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Salud

Decisiones difíciles

Decisiones difíciles

Estoy sorprendido de lo bien que funcionan las videoconferencias. No me podía imaginar que desde mi casa, a la hora prevista, me podía conectar a una mesa redonda donde los diferentes ponentes desde diferentes partes del mundo exponen su tema apoyados por imágenes, mientras los asistentes escuchamos y vemos con nitidez a la vez que podemos intervenir, bien escribiendo un comentario que todos vemos o pidiendo la palabra. La proximidad virtual es impresionante y eficaz. Me dicen que en las universidades, supongo que también en los colegios e institutos, los profesores hacían sus clases mientras los alumnos asistían desde sus casas participando tanto como lo hubieran hecho en el mundo real, o quizá más dada la posibilidad de escribir una duda, reflexión o pregunta. Pero en la educación, sin la presencia real, sin el intercambio casual, sin la proximidad, sin la mezcla, sin la transmisión casi irracional, se pierde mucho. Y mucho más en la educación infantil.

Ahí es donde el problema de luchar contra los contagios se agudiza. Por eso se estrujan los sesos los expertos. Hace unas semanas un grupo israelita dedicado a los modelos matemáticos diseño el llamado 10-4: diez días todos en casa, cuatro días todos en clase. Con eso tratan de salvar el escollo de dividir la clase en dos, o tres, para que los alumnos guarden la necesaria distancia entre ellos. La teoría debajo del 10-4 es que en los diez días en casa cualquier niño infectado mostrará síntomas y se podrá aislar. No contaban con las infecciones asintomáticas. Ni sabemos qué harán los padres el quinto día si tienen la suerte de que a ellos les ofrezcan trabajar cinco días presenciales y cinco en casa. Mejor sería 9-5, pero el modelo no lo tolera.

En este dilema ha terciado la Academia Americana de Pediatría. Al frente de la recomendación, el doctor Sean O'Leary, pediatra especialista en enfermedades infecciosas. Él aún sufre los efectos del covid-19 que sufrió, lo mismo que su mujer. Y está más preocupado por la salud mental y física de los niños confinados que por la suya. Todo indica que estos meses son casi perdidos para ellos. Y si en el otoño las cosas siguen así, toda una cohorte estará en desventaja en el futuro. Cuánto importa que la educación sea eficaz a una determinada edad es aún objeto de debate. La teoría es que tiene un papel crucial en el momento en el que ese cerebro desbocado del niño y el adolescente está encontrando su forma de ser. Si pierde la oportunidad de la inmersión en la escuela, reparar esa ausencia será complicado. Y me dicen los maestros que es muy difícil educar a los niños con los medios de videoconferencia.

Circula la teoría de que los niños son contagiadores silentes. Está claro que apenas padecen la enfermedad. En España, del total de casos, solo el 0,3% tienen menos de 4 años, y de 5 a 14, otro 0,3%. De acuerdo con el doctor O'Leary, los niños apenas contagian este virus ( no así el de la gripe), sea porque son pocos los que enferman, sea porque en los asintomáticos los virus están controlados y no invaden muchas células, no se reproducen. Si es así, el riesgo de que sean los transmisores es pequeño. Comparado con el riesgo de que esos niños pierdan un precioso tiempo para educarse, es mínimo en la apreciación de este experto. Por eso la Academia defiende que todas las estrategias deben comenzar con el objetivo de tener a todos los estudiantes físicamente presentes en la escuela. Naturalmente, con las debidas precauciones. La distancia física que recomiendan es 1 metro, si bien reconocen que el CDC hace hincapié en 2 metros, ellos prefieren esta porque es la forma de que se puedan abrir las escuelas. Los 2 metros lo dejan para cualquier contacto entre niños y adultos. Se debe complementar con uso de mascarilla siempre que sea posible, evitar mezclar clases y cuando se pueda, hacerlas al aire libre. En todos los casos en los que se hagan esfuerzos respiratorios, como cantar, la regla de 2 metros o más se debe cumplir. En los patios será difícil guardar la distancia, se recomienda que las clases no se mezclen allí. Y si bien reconocen que la transmisión del virus es fundamentalmente aérea, dado que las manos pueden llevarlo a la boca, los ojos o la nariz, insisten en el frecuente lavado de manos y en que haya un plan de limpieza y desinfección de las superficies.

Este virus nos plantea muchos retos, la posibilidad de equivocarse con la estrategia elegida es grande. La Academia de Pediatría apuesta por sacrificar la seguridad extrema en aras de la educación. Ha de ser con prudencia. Como ellos mismos dicen: la estrategia que se adopte en cada escuela debe estar en permanente revisión para adaptarla a la transmisión del virus en la escuela y la comunidad. Y lógicamente, los nuevos conocimientos y tecnologías que se desarrollen, como puede ser la vacuna o un fármaco preventivo, modifican el plan. Es una buena opción para este otoño.

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