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Poesía

Diego Sabiote: Clarividencia humana en busca de lo trascendente

El poeta, filósofo y teólogo Diego Sabiote enmarca en Alcanzar la costa su condición geográfica y de búsqueda

Diego Sabiote.

Abraza Diego Sabiote (Macael, Almería, 1944) la vida como regalo, como la acoge y otorga el agua que empuja para Alcanzar la costa. En la orilla, donde el mar marca el recorrido de las gaviotas, aguarda el poeta con una antología (Premio Literatura Granada Costa 2017) que pone el foco en la desolación del desvalido y que con recurrencia busca cobijo en el estadio divino. Doctor en Filosofía y licenciado en Teología, su creación poética da respuesta a su engranaje geográfico-vital: el mar (desde 1975 reside en Mallorca, de cuya universidad es profesor emérito de Filosofía) y el desierto almeriense (a los diez años ya trabajaba en una cantera). Desierto, como sinónimo de soledad y sosiego, hallado en los monasterios de Poblet o Solius, donde el poeta busca "tras la coraza de las montañas, de los valles / y las zarzas" y sigue exclamando: "...el vuelo de las aves / hasta donde alcazan mis ojos, / y pregunto a las últimas nubes / qué ha de esperar mi alma / cuando la luz se vaya".

Sin dejar de pensar en el sujeto de las fatigas, el ser del sudor y de las lágrimas, incomprendido y abandonado en ocasiones, Sabiote también necesita -en un ejercicio de superación y trascendencia- huir de los hombres y de su propia sombra: "Con los pies y manos mojados / y cuajados de frío y desengaño, / me puse en camino /en busca de Dios. Cansado, / y en tan largo viaje, un día / Dios mismo me salió al encuentro / y me aconsejó desandar el camino". La desolación le llega también al autor cuando se da cuenta de que su poema más querido, ese difícilmente traspasable de la mente al papel, nunca verá la luz; algo que invitaría a acompañar los paseos, viajes o tribulaciones varias siempre con un cuaderno de notas.

En el poema "Hoy busco mi procedencia", se refiere a su pasado, a los días de mina, sol y rozadura. "El aire que brota de esta montaña...es un aire de olor / a trabajo, sudor y llanto / de adolescente esclavitud". Y de ahí evoca a su amigo Pepe Fernández (como Miguel Hernández le escribiera a Ramón Sijé), con un homenaje por su óbito en 1993: "Una piedra homicida / segó tu vida / de una dentellada". Mientras, in memoriam a José María Valverde, nos remite el pensador a un bosque saqueado, donde "ya no hay memoria de los que vivieron / y nos dejaron, ni siquiera / para los que caminan, / con el corazón roto, a nuestro lado". Asimismo, critica el artífice que "ya no hay lugar para lo sagrado, / ni para el encantamiento", haciendo un buen uso del verso renacentista encabalgado en "ni para el Dios / revelado y encarnado. / Todos los paraísos del diurno sueño / han sido esquilmados y arrancados"; aunque en "Corazón roto" remarca en verso-coda que "un santo nunca abandona el tajo".

El tiempo ha pasado y nos encontramos con un poeta-abuelo que durante las vacaciones de estío se refugia en el pinar más cercano ("su cuerpo es un saco de fatiga, / mas su rostro es sol, luz / y serena canción / de crepúsculo y de pájaros"), pero con vitalidad férrea: "El cielo sabe esperar. / Mientras vivas, camina, / y que tus pasos abran senderos / por donde, sin temor, puedan transitar / los mortales con su rostro más dulce / de inocencia, de piedad y de gloria". Y, con todo, el florilegio de poemas -cuya pequeña crítica pueda ser el uso de la letra cursiva que encabeza cada página- contiene un capítulo amplio de imágenes de la vida del autor, un pentagrama hecho poema y varios artículos de críticos, teólogos, profesores o articulistas; como Camilo José Cela Conde y Francisco J. Díaz de Castro, colaboradores habituales de Diario de Mallorca, que quieren reconocer la valía del creador. Por su parte, Díaz de Castro asegura que muy a la manera juanramoniana, Sabiote "sabe verter simultáneamente en la belleza del mundo la plenitud y la tristeza del vivir", dando una significación más perdurable a la primera.

La poesía, aun siendo la actividad más peligrosa e inocente para Diego Sabiote, es más que palabra en el tiempo, es su brújula, su destino; el lugar donde el poeta recrea su mundo íntimo y trascendente, como si de un diálogo constante con Dios se tratara.

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