El Juicio Final, que como sabemos se celebrará en el valle de Josafat, que está en medio de un desierto, dilucidará si somos o no dignos de pasar la Eternidad tocando el arpa de nube en nube, que menudo coñazo, o atizados por un tipo colorado con cuernos —o sea, un hipertenso al que su señora se la ha pegado—. El tiempo que se invertirá en ese procedimiento esperemos que no se rija por los preceptos garantistas de la norma procesal española, porque en ese caso me temo que la Eternidad acabará antes que el Juicio Final. No debemos descartar, claro, el desacato. ¿Quién me va a juzgar? ¿Un mahometano, un católico, un judío, un budista, otra variedad de cristiano (de estos hay a centenas)? Y que te digan: condenado toda la Eternidad por no ir a misa ¡Así que era cierto! Vaya usted, o Usted, a la mierda.
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Los puntos sobre las uves