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Música

Más música que fútbol

El himno que se utiliza en la Champions League, proviene de una obra de Georg Friedrich Haendel, en concreto de su Anthem Zadok the Priest

Música i esport.

La asociación de orquestas alemanas ha hecho público un estudio sobre la asistencia a sus actividades, a lo que consideramos el sector de la música clásica en su conjunto, y los datos que se recogen en la prensa alemana son sorprendentes por el volumen que manejan. Es curiosa, además, la comparativa que realizan entre los asistentes a los partidos de fútbol de la Bundesliga y los que acuden a las actividades que se engloban en la música clásica. Más de 18 millones de personas respaldaron con su asistencia al sector clásico frente a los 13 millones que se decantaron por los partidos de fútbol. Nada menos que un cuarenta por ciento de diferencia con respecto al deporte rey.

Sería muy interesante que estos datos también se contrastasen en nuestro país puesto que estoy seguro de que tendríamos resultados muy interesantes. Aunque el caso alemán es digno de estudio por la enorme capacidad que está demostrando el sector para renovar público en su apuesta cultural decidida y con notable apoyo político y social. Un ejemplo: habitualmente vemos a la canciller alemana asistir a la ópera o a conciertos. Si esto sucediese con el presidente español sería un verdadero acontecimiento. El actual inquilino de La Moncloa parece vivir en un mundo aparte totalmente ajeno al hecho cultural y no dudemos que esa desidia se contagia.

La relación de la clase política española con la música clásica, y con la cultura en general, roza lo patético y es fiel reflejo de un sistema educativo que ha arrinconado a las humanidades. Es muy difícil superar esa marginación y, a medio plazo, tendrá consecuencias severas por la falta de conexión de la sociedad con las disciplinas artísticas.

Otra característica alemana en particular, y de la Europa civilizada en su conjunto, es la de la estabilidad de los procesos culturales. Existe un consenso político que da garantías para trabajar a largo plazo en las diferentes propuestas permitiendo la planificación de los sectores estratégicos y que las nuevas ideas se vayan consolidando con tiempo.

Los procesos culturales requieren de un largo camino. Las improvisaciones y los vaivenes son letales para su desarrollo. Y aquí entra de lleno el modelo español aficionado al cambio continuo, a la negación de los proyectos que funcionan si en su momento los impulsó otro partido y demás lindezas de este calado.

En Alemania se sigue trabajando en la construcción de nuevas infraestructuras -la Pierre Boulez Saal en Berlín o la Elbphilharmonie de Hamburgo son dos ejemplos señeros- pero no se trata de una obsesión por el ladrillo musical. Los equipamientos recién levantados tienen ya vida planificada a través del trabajo en los mismos de formaciones residentes y de ciclos de orquestas y solistas invitados. Frente a esto, el modelo español asusta, con un montón de auditorios que apenas presentan programación y que tienen sus salas cerradas la mayor parte del año. Son infraestructuras vacías, sin apenas aporte ni cultural ni económico.

El ejemplo alemán no es, por tanto, algo improvisado a base de ocurrencias que se modifican cada pocos años. Se trata de un proyecto en el que la música se defiende como elemento patrimonial del país, desde una perspectiva de horizontes amplios y con ambición de servicio público.

El país germano es el mejor exponente del acercamiento de la cultura a la ciudadanía y las partidas presupuestarias de las administraciones tienen muy en cuenta el coste económico que hay que aportar para que estas actividades posteriormente tengan la adecuada rentabilidad social, ajena a la mera ley del mercado que, sin elementos correctores, supondría una barrera económica importante en el acceso a los proyectos culturales.

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