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Cine

HAL vive

Medio siglo después de su estreno ¿la odisea espacial de Stanley Kubrick sigue siendo una obra maestra?

Fotograma de la película ´2001 una odisea en el espacio´ de Stanley Kubrick.

El centinela. Unos astronautas humanos descubren en la Luna un monolito de un misterioso material. Lo tocan, no pasa nada. Intentan rascarlo, imposible. Intentan picarlo, ídem. Van probando hasta que logran reventarlo con una bomba nuclear. El narrador especula que al hacerlo han activado una radiobaliza colocada por extraterrestres, para alertar de que los humanos disponen ya de esa capacidad destructiva.

Esta es la sinopsis del relato de Arthur C. Clarke que, desarrollado a medias con Stanley Kubrick, formó la base del guión (y novela paralela) de 2001, una odisea del espacio. El tema de fondo lleva siglos runruneando en la mente de los terrícolas. ¿La inteligencia es exclusivamente humana? ¿Hay inteligencia -ergo vida- en otras galaxias? ¿Nuestra inteligencia -y la de los primates precursores- es espontánea o pudo venir de fuera?

Un segundo tema, que en los años sesenta provocaba creciente interés, es el de la inteligencia artificial. Si las máquinas, los ordenadores, serían capaces de igualar y superar a la de los humanos.

Respuesta. 2001 sigue siendo una obra maestra, no sólo de la ciencia ficción, porque se adelantó varios años, por pura intuición de Clarke y Kubrick, al concepto de inteligencia emocional. Se acusa a la película de que los actores son envarados y tiesos. Eso es deliberado, el cineasta juega con ese contraste, astronautas gélidos y una máquina, supuestamente perfecta, caprichosa y emotivamente despendolada.

Al hipotetizar, intuir, que las computadoras podrían llegar a controlarnos emocionalmente se fijaron en la IBM de entonces. La profecía se ha cumplido por otra vía, los algoritmos de Google, Facebook o Tinder a los que ahora comenzamos a verles la patita.

Vuelvo con el monolito. En el tercer acto de la película el astronauta superviviente y el monolito se vuelven a encontrar cerca de Júpiter y el primero sufre una regresión física. Para algunos es un desbarre sin pies ni cabeza; otros (Roger Ebert), entendieron que en el momento en que la humanidad tome conciencia de su lugar en el cosmos renacerá como una especie más evolucionada, igual que lo hizo cuando nos separamos de los primates. El monolito (regreso a primera persona) es ambiguo en ese sentido; puede ser un objeto, una radiobaliza de alarma de otra civilización como el relato original, o sólo direccional, una materialización de algo intangible para guiar al espectador.

Corten. Intermedio. Dramatis (metafórico) personae.

Arthur C. Carke. 2001 le garantizó una pensión vitalicia en el Parnaso de la ciencia ficción. No tuvo un talento como escritor tan desbordante (cito a John Clute) como Robert Heinlein, pero superó, no forzó su habilidad para venderse, a Isaac Asimov.

Stanley Kubrick. Hay dos argumentos muy sólidos para considerarle el mejor cineasta de todos los tiempos:

a) Dirigió sólo doce películas, todas muy alabadas y de géneros dispares. Ciencia ficción (2001, La naranja mecánica), comedia político-bélica (Teléfono rojo), histórico de varias épocas (Espartaco, Barry Lyndon), thriller (Atraco perfecto, El beso del asesino), terror (El resplandor), drama con trasfondo sexual (Lolita, Eyes wide shut) y bélico (Senderos de gloria, La chaqueta metálica).

b) Era un control freak. Participaba absolutamente en todo, desde el guion hasta el maquillaje. Y aunque tuvo un ego (y mal genio, por lo que cuentan) desatado, fue muy inteligente al rodearse de los mejores especialistas de cada área. En guiones compró a Nabokov, Thackeray, Stephen King, Anthony Burgess o Arthur Schnitzler; y adaptó sus obras con escritores menos conocidos pero de fino talento como Terry Southern, Dalton Trumbo, Jim Thompson o Michael Herr.

Douglas Trumbull. Interesante director (Naves misteriosas, 1972) y excelente técnico de efectos espaciales (Blade Runner, Encuentros en la tercera fase, Star Trek -1979-, además de 2001).

Trumbull era uno de los asistentes más cualificados de un equipo numeroso de especialistas de fotografía y efectos especiales. Un recordatorio adicional es que en aquella época la animación por ordenador era no nata, ni siquiera existía todavía. Todo son maquetas y efectos o manipulaciones con el celuloide. El que esos efectos no parezcan totalmente desfasados a día de hoy, el que logren mantener parte de la fascinación que provocaron entonces, es un inmenso mérito.

Arne Jacobsen. Otro ejemplo más del puntillismo del cineasta. La cubertería que utilizan los astronautas es un estilizado producto de este afamado arquitecto y diseñador industrial. (Y adquirible todavía, por cierto).

Richard Strauss. Así habló Zarathustra ha pasado a la historia del cine asociada a los monos que descubren/inventan las primeras armas. De otro Strauss (Johann hijo) es el Danubio azul con la estación espacial girando lentamente por el espacio y la nave lanzadera arrimándose a ella. A la banda sonora hay que añadir etéreos temas de Ligeti o un ballet de Aram Khachaturyan. Enésimo latigazo de talento por Kubrick, música del siglo XIX para imaginar el XXI.

The end.

En ningún lugar está escrito que maestría implique perfección inmaculada. El segundo acto de la película se explaya en incontables detalles, ahora obsoletos, de la estación espacial. El autogolpe de estado de HAL es rápido, se podría haber estirado más. O se podría haber explorado la trama de los tripulantes hibernados (sin entrar en terreno Alien). Sin embargo el conjunto, el tema, la sutileza y perfeccionismo latentes y patentes, el primer, tercer y varios momentos del segundo acto mantienen toda su fuerza. Por eso sostengo, mantengo, 2001 sigue siendo una obra maestra.

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