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Tinta fresca

Palabras que pueden destruir

Cristina Redondo Alonso forja con ´Aspereza´ una conmovedora novela sobre la belleza de la fragilidad

Palabras que pueden destruir

Fragilidad. Qué bella e inquietante palabra. Aspereza. Qué inquietante y bella palabra. La escritora Cristina Redondo habla de la primera en una novela que tituló con la segunda. Busquémosla en el texto: "Me siento en la silla, cojo un papel, y escribo una palabra que pueda destruirme. Aspereza".

¿Cómo surge la idea de una novela? ¿Cómo nace la necesidad imperiosa de contar una historia, dibujar unos personajes, viajar por paisajes imprevisibles? "Sabía que se llamaba Olivia. Que la habían echado de casa. Que las últimas palabras que recordaba de su hermano eran ¡que te jodan, Olivia! -poco antes de que ser expulsada para siempre del salón de la casa familiar-, y que su manera de hablar era parecida a la metralla, rápida y a discreción. Poco más supe al principio€ De alguna manera Olivia iba dictando su propia historia al ritmo que se le antojaba aunque siempre tuve claro el tono con el que debía abordarla".

A veces sucede algo extraordinario: "El personaje es tan potente (o insolente) que modifica la voz del autor para contarse bien a sí mismo. Y no es que se trate de una posesión paranormal, en absoluto, es que se establece una convivencia maravillosa entre el personaje y el escritor que acaba en matrimonio o en divorcio definitivo. Imagino que saben de lo que les hablo€ nos sucede lo mismo con muchas personas en la vida real".

Le han dicho, "y creo que es verdad, que la lectura de las primeras páginas de Aspereza recuerdan al plano secuencia de una película. Sucede todo muy deprisa, sin interrupciones, cortes o pausas. Ese ritmo determina la narración de esta novela, seguramente porque Olivia tiene prisa, corre, tiene prisa, busca, se equivoca, tiene prisa, se destroza a sí misma, tiene prisa, boicotea todo lo que tenga que ver con el amor, tiene prisa. Pero cuando se detiene es hermosa y se acerca a la vida con determinación manifiesta. Quiere vivir, liberarse de un secreto familiar que lo cambió todo de un modo absurdo. Quiere entender quién es ella en su familia, reconciliarse con una infancia dominada por el magnetismo de una madre inestable y un padre ausente. Lo quiere todo. Y para eso recorre las noches de Madrid pervirtiendo las horas con cualquiera, o se marcha a Los Ángeles para trabajar en un club donde abundan las risas, las luces y las sombras".

La comenzó en Canadá: "Necesitaba marcharme un tiempo y trasladarme a un lugar en el que no tuviera referencias ni distracciones. Me concedí el regalo de la escritura, con algunos ahorros y mucho esfuerzo, créanme, y establecí una disciplina diaria que consistía en escribir, leer mucho y pasear". Recuerda jornadas largas "de pura inspiración. Recuerdo otras de puro desasosiego y desconcierto. Esta novela tiene mucho de Vancouver, del restaurante japonés que aparece en la novela, los rascacielos de perfil azul acerado, o del salón en el que Aline y Olivia compartían sus escasas conversaciones. Recuerdo estar sentada tomando café en un Starbucks, levantar la cabeza y mirar a un chico con abrigo largo entrar al local y pensar que aquel sería el final de Aspereza". También recuerda "cortarme el pelo drásticamente en una peluquería china, o los extraños gatos de mis caseros canadienses que tuve que cuidar un par de días, pero eso es otra historia y no quiero despistar".

CRISTINA REDONDO ALONSO

Aspereza

CATEDRAL, 267 PÁGINAS, 17,57 €

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