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Tinta fresca

El forastero andante

El forastero andante

El pequeño "boom" de la literatura con raíces profundas de "western" que estamos disfrutando gracias al empeño de editoriales como Valdemar o Galaxia Gutenberg tras décadas de ninguneo recibe un impulso decisivo con la publicación de Ciudad fantasma. Robert Coover, autor de joyas como Azotando a la doncella, Sesión de cine o La fiesta de Gerald, no da un rodeo para evitar los lugares comunes del género, tan extendidos en la memoria colectiva gracias al cine. Es más: al igual que hiciera otro gigante de las letras que utilizó el género como marco donde desarrollar una inmensa cartografía humana, Oakley Hall, utiliza los arquetipos para derribarlos y reconstruirlos con una prosa en la que la precisión se lleva de mil maravillas con el lirismo y tiene la sátira siempre a tiro. Por si el ocaso llega. Por supuesto, Coover no da la espalda a los tiroteos y las peleas, hay jinetes solitarios que atraviesan la línea del horizonte, prostitutas tintineantes de corazón de oro, mujeres de mirada limpia y mujeres de voz hechicera, ahorcamientos... Y todo cobra vida en escenarios que conocemos al dedillo: las calles donde cada esquina esconde un peligro, las barras del saloon donde el alcohol puede convertirse en sangre, los inmensos desiertos. Hay robos, hay dilemas morales y amorosos, hay acción (a cámara lenta, cuidado) y hay emoción (a distancia, faltaría más).

A diferencia de Hall, Coover no se extiende en su narración acumulando peripecias y describiéndolas hasta el menor detalle. Su estilo es más impresionista y su ritmo más pausado, se demora para que la prosa adquiera una cadencia musical que obliga al lector a estar pendiente de cada palabra: hay mucho que rascar en ellas. "Horizonte sombrío bajo un cielo vidrioso, desierto raso, matas de salvia, maleza, cerro lejano, jinete solitario. Es un territorio de arena, peñascos resecos y cosas muertas. Y él lo está cruzando". Así empieza todo. "Está curtido, quemado por el sol, y es tan viejo como las colinas. Pero no deja de ser un crío. Nunca será otra cosa". Ahí tenemos a nuestro forastero. Listo para entrar en la vorágine de lo imprescindible en un territorio donde la épica siempre lleva pegadas sombras de miseria, crueldad y odio. Pero Coover, como saben bien sus lectores, es un autor que se deja llevar a menudo por el humor. No un humor convencional o resabiado sino juguetón, al borde mismo del absurdo sin acechar la parodia. Lo que hizo Coover con el género negro en Noir (demolición de clichés) se extiende ahora al "western" y además le aplica un barniz surrealista de tintes buñuelianos (El angel exterminador, para entendernos). Tampoco debemos extrañarnos si el eco de Kafka resuena por ahí. La trama no importa. Es como una ruleta: la rueda gira y gira y no sabes donde caerá la bola hasta que Coover lo decide. Por supuesto, hace trampas porque es un escritor con vitola de tahúr (recordemos lo que hizo con la Bella Durmiente en Zarzarrosa). Al igual que Cormac McCarthy con Meridiano de sangre, Coover atraca el género no para llevarse el botín sino para disfrutar con la osadía. ¿Estaría pensando en Cervantes y su forastero andante cuando se lió la manta a la cabeza?

ROBERT COOVER

Ciudad fantasma

Traducción de B. Gómez Ibáñez

GALAXIA GUTENBERG, 224 P., 21,50 €

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