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IN VINO VERITAS

Una de geniales beodos

Alcohol y Literatura, de Javier Barreiro, ofrece un panorama sobre la constante relación que los escritores han mantenido con la bebida, además de recorrer la historia de los productos fermentados y destilados por el hombre

Errol Flyn.

Javier Barreiro recoge en Alcohol y Literatura (editorial Menoscuarto) la constante relación que los literatos han mantenido con la bebida desde la antigüedad hasta día de hoy. El autor, natural de Zaragoza, dibuja un recorrido pasando por el contenido 'ebrio' de las obras, así como por la vida misma de los creadores, no limitándose solo a la literatura, sino también a nombres del cine o la pintura.

Se trata de un tomo útil por dos motivos. El primero porque el lector puede comprender mejor todo lo que concierne al significado de una obra al conocer en detalle las fobias y adicciones de los escritores cuyas obras tienen o tendrán entre manos. El segundo, en principio de menor peso, porque quien se asome a sus páginas podrá intentar vivir algo más tras haber rechazado según qué prácticas alcohólicas. Es en este sentido que Barreiro recuerda que beber es "placentero, pero puede perjudicar y llevar a cometer actos inqueridos y violentos". Entonces, "ilumina y embrutece; hace más humano y más salvaje". Es, sin duda alguna, "pura contradicción".

Si nos ceñimos a la jerarquía, Edgar Allan Poe, quien a su segundo casamiento se presentó absolutamente borracho, ocuparía el primer puesto, siendo tildado por Barreiro como "el patrono de los escritores beodos". Por su parte, Verlaine y Rimbaud se han convertido para el gran público en los dos mitos del ajenjo, de la absenthe de la bohemia parisina finisecular (siglo XIX).

Francisco de Quevedo, que dedicó al vino varias de las más hermosas composiciones poéticas, le brindó a esta bebida un soneto en el que aclama: "Liendres de la vendimia: yo os admito / en un gaznate, pues tenéis por soga / al nieto de la vida, licor bendito". Mientras, en la Vida y hechos de Juan Goytisolo se bebe "hasta tente, bonete", expresión que alude al gesto del bebedor que, tanto inclina la cabeza hacia atrás para tragar el líquido elemento, que ha de advertir al bonete que debe permanecer en su sitio contradiciendo las leyes de la gravedad.

Sea cierto o no que la literatura se halla en el interior de una botella, sí es en el Romanticismo, "con la aparición de la figura del artista como ser privilegiado, como receptor y transmisor de una indefinible sabiduría estética que lo acerca al brujo, al chamán o al demiurgo", cuando el problema de la relación del escritor con el alcohol comienza a tomar protagonismo. "El romántico bebe para llegar a una dimensión superior y alcanzar con más intensidad el ideal inaccesible", asegura Barreiro.

Sin embargo, otros acceden a la bebida con actitud de bon vivant, de un modo snob o aristocrático, "aunque sea una aristocracia de la inteligencia". Entre ellos, destaca Barreiro a Carlos Barral, Juan Benet o Truman Capote. A todo ello, Tiempo de silencio (1962) cuenta también en su relato con una borrachera que está a punto de signar el destino del protagonista. Y también ha lugar a mencionar las admiraciones que la ingesta provoca: T.S. Eliot no dejaba de admirar a Leopoldo Panero por la cuestión de empinar el codo.

Jaime Gil de Biedma y José María Valverde dejaron huella en su poesía de las delirantes cogorzas que se cogía Gabriel Ferrater, para quien el alcohol había constituido "un elemento controlador del tiempo". Lamentablemente, se quitó de enmedio antes de tiempo. Para Gil de Biedma, quien reconoció "que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde", beber se fue convirtiendo en el "modo de escapar de una realidad cada vez más ingrata".

Jack Kerouac necesitó desde joven del alcohol y las drogas para matar su sensibilidad. Su obra Big Sur (1962) nos habla de su violenta intimidad con la bebida. "Tras 26 transfusiones de sangre, murió en 1969 por el estallido de las varices del esófago", comenta Barreiro. Vivía en la inmundicia, tragando diez medidas de whisky rebajadas con cerveza cada hora.

En el cine también ha habido figuras que han empinado el codo de forma considerable. En Mallorca, Errol Flynn era conocido a mediados del siglo pasado por sus tardes ebrias recostado sobre la barra del Hotel Bon Sol de Illetas. Ligazón hay también con el alcohol y las estadísticas. De ellas se extrae que las depresiones y neurosis son mucho más frecuentes entre escritores que entre músicos y pintores. Igualmente, el alcoholismo tiene una incidencia tres veces mayor en los creadores de textos. Sea como fuere, sepan que en 2015 la bebida destilada más consumida en España fue el whisky (26%), seguido por la ginebra (20%), que en pocos años ha acortado distancias. Ustedes sabrán...

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