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Oblicuidad

Las familias de Woody Allen, los Pantoja americanos

Las familias de Woody Allen, los Pantoja americanos

Las familias de Woody Allen y Mia Farrow son el equivalente estadounidense a los Pantoja, pero con más sexo. En vez de enfrentarse en los platós de Tele 5 o de Fox News, los neoyorquinos son tan delicados que se arrojan libros de quinientas páginas, a la altura de sus respectivos coeficientes intelectuales. Apetece escribir un artículo people en que todos los involucrados son literatos.

La manera más lenta de odiar a Mia Farrow es leer su autobiografía, el perfecto retrato de un ama de casa disfuncional de teleserie, con la particularidad de que se trata de una mimada y caprichosa estrella de Hollywood. Es un libro tan cargante que deja corto el comentario despectivo de Ava Gardner, al enterarse de la boda de la semilla del diablo con Sinatra. "Siempre supe que Frank acabaría casado con un hombre". Por supuesto, cabe entender que la actriz que colecciona hijos adoptivos con la avidez de Madonna o de Angelina Jolie bordeara la desesperación, al enterarse de que su pareja y padre de un retoño en común iniciaba la convivencia con otra descendiente, Soon Yi.

He estado en una habitación, aunque no a solas, con Woody Allen y Soon Yi. Dado que los Pantoja comercializan sus relaciones sin empacho y las difunden documentalmente, puedo atestiguar que su pareja es la prueba viviente de que el amor es ciego. La venganza de uno de los mayores filósofos del siglo XX y subsiguientes está contenida en su autobiografía A propósito de nada, un libro cuéntalo todo que le agradecemos porque nunca imaginamos que sería capaz de escribirlo. "No me importa que la posteridad diga que fui un asesino en serie, un atracador o un Shakespeare".

Estuvo a punto de no publicarlo. Sucesivas editoriales fueron disuadidas por el activismo conjurado del movimiento #metoo y de uno de sus mayores inspiradores. Se trata por supuesto de Ronan Farrow, vástago de Woody y Mia. En efecto, los Pantoja nunca llegaron a esos extremos. El hijo prodigio de dos seres tan excelentes solo podía pecar de superdotado y lo demuestra en Depredadores, otro volumen también imprescindible y concebido en teoría para detallar el círculo de protección en torno a los abusos de Harvey Weinstein. Sin embargo, no hace falta leer a Freud sobre Edipo para concluir que los garrotazos del aventajado joven se dirigen hacia su padre. Al igual que en las trifulcas de V.S. Naipaul contra Paul Theroux, o de Gore Vidal contra Norman Mailer, los lectores vemos duplicado el delicioso placer culpable de contemplar a dos personas inteligentes despellejándose.

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