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Oblicuidad

'M' de Mussolini, el único libro del año

'M' de Mussolini, el único libro del año

Si este año solo vas a leer un libro, que sea M: El hijo del siglo, la fenomenal crónica del ascenso y consolidación de Benito Mussolini entre 1919 y 1925. Y si, como es más probable, tu tupida agenda de Netflix no te deja tiempo para degustar ni un volumen en 2020, conviene que hagas una excepción con este exhaustivo relato del fascismo original, ahora que los augures vocean un revival. Incluida la fórmula mágica emanada de las reflexiones del propio Duce en esta falsa novela. "Eso requiere la conquista del poder: Una barbarie moderada". La palabra exacta, ahora que España cuenta también con una ultraderecha moderada.

Y por muchos libros que leas este año, si mantienes el vicio, M será el único perdurable. El profesor Antonio Scurati posee el don que confirma una evidencia indirecta, nadie escribe peor que los historiadores. Con su apego al manejo o manipulación de documentos, se creen liberados de lindezas estilísticas. Aquí, y a lo largo de ochocientas páginas que se consumen en un suspiro, se recoge la violenta emotividad implícita en la proclamación del fascismo. Mussolini protagoniza la infiltración antes que la conquista del poder.

En efecto, ese líquido oleaginoso que impregna, empapa y satura la vida parlamentaria antes de asfixiarla remite a las maniobras de Hitler. Por supuesto, Scurati se muestra más categórico, al asombrarse regresando a 1922 de "permitir que este hombre arrepanchigado en un sillón haya tomado el poder sobre el mundo mientras viajaba en coche cama". El autor participa de los acontecimientos hasta involucrar por completo al lector. Mussolini aparece como un hábil estratega que aprovecha su antiguo liderazgo del socialismo para explotar sus errores, siempre desde la premisa de "alejar el pánico". Es inevitable citar el axioma de Donald Trump, "yo no parpadeo, los otros sí lo hacen".

En el tramo final, advierto que este escrito no rinde justicia a la revelación del apasionado M, a su opulencia aforística en "el odio carece de imaginación", al martilleo de su sarcasmo en "un mártir es un mártir, cualesquiera que sean sus opiniones al respecto". El fracaso del comentario se daba por sentado. Si fuera habitual escribir como Scurati, nos pasaríamos el año leyendo, buscando el miedo a un coronavirus que nos enclaustrara con las persianas agachadas. Y aparte del placer, recreamos un fascismo que nació predicando "la gestión obrera de las industrias", la "expropiación parcial de todas las riquezas" o "la incautación de los bienes de las congregaciones religiosas".

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