Diario de Mallorca

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Crónica

Verde luz de las estepas

El viaje por Kazajistán y Siberia de Brigitte Reimann, una mezcla de relato de aventuras y radiografía política

Retratro de Reimann.

El viaje ha sido a menudo una excelente excusa y un feliz escaparate para que el escritor obre como testigo. Su mirada, sobre el papel más fina y entrenada que la del espectador medio, invita a esperar una aproximación diversa a la que la regla impone. Poco importa el punto de partida desde el que el relato avance. Como poco importan la proximidad o lejanía, la sobriedad o exotismo de la meta que se visita. Se han hecho crónicas extraordinarias desde el prisma del destino mayúsculo, como en el caso de las estancias de Gide en la Unión Soviética, Pla en Israel o Michaux en Asia, pero también conocemos frutos memorables construidos sobre el dominio de la más aparente frivolidad. Y ahí descuellan, por ejemplo, los textos que David Foster Wallace dedicó a los cruceros de la tercera edad o al Festival de la Langosta en Maine. Espacios de análisis para la política ficción, lugares santos, países levantados sobre mentalidades inconmensurables o tabernáculos del kitsch más brutal, el viaje, en definitiva, sigue siendo el viajero.

En el verano de 1964, Brigitte Reimann, la malograda autora de Los hermanos y de Franziska Linkerhand, fue invitada a conocer Kazajstán y Siberia como cronista de la Comisión de Juventud del Comité Central del Partido Socialista Unificado de la República Democrática Alemana. En aquel viaje de confraternización, los camaradas soviéticos mostrarían a sus correligionarios de la Alemania del Este los frutos de su tarea en algunas de las regiones más desoladas y adversas del inmenso territorio de la Unión. La inmersión en los frutos educativos, económicos y tecnológicos de un comunismo que, como sus protagonistas manifestaban con orgullo, se estaba construyendo "lejos de Moscú" es, pues, el nutriente del relato de Reimann en La verde luz de las estepas. Reimann, que fue siempre una figura incómoda para las autoridades de su país, propone una crónica que huye de la hagiografía, pero que no por ello elude el optimismo, y que, entre líneas, y como suele suceder entre tantos escritores viajeros, al iluminar una realidad ajena, arroja luz también sobre la propia. Quizá, en definitiva, todo relato de viaje no sea otra cosa que una larga carta que se envía a casa, el lugar que uno ha dejado y al que regresará tarde o temprano. No parece que Reimann haya traicionado esta nostalgia inherente a todo desplazamiento.

Su trabajo posee algo del sabor de los libros de aventuras (la naturaleza abrumadora, las magnitudes inabarcables, el enigma asiático), mezclado con la radiografía de la realidad política (la vida en el sovjós, la estatura científica del gigante soviético, los engranajes de un socialismo que intentaba dejar atrás la ominosa herencia estalinista) e impregnado del gusto novelístico por el desarrollo del personaje, como sucede en especial al retratar a los pioneros Marchuk y Gainulin, arquetipos encarnados de ese Nuevo Hombre al que Reimann trató con entusiasmo, esperanza y un rigor no exento de ternura en esta pequeña epopeya de cierta colectividad jubilosa.

BRIGITTE REIMANN

La verde luz de las estepas

Traducción de Ibon Zubiaur

ERRATA NATURAE, 208 PÁGINAS, 16,90 €

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