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Cine

Del Averno a Wakanda

Luca Guardagnino y la idea del devenir en Call Me by Your Name

Del Averno a Wakanda

Asociamos el nombre de Heráclito a la idea del devenir y de la fluidez de la identidad de las cosas y las personas y, quizás por eso, aparezca de manera obvia en la película Call Me by Your Name. Pero, ¿qué pueden tener en común la novela homónima de André Aciman, James Ivory, quien la convirtió en guion de cine, y el trabajo de director de Luca Guardagnino con la fluidez de Heráclito? Mucho.

Esta historia y la manera en la que está contada parace reunir y celebrar todo tipo de devenires y fluideces. Detrás de lo que vemos con nuestros ojos en la pantalla está el propio escritor -Aciman- cuya ascendencia sefardí de origen turco y su vida en varios países le proporcionó una visión vital en la que la identidad se define por la capacidad de adaptación, de hablar varias lenguas en casa, de pertenecer a una minoría errante. El propio Guardagnino es hijo de padre italiano y madre argelina; y Ivory, además de esta adaptación, es uno de los cineastas que nos ha acostumbrado a difuminar los límites entre literatura y cine poniendo especial énfasis en la estética de la rebelión contra la represión social y erótica. Recordemos que del tandem Mer chant-Ivory salieron Una habitación con vistas, Regreso a Howards End, Maurice y Lo que queda del día, por ejemplo. Por su parte, Call Me by Your Name se considera la tercera película de la "trilogía del deseo" de Guardagnino (después de Io sonno l´amore y A Bigger Splash, ambas privilegiando el deseo por encima de las convenciones sociales).

Delante de nuestros ojos está la historia de Elio y Oliver. Un joven multicultural de diecisiete años que despierta a su deseo erótico y se enamora perdidamente (como solo se hace la primera vez) de un estudiante graduado de veintipico años. Elio es italiano de familia judía y habla en casa varias lenguas: en francés con su madre, en italiano con los locales, en inglés cuando cuadra; toca el piano y transcribe al pentagrama la música que escucha en su ipod, lee asiduamente y tiene una relación cariñosísima con sus padres. Oliver viene de los Estado Unidos y aparece en la casa de la familia de Elio para pasar el verano ayudando al padre con sus investigaciones arqueológicas. Hasta aquí datos relevantes, proposiciones informativas que apenas tocan lo que es de verdad la película y cómo nos afecta. Todo en ella está al servicio de nuestros sentidos, no solo la vista: la música clásica de John Adams y las baladas de Sufjian Stevens, a veces como fondo, a veces como parte de lo que toca Elio, articulan los sentimientos y actitudes de los personajes e, inevitablemente, tocan y modulan nuestras emociones; el agua de la alberca en la casa de campo, los ríos y lagos en los que se bañan los protagonistas son el locus amoenus del tacto amoroso; incluso el hallazgo de una estatua clásica en un lago se convierte en un renacimiento de la belleza corporal masculina; los albaricoques y melocotones del jardín son simplemente frutas de verano pero también tienen la calidad de un cuadro de Cézanne y reminiscencias del jardín del Edén; la casa de la familia de Elio está llena de puertas y ventanas abiertas para que fluya el aire, la luz y las personas. Esta manera de cultivar las sensaciones sin límites, apoteosis de la sinestesia, no está al servicio únicamente de placeres sensoriales (los de los personajes y los nuestros) sino también al de nuestro entendimiento de la relación amorosa y erótica entre Elio y Oliver, esa fusión ya implícita en sus nombres y destacada en el título mismo de la película. Si no hay límites entre nuestros sentidos, tampoco los hay en cuanto a quién es el objeto del amor. En ese lugar, entre todos los personajes, priman los sentimientos sobre cualquier convención.

Se dice que habrá una segunda película siguiéndole los pasos a Elio y a Oliver años después. Si, como dice Machado en su vena más heraclitiana, "todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira; cambian la mar y el monte y el ojo que los mira", la historia ya no podrá tener la frescura del descubrimiento ni para Elio ni para nosotros. Nos ofrecerá otras sensaciones.

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