) podría fácilmente desembocar la narración en un totum revolutum. Sin embargo, al pasar las páginas uno se da cuenta de que el texto se lee con agilidad y de que Llucia Ramis (Palma, 1977), periodista de profesión, entrelaza todos esos elementos con sentido para configurar el engrama identitario e histórico de la narradora, como si de una autoficción se tratase, con múltiples juegos especulares que a cada momento van recogiendo los episodios anteriores y los presentes. En 1993, el abuelo de la narradora se mete en trapisondas económicas que lo llevan a la ruina, hecho que deriva en que su antiguo socio, arruinado, decide acabar con la vida de su mujer y su hijo, suicidándose después. Además, en el tiempo presente de la acción (año 2007), el padre de la protagonista, un profesor de instituto recién jubilado, se adentra en un bucle paranoico al ir tras la pista de los posibles usurpadores de sus tierras, mientras que las dos parejas antagónicas de la protagonista, ambos periodistas como ella, generan sobre ésta una constante disyuntiva acerca del grado de conveniencia e idoneidad de los vínculos entre humanos. Les possessions, libro galardonado con el premio Anagrama de novela en catalán, no habla de una corrupción en sentido macro, televisivo o alejado, sino con la cercanía de a quien el hilo narrativo le otorga un mayor grado de responsabilidad, dadas las acuciantes situaciones familiares; un compromiso que aun recordando la infancia, ese paraíso ya inalcanzable, la protagonista no puede abandonar. Para ello, utiliza Ramis un lenguaje claro, directo, sin grandes florituras, para dar con una composición acaso elegíaca pero no de suspense o thriller, como sin embargo sí reza la solapa del tomo. Y es que aquí lo delictivo y sangrante podríamos decir que es residual, una excusa para hablar de la propia identidad y de la posesión tanto física como emocional; de cómo acogemos a las personas y a las pertenencias y de cómo nos desprendemos de ellas todavía con mayor facilidad y con indiferencia, a sabiendas de que no volverán a pertenecerte. ¿Puede ser que en algún momento de la historia los personajes pasen de poseer a estar poseídos por la tragedia, la corrupción, la demenciación y el autoengaño? En definitiva, se halla el lector ante una novela merecedora del premio otorgado y que nos remite a dos temáticas actuales, como son la corrupción y los valores sociales, a nivel interpersonal y familiar, tan en crisis hoy en día.

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