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Salud

La compasión

La compasión

Hace años me hizo una entrevista Xuan Bello para la televisión regional. La distendida charla rodeados de montañas de libros se centró en el cáncer, área en la que yo trabajaba entonces. Finalizada, me condujo a un nicho donde había una butaca principesca; allí sentado me hizo una pregunta de imposible respuesta acerca de la vida. Me acordé de ella viendo una entrevista a Martha Nussbaum. Había sido fluida, Martha Nussbaum contestaba con esa frescura y precisión que la hace tan admirable. Su entrevistador, el editor de la revista de leyes de la Universidad de California, hacía preguntas inteligentes, breves, como un bisturí iba disecando el pensamiento de la filósofa. "Quedan exactamente 30 segundos", dijo el entrevistador, "quizá debería haber hecho esta pregunta antes pero... ¿cuál es exactamente el significado de la vida?" Martha Nussbaum respondió con una risa que le hizo doblarse sobre sí misma en esa silla en la que se sentaba de lado con el brazo derecho apoyado en el respaldo. Cuando se enderezó, mirando al entrevistador con una sonrisa luminosa dijo: "¡Oh!, pienso que es una cuestión que cada persona tiene que contestar por sí misma y, sabe, para mí es tantas cosas: es amar a la gente, es hacer tu trabajo, es cantar... no podría tener una respuesta única".

Hay una afinidad intelectual entre Concepción Arenal, por cuya biografía acaba de recibir el Premio Nacional de Historia Anna Caballé, y Martha Nussbaum. A ambas les interesa el concepto y papel de la compasión. Concepción Arenal se había refugiado en una casa de la familia de su difunto marido en Potes, traspasada por el dolor de esa pérdida. Su vida allí, lejos ya de ese pequeño mundo intelectual madrileño al que pertenecía, discurría entre paseos solitarios y cuidado de sus hijos. Entonces por un azar conoció a un joven compositor, Monasterio, que estaba involucrado en las Conferencias de San Vicente de Paúl. La animó a formar una allí para ayudar a los pobres. Arenal se dio cuenta de que la caridad que las damas practicaban era humillante para los necesitados y casi siempre inútil. Propuso al presidente de las Conferencias escribir un libro para ayudar a ejercer la caridad de manera eficiente. Es el Manual del visitador del pobre, un libro de éxito internacional.

Su clarividencia se puede admirar en la precisión con que diseca tres conceptos superpuestos: filantropía, beneficencia y caridad. Fue en respuesta a un concurso para definir esos términos. En el sobre de la plica simplemente escribió: "Beneficencia es la compasión oficial, que ampara al desvalido por un sentimiento de orden y de justicia. Filantropía es la compasión filosófica, que auxilia al desdichado por amor a la humanidad y la conciencia de su dignidad y de su derecho. Caridad es la compasión cristiana, que acude al menesteroso por amor de Dios y del prójimo". Lo desarrolla en el escrito que subtitula: Principios que convendrá seguir para enlazar la caridad privada con la beneficencia pública.

La beneficencia fue, durante siglos, la forma fundamental de provisión de cuidados sanitarios a los más necesitados. Estaba en la leyes. Tanto las diputaciones como los ayuntamientos tenían la obligación de atender, con sus recursos, a los pobres, catalogados como tales. La mayoría de las diputaciones al final del siglo XIX tenía un hospital, también algunos ayuntamientos grandes. Hospitales que proveían una asistencia en condiciones poco higiénicas que los hacía lugares abominables. Ese nombre, hospital, que resonaba como un centro de muerte, no quiso el Regimen que manchara su proyecto de proveer una buena sanidad a los "productores". De ahí que los llamara Residencias, o Ciudades Sanitarias cuando eran grandes. Y para evitar la mala imagen del consultorio médico lo denominó Ambulatorio. Desde la beneficencia se estaba caminando hacia la filantropía, que posiblemente es lo que mejor informe a sistema sanitario público y todo el Estado del bienestar: por su dignidad y sus derechos. La compasión es otra cosa. Para Arenal nace del dolor, sin él no puede existir: ¿cómo sentirla cuando se es feliz? Qué le importa el otro entonces. La compasión, dice Nussbaum, nos hace mirar con simpatía las desgracias de los otros : "Ejercerla... evita que desarrollemos un sentimiento duro y arrogante de autosuficiencia que, de muchas maneras, estropearía nuestro trato con los demás". Recomienda desarrollar las emociones de pena, amor y compasión, que son la piedra angular de la sociedad.

El Estado del bienestar está obligado a traspasar las fronteras. Si nace como respuesta a la injusticia social y a la indignidad a la que la sociedad sometía a los muchos, ahora ya no puede quedarse dentro de los límites del Estado porque los menesterosos llaman a la puerta. Ahí es donde la compasión puede tener un papel importante como motor. Se basa en esa facultad que tenemos de vivir, y sentir, la vida de los otros. Desarrollar los sentimientos, propone Nussbaum, como una de las diez capacidades para alcanzar la plenitud. Sentimientos... y también la imaginación, el pensamiento y el razonamiento.

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