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Cómic

Tíos con tetas

Jules Feiffer es uno de esos extraños casos de autor a quien todo el mundo cita y nadie parece haber leído. Yo al menos no. Ahora, casi nonagenario, firma una novela gráfica que acaba de ser traducida al español

Tíos con tetas

Feiffer nos acompaña desde los tiempos de El Globo y Zeppelin, revistas míticas que recuperaron tebeos clásicos y empezaron a hablar del medio con cierto rigor. Allí aparecían sus viñetas, o mejor sus tiras de dibujos sin marcos. Una de las características de su trabajo, además de la repetición, era la ausencia de líneas que separasen una viñeta de la siguiente. Luego volvimos a encontrarlo en las primeras enciclopedias del cómic, como la de Toutain, donde se nos explicaba que el trabajo de Feiffer reflejaba "la neurosis del hombre contemporáneo". Leía sus chistes, si se les puede llamar así, y tenía que dar la razón a los comentaristas. Todo eran diálogos deprimentes sobre deseos no cumplidos y sueños insatisfechos. Pero el tío tenía estilo, eso no se podía negar. Un dibujo rápido y como abocetado y una absoluta economía de medios. Con el tiempo descubrimos más cosas sobre el misterioso Feiffer. Como que escribió los guiones para el viaje a la Luna con Spirit que dibujó Wood cuando Eisner ya estaba cansado del personaje. Feiffer se había formado en el estudio del maestro, heredando de él la expresividad y soltura de los personajes. Mucho más tarde lo encontramos firmando el guión de la abominable Popeye del no menos abominable Altman. Según parece también firmó guiones para Resnais.

Cuando ya pensamos que se quedaría para siempre en la misma alacena que Dave Sim o Gerry Trudeau, tipos-de-los-que-todo-el-mundo-dice-que-son-geniales-pero-sospecho-que-no-lo-son-tanto, inesperadamente se publicó en España El hombre del techo (Anaya, 2001), una novela suya con muchas ilustraciones y algunas series de viñetas. No fue especialmente reveladora. Lo recuerdo como un trabajo correcto, pero no brillante. Porque ese es el asunto. Nadie lo ha adjetivado de artesano o de buen profesional, no, los piropos siempre han ido de genio para arriba. Y claro, con esos precedentes, su lectura siempre ha sido un tanto decepcionante. En 2005 Astiberri publicó Munro, otra obra bienintencionada pero sin garra.

Ahora nos llega esta ambiciosa novela gráfica. Gran formato, libertad absoluta por lo que se puede deducir de la cuidada edición, que viene cargada de comentarios elogiosos de Gaiman, Ware, Spiegelman y hasta de Stan Lee. Lo primero que llama la atención es el dibujo. Como siempre pero un poco menos elaborado, si ello es posible. Se lee al límite de la tolerancia, con esa sensación de "me están tomando el pelo". Pero digamos que en la primera parte puede llegar a olvidarse el grafismo y que en el balance final no es con mucho lo peor. He visto cosas más horrorosas que esta especie de rotuladores usados y aguados que emplea el dibujante.

No, lo peor es el argumento, que no llego a entender cómo alguien puede tomarse en serio. Otra vez, la primera parte es muy diferente a la segunda, con el salto a Hollywood. Digamos que Feiffer tiene cierto crédito y, aunque pone en escena a personajes difíciles de diferenciar, lo seguimos (o lo intentamos, al menos) en esa suerte de novela negra muy desquiciada con que arranca el relato. Pero el crédito se disipa rápidamente en el segundo bloque. Años después, los protagonistas del primer acto se han trasladado a Hollywood. Además, entran en escena nuevos héroes, como ese galán con bigote y de misteriosa personalidad que le hace sombra al protegido de la madre que da título a la obra. Situarse y recuperar el hilo del relato es casi imposible. Luego viene el enloquecido viaje a la selva, con los soldados que están en primera línea. Todo sale mal y hay un reparto de balas para todos.

En el absurdo final se descubren hermanas desaparecidas, ellos resultan ser ellas (aunque eso no es óbice para el amor) y todos hablan y hablan. Digno de la más infame telenovela venezolana. Y que me disculpen los pobres venezolanos. Todo es melodramático e impostado y el conjunto es plomizo y abrumador, sin ningún interés. Seguro que Almodóvar haría una gran película con este material. Pero yo nunca iría a verla.

JULES FEIFFER

Matar a mi madre

SAPISTRI, 148 PÁGINAS, 26,90 €

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