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Urbanismo

Las huellas de la Palma romana

La fundación de la ciudad en el 123 antes de Cristo marca el inicio de la historia de Palma - Un reciente análisis de todos los hallazgos, firmado por Bartomeu Vallori, amplía los límites de la urbe que alcanzaba una extensión de 22 hectáreas

Las huellas de la Palma romana

Numerosos restos del pasado romano de Palma dormitan bajo las calles y edificios del casco antiguo. Solamente las obras que se realizan en esta zona pueden sacar a la luz los cimientos sobre los que ha ido creciendo siglo tras siglo la ciudad actual. Bartomeu Vallori, doctor en Sociedad y Cultura (Arqueología) por la Universitat de Barcelona, acaba de publicar el volumen La ciutat romana de Palma, una topografia arqueològica, en el que recoge y analiza todo el material que se ha generado en las últimas décadas sobre el pasado romano de Ciutat. También ha valorado hallazgos anteriores a los años del boom de la construcción y ha realizado un análisis exhaustivo de todo este material que hasta el momento estaba disperso. A partir de aquí, Vallori ha podido elaborar una hipótesis novedosa sobre la extensión de la Palma romana, basándose en las evidencias, dejando atrás así, teorías anticuadas que se sustentaban en la tradición o la intuición. La conclusión más llamativa a la que llega el investigador es su propuesta sobre la superficie que ocupaba de la ciudad. Palma fue fundada en el 123 antes de Cristo por el cónsul Quinto Cecilio Metelo, sin embargo, los primeros restos de estructuras hallados datan del 50 antes de Cristo. "Entre la conquista y ese año no sabemos qué pasó", apunta Vallori. Al mismo tiempo, comenzó la historia de Pollentia. Tal y como ocurre con Palma, los primeros hallazgos son de entre los años 80 y 50 antes de Cristo, aunque se sabe que el momento fundacional fue también en el 123. Hay varios paralelismos entre ambas ciudades hasta el punto que Vallori señala que son "gemelas", tanto en extensión, status administrativo, circunscripción electoral (tribu Velina) y procedencia de sus primeros habitantes. De hecho, las dos poblaciones son las únicas de todo el Mediterráneo pertenecientes a esta tribu, originaria del Adriático. La gran similitud entre Palma y Pollentia facilita la investigación, aunque Vallori es prudente al respecto: no todo es extrapolable.

Destaca el investigador que no hay constancia de asentamientos anteriores donde los romanos decidieron ubicar la ciudad así que la historia de Palma arranca en la época romana. El hecho de que desde su momento fundacional haya ido creciendo sobre sí misma, dificulta el hallazgo de evidencias: "En una ciudad viva la información arqueológica es parcial y subsidiaria de intervenciones urbanas o arquitectónicas. Esto pasa en cualquier ciudad viva histórica. Después de más de dos mil años de historia la ciudad se ha ido alimentando a sí misma con los mismos materiales", destaca Vallori. La arqueología romana tiene en Palma pocos elementos visibles y visitables y los arqueólogos trabajan con información dispersa y parcial.

Fragmento de la muralla tardoromana en Can Bordils.

Hasta hace muy poco, se creía que la urbe comprendía solo seis hectáreas. Esta hipótesis chocaba con la importancia administrativa que Palma llegó a alcanzar. La ciudad debía tener aproximadamente, la misma extensión que su gemela Pollentia que cuenta con 20 hectáreas. La tradición erudita y los historiadores locales situaban Palma en el barrio de la Almudaina y fundamentaban esta propuesta en la existencia de una muralla que se pensaba era de origen romano y de la que son visibles algunos restos en Can Bordils, en la calle Almudaina, y en Sant Pere Nolasc, formando parte del muro de los Jardins del Bisbe. Sin embargo, esta muralla es de origen tardoromano, construida entre los siglos III y IV de nuestra era. En la misma época, Pollentia levanta también su primer recinto amurallado. En definitiva, la muralla no abrazaba toda la ciudad, solo cerraba una pequeña parte, esas seis hectáreas antes mencionadas que se convirtieron en ciudadela. Dice Vallori que para construirla, "se tuvieron que sacrificar zonas urbanizadas, demoler edificios y crear zonas abiertas para vigilar".

Nuevas evidencias

A partir de los años 90 y 2000 "tenemos evidencias arqueológicas que hacen revisar esta idea. Aparecen restos al noreste y necrópolis en la plaza den Coll y en el solar del Banco de España", refiere Vallori. A la luz de estos hallazgos, el experto propone que Palma ocupaba unas 22 hectáreas. Las similitudes antes apuntadas con Pollentia vienen a reforzar esta tesis ya que ésta última tenía una superficie de unas 20 hectáreas. "A medida que encontramos restos descubrimos una ciudad que no tiene murallas. Esto es algo común en la época y lo vemos en otras ciudades romanas", comenta Vallori. La ausencia de un recinto defensivo se explica por el momento de estabilidad política y por el gran esfuerzo económico que su construcción suponía. En el caso de la Palma romana, Vallori señala que estaríamos hablando de dos kilómetros lineales de muralla. La presencia de vertederos y necrópolis marcan los límites de la ciudad, puesto que los cementerios no podían estar dentro de la zona habitada. Así, estos hallazgos también evidencian cómo iba creciendo la ciudad puesto que a medida que se necesitaba espacio, se iban conquistando los suburbios.

En realidad, la primera Palma no debía ser mucho más grande que un pueblo de entre 2.000 y 3.000 habitantes. "Se sabe que no tenía mucha densidad de población y que no había presión demográfica, pero no cuántos habitantes tenía", refiere Vallori. Sin embargo, hay que tener en cuenta que su historia abarca unos novecientos años por lo que cabe suponer que su configuración no fue siempre la misma. De su fundación a su momento de auge, en el siglo II de nuestra era, y de éste a la decadencia en la que se encontraba en el momento de la conquista islámica en el año 902. Vallori ha querido trazar un retrato ajustado a estos diferentes momentos. De hecho, esta es otra de las novedades que introduce en su estudio: dar una visión diacrónica de la ciudad, esto es, cómo fue cambiando a lo largo del tiempo. Hasta el momento, solo se había mostrado una fotografía fija, estática, de la Palma romana.

Dice Vallori que cuando Roma fundaba una ciudad de nueva planta, entraban en juego los reputados topógrafos y agrimensores que trazaban y marcaban las calles y las propiedades de la futura población. Ocurría a veces, que la ciudad no llegaba a crecer tanto como se había previsto. Palma no fue una ciudad de éxito y no se llegó a urbanizar hasta los límites planificados en su fundación. Si embargo, como señala Vallori, la elección del emplazamiento sí que fue un éxito tal y como demuestra que la ciudad haya perdurado hasta nuestros días.

La ciudad que conocieron los romanos

La Palma que conocieron los romanos abarcaba unas 22 hectáreas y se extendía desde las actuales calles de Palau Reial hasta Pelleteria y de la plaza den Coll hasta el mar. Tal y como recoge Vallori en su libro la delimitación del área urbana no puede sustentarse en el recinto amurallado ya que este no existía así que, en el caso de Palma, el investigador menciona los accidentes naturales y la propuesta del entramado de calles para situar el área urbana. Con el mar al suroeste y el barranco que separa Canamunt y Canavall en el noreste, la llanura que queda sobre estos accidentes geográficos es donde se desarrolla la ciudad. Los elementos arqueológicos que ayudan a delimitar este área son las estructuras pertenecientes a edificios públicos o residenciales, los monumentos o los restos de pavimento de calles. Como se ha apuntado anteriormente, otro elemento delimitador son las necrópolis ya que estas debían estar fuera de las zonas habitadas.

Dentro del área urbana, el elemento más característico era el foro, lugar en el que se concentraba el poder administrativo, religioso y económico. En el caso de Palma, este se encontraba en la manzana formada entre la plaza de l'Almoina y las calles Deganat y Sant Roc. Vallori matiza, sin embargo, que con los datos disponibles no se puede definir con claridad la ubicación y dimensiones precisas de esta plaza. Bajo el actual edificio del Estudi General Lul·lià se hallaron restos de la plataforma de un gran edifico público, con toda probabilidad un templo. Se distinguen con claridad la base de una columna perteneciente a un pórtico y la canal de desagüe. También se halló una inscripción de particular relevancia ya que hace referencia a un personaje destacado de la ciudad, perteneciente a la tribu Velina, que ostenta un cargo propio de las ciudades privilegiadas romanas y que ha sufragado la construcción de un edificio público. Sobre los restos que hoy yacen bajo el salón de actos del Estudi General Vallori indica: "La técnica constructiva es típica de la época. La colocación de los sillares sigue el aparejo llamado soga y tizón. Otros elementos visibles son las cornisas y molduras típicas, y los restos de cerámica. Todavía se podría encontrar más información, excavar de nuevo, datar la estructura, saber cuando se destruyó, y musealizarlo", refiere. Otras evidencia de la presencia del foro en este área son los pedestales aparecidos en la tienda de la Seu y la mano de bronce hallada en el mismo lugar. Bajo la Catedral se encontraban las termas. En la época altoimperial se consideraba marginal Pont i Vich donde también se han encontrado indicios de necrópolis y de vertederos. También eran lugar de enterramientos la plaza den Coll, en Corderia y el Banco de España. La calle de la Portella era una torrentera que recogía las aguas pluviales de Canamunt.

Es frecuente observar cómo las necrópolis o los vertederos se eliminan a medida que se precisa nuevo suelo para que la ciudad crezca. El auge de la Palma romana se produjo en el siglo II de nuestra era, momento en que se incrementan la construcción y las reformas. En la actual plaza Llorenç Villalonga se halló una cantera romana, una descubrimiento "único en Mallorca", según relata Vallori. "La excavación fue espectacular, nadie esperaba encontrar lo que había allí". Junto a estos restos también se halló otra necrópolis. Con una extensión mínima de 200 metros cuadrados, la cantera se amortizó cuando la ciudad necesitó espacio para crecer, al igual que la zona de enterramientos vecina. En el lugar, en el siglo II de nuestra era se levantó una gran edifico destinado a almacenes. A pesar de la importancia de este hallazgo, la cantera ha quedado oculta por la construcción de un edifico y su correspondiente aparcamiento. Según Vallori, en este caso se perdió una gran oportunidad de recuperar un yacimiento excepcional para ser mostrado a la ciudadanía, algo que es una constante.

Otro elemento interesante es la relación de Palma con el mar. El puerto natural de Portopí era utilizado con asiduidad, pero parece ser que existía una entrada de mar en el Born, lugar en el que desembocaba la Riera antes de que su cauce fuera desviado en el siglo XVII. Sobre la existencia de un puerto en este lugar Vallori comenta que "no hay muchas evidencias, pero es la explicación que más se ajusta a las evidencias". Una de esas certezas sería el ancla romana que se halló en 1830 en la plaza de la Tortugas, cuando se realizaba la excavación para el depósito de la fuente. El ancla se expone actualmente en la sede de la Cámara de Comercio de Mallorca. También es significativo el hecho de que se hallaran restos de un muelle de la época islámica durante las obras de construcción del parquing de la calle Antoni Maura. Con todo, tanto el dibujo de la costa como el de propia ciudad ha ido siendo transformado a lo largo de los siglos dando como resultado la ciudad que hoy conocemos.

Gestión

"Ciudades como Barcelona, Valencia o Badalona gestionan de forma pública los hallazgos arqueológicos. Aquí no ha habido ese interés. Palma se ve como una mina de enriquecimiento y no de provecho social", critica Bartomeu Vallori. Los pocos vestigios que se van hallando casi nunca revierten en el ciudadano. No se publican los resultados de las excavaciones ni se ponen medios para musealizar los hallazgos y conseguir que sean visibles o visitables. De hecho, más del 90% de todo lo descubierto no es accesible al público. Una caso llamativo es el tratamiento que se ha hecho de los restos de la cantera romana localizada en la zona de la plaza Llorenç Villalonga. Para Vallori se perdió una muy buena oportunidad de hacer accesible y visitable un hallazgo único hasta la fecha en Mallorca. Después de excavar la zona y elaborar los informes pertienetes, en este y otros muchos casos el yacimiento queda oculto ya que las obras previstas continúan. En el caso de esta cantera, ha quedado sepultada bajo el parking de un edificio de viviendas de lujo. Para revertir esta dinámica "haría falta un servicio de arqueología con recursos suficientes. La arqueología es una actividad privada que trabaja con bienes públicos pagados por promotores privados. Existe un conflicto de intereses porque quien nos paga no siempre está interesado en preservar el patrimonio", refiere Vallori. El investigador cita el ejemplo francés como el más acertado para la gestión de los yacimientos: "En Francia existe un servicio de arqueología estatal. Siempre que se hace una obra se paga un impuesto destinado a este servicio", apunta.

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