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Un secuestro SOS

Se cumplen 25 años del día en que tres jóvenes retuvieron un avión con 35 ocupantes en Son Sant Joan para que el mundo supiera la guerra civil que sufría Argelia

Guardias civiles y periodistas cercan el avión de Air Algerie, aparcado en una pista en desuso. dm

Esta semana se han cumplido 25 años del día en que tres argelinos desviaron un avión a Palma y retuvieron en él, durante más de ocho horas, a sus 35 ocupantes sin que ninguno de ellos resultara herido. El domingo 13 de noviembre de 1994 parecía ser un domingo cualquiera, tranquilo, apacible, de esos en los que la gente aprovecha para descansar, pasear y estar con la familia, o, por qué no, disfrutar de un tranquilo viaje, pero eso no fue lo que les ocurrió a quienes viajaban en el vuelo de Air Algerie 6308, que hacía la ruta entre Argel y Ouargla, ya que quince minutos después del despegue tres de los pasajeros, Mohamed Medjar, Arab Madjib y Ben Achoir Merzak, se pusieron en pie y armados con un cuchillo y un hacha intimidaron al comandante e incluso le amenazaron con hacer estallar una bomba. Se trataba de un secuestro.

Inmediatamente, uno de ellos se dirigió a los 31 pasajeros y les comunicó la situación, acto seguido ordenaron a las dos azafatas que entraran en la cabina y al comandante, Bou Roubi, que pusiera rumbo a Marsella. Sin embargo, este les comunicó que la nave no tenía combustible suficiente para llegar a Francia y les aconsejó aterrizar en Mallorca, en Son Sant Joan, donde podrían repostar.

Fue entonces cuando la calma dominical de Palma llegó a su fin. La torre de control recibió el inesperado aviso de la nave argelina, eso sí, acompañado de la clave utilizada en casos de piratería aérea. Por ello, cuando a las 10.50 aterrizaba el avión procedente de Argelia, fue aparcado en una pista no utilizada y prevista precisamente para casos de secuestro y fue inmediatamente rodeada por la Guardia Civil. La crisis argelina había aterrizado en Son Sant Joan.

Las dos únicas pasajeras, a las 13.50, fueron liberadas en un gesto de buena voluntad de los tres secuestradores argelinos.

El aterrizaje del avión argelino en las pistas del aeropuerto de Palma cogió por sorpresa a políticos y representantes de la vida local. Gabriel Cañellas, presidente del Govern en aquella época, se encontraba en su residencia de Bunyola, donde permaneció toda la jornada, eso sí, “permanentemente informado”. Joan Fageda, en ese momento alcalde de Palma, se enteró del secuestro en Lluc, desde donde afirmó haberse mantenido en continuo contacto con el jefe de la Policía Local. Igual de desprevenido cogió la noticia al delegado del Gobierno en Palma por aquel entonces, Gerard García, quien recuerda que estaba llegando a Pollença para asistir a un acto oficial cuando le avisaron de lo que estaba sucediendo. “Todavía no había móviles y recibí el aviso mediante un busca. Di media vuelta y me fui al aeropuerto”, señala. Todo tipo de pensamientos y de situaciones pasaron por su mente en ese momento, “me imaginaba incluso intercambiándome con rehenes”, confiesa.

Poco antes del mediodía García se personó en el aeropuerto, donde al parecer los secuestradores se habían estado comunicando en francés con un controlador aéreo, que actuaría a partir de entonces de intermediario entre Gerard García y ellos. Durante estas comunicaciones el comandante del Fokker, modelo del avión argelino, había solicitado combustible. “Había un camión cisterna preparado para dárselo, pero la clave fue negárselo”, asegura el entonces delegado del Gobierno. Argelia se encontraba en plena guerra civil, un conflicto armado librado entre el Ejecutivo argelino y varios grupos rebeldes como el Frente Islámico de Salvación, motivo por el cual García pensó que si les proporcionaban el combustible “el problema no se acabaría”.

Durante el trayecto en coche hacia Son Sant Joan, García reconoce haberse sentido “asustado y preocupado”, sin embargo asegura haberse mostrado “frío, como si fuera una película que no va conmigo”, durante la negociación, lo que le llevó a tomar acertadas decisiones. Los secuestradores querían viajar a Madrid o a Marsella “para que sus reivindicaciones tuvieran más eco”, relata, aunque fue contundente en su decisión de parar el camión cisterna que se disponía a repostar la aeronave.

Llamó la atención que a pesar de lo que estaba sucediendo, y del enorme despliegue policial, en el aeropuerto todo discurriera con normalidad. La mayoría de pasajeros desconocía que allí se encontraba un avión secuestrado.

Pasajeros y tripulantes, ya a salvo tras una jornada de miedo y tensión, en los autobuses de Son Sant Joan.

El despliegue de seguridad era tal, que expertos locales del Cuerpo Nacional de Policía y Guardia Civil asesoraron a García en las primeras horas, e incluso posteriormente una unidad de elite antisecuestros de la Guardia Civil desplazada desde Madrid se encargó de la operación. Sin embargo, el Grupo Especial de Operaciones (GEO) del Cuerpo Nacional de Policía, que estaba en Valencia dispuesto a viajar a la isla para intervenir, no se hizo cargo de la situación hasta el último momento a petición del delegado del Gobierno de Palma. “Me preocupaba que vinieran y se precipitara todo”, reconoce. “Los secuestradores llevaban armas y antes de hablar con ellos pensé que podían matar a uno de los rehenes y echarlo a la pista, pero eso no pasó y nos dimos cuenta de que podíamos negociar”, asegura García.

Cabe destacar además que minutos después de aterrizar el avión en Son Sant Joan un pasajero, un hombre de 35 años que había alegado tener problemas cardiacos, fue liberado y evacuado en ambulancia. “Hemos pasado miedo, creíamos que era un peligroso comando islámico”, explicó al final del día. Sin embargo, otros pasajeros también señalaron horas después que aunque habían sentido miedo, “no se produjo pánico entre el pasaje, pues los secuestradores fueron correctos con nosotros. No fueron nunca bruscos y nos dijeron que estuviéramos tranquilos. Incluso nos dieron aspirinas”, relataron. Los argelinos usaron un hacha procedente del avión para intimidar a la tripulación, uno de ellos portó un cuchillo de unos 30 centímetros de longitud e incluso otro dijo portar una bomba, que luego resultó ser un molinillo de café dentro de una caja. A pesar de todo, quienes se encargaron de las negociaciones se dieron cuenta de que la violencia no parecía ser su objetivo.

Una llamada de socorro

¿Por qué lo habían hecho entonces? Desde el primer momento exigieron la presencia de una periodista local que hablase francés. La entonces redactora jefe de Cultura de Diario de Mallorca María Jesús Díez fue, por ello, requerida de inmediato en el aeropuerto para desempeñar el papel de mediadora. El director de Son Sant Joan en aquel momento, el ya fallecido Pedro Meaurio, le dijo al llegar “que no sabía de qué bando, pero que querían hablar con ella. “El secuestrador me dijo que solicitaban que se convocaran elecciones en su país y que dejaran libres a los presos políticos, además de que comunicase a prensa, radio y televisión lo que estaba sucediendo en Argelia y lo que pedían”, señala la periodista. “El portavoz insistió en que eran civiles que no tenían nada que ver con los grupos armados que querían huir del país”, añade. Su acción parecía ser una llamada de socorro a la desesperada.

“Entendí, aunque no justifiqué, ese punto de desesperación del ser humano que te lleva a hacer lo que sea, pero no hay razones para poner en peligro a un montón de civiles”, reflexiona Díez. En este punto coincide García, que recuerda que tras hablar con Medjar, el portavoz, fue consciente de que solo querían salir de Argelia: “Se habían jugado la vida, los GEOs podían haber actuado y haberlos matado sin consideración”, señala.

Los tres argelinos, que finalmente fueron condenados a diez años de prisión cada uno, al ser conducidos al juzgado instructor del caso.

Otro gesto de buena voluntad de los argelinos fue la liberación, a las 13.50, de las dos únicas pasajeras, y la salida, a las 14.55, de una de las azafatas. “Meaurio me pidió que entrevistara a las secuestradas, me fui con ellas, eran jóvenes, una de ellas [Halima Mimoni] solo hablaba bereber, y estaba muy nerviosa, era la primera vez que viajaba”, relata la periodista. “La otra [Oumida Lahib] era brava, valiente, hablaba muy bien francés, era profesora y había venido a Mallorca en dos ocasiones, me contó que las habían tratado bien, pero que deseaban hablar con sus familias”. Llegó entonces “el momento más tenso” para Díez, como así lo describe, puesto que fue ella la que ejerció la responsabilidad de informar a los medios argelinos del estado de los rehenes.

A las 15.30 llegó a la oficina de la crisis, instalada en la torre de control de Son Sant Joan, el agregado militar de la embajada de Argelia en España, a quien sin embargo, según explica Gerard García, no se le permitió entrar en contacto con los secuestradores. “Pedí que le atendieran bien, pero insistí en que esto era territorio español y solo nosotros podíamos ocuparnos de ello. Podía amenazarles, era introducir un elemento distorsionador, los tres secuestradores estaban huyendo de Argelia”, alega.

Ya entrada la tarde, los delincuentes pidieron comida y bebida, empezaban a flaquear. Una hora más tarde, Medjar acudió de nuevo a la torre de control para hablar con Díez. “Nunca se mostró violento, a veces nervioso, pero nunca violento”, destaca la periodista, que le informó de que su proclama ya había tenido amplio eco en España y en el resto de países. Tras ello, Gerard García le aseguró que los tres iban a ser tratados en Palma de acuerdo al Derecho Internacional y al Derecho español y que “se les juzgaría con transparencia”, resalta el entonces delegado del Gobierno. Tras el diálogo, el portavoz regresó al avión para comunicar a sus compañeros lo que les habían ofrecido y finalmente, a las 19.17, y después de más de ocho horas de negociación, se entregaron. Inmediatamente después los tripulantes y los pasajeros, que no sufrieron ningún daño, abandonaron la aeronave.

Esa noche todos ellos descansaron en el Hotel Palladium de Palma y al día siguiente volvieron a su destino con el mismo avión con el que llegaron a la isla. En cuanto a los secuestradores, los tres jóvenes pasaron a disposición judicial de inmediato y dos días después la jueza Carmen Abrines ordenó su ingreso en prisión por los presuntos delitos de piratería y asalto de aeronaves.

Mohamed Medjar, Arab Madjib y Ben Achoir Merzak se mostraron satisfechos por su encarcelamiento, tenían claro que no querían regresar a su país, motivo por el cual no recurrieron su ingreso en prisión. Medjar, quien en todo momento ejerció de portavoz, repitió que eran pacifistas, que no eran terroristas y que su único objetivo al secuestrar el avión había sido “llamar la atención mundial sobre la situación en Argelia, que es un drama”. Madjib pidió asilo político, quería el exilio con su novia, y Merzak manifestó querer quedarse en España. Por su parte, María Sansó, abogada de los tres implicados, ratificó que los detenidos reivindicaban la vuelta a la situación política existente en las elecciones de 1991 en su país de origen.

Diez años de prisión

El ministerio fiscal pidió 69 años de prisión para los tres argelinos, 23 años de reclusión para cada uno de ellos por un delito de apoderamiento ilícito de aeronave, aunque reconoció que los tres procesados actuaron para salir de su país por temor a perder la vida. Consideró que los jóvenes mantuvieron una actitud amenazante durante todo el vuelo y señaló que en varias ocasiones intimidaron con la explosión de una bomba que dijeron portar. Finalmente la Audiencia de Palma les condenó a diez años de cárcel a cada uno. El tribunal palmesano redujo la condena que el fiscal solicitaba al estimar que los tres argelinos actuaron “en un estado de anormalidad motivacional que afectaba a su culpabilidad”. La Audiencia mantuvo que los detenidos tenían temor a los integristas de su país, pero no admitió que llegara a anular tanto su voluntad como para aplicarse las eximentes de miedo insuperable o de estado de necesidad. Además, se les impuso la obligación de indemnizar a la aerolínea afectada con 606.000 pesetas (unos 3.642 euros) por los gastos ocasionados.

De 1991 a 2002 Argelia se vio sumida en una guerra civil en la que resultaron asesinadas más de 190.000 personas, tanto a manos de las fuerzas del Estado como de los rebeldes islamistas. Fue en este contexto en el que el secuestro se llevó a cabo. “Hacía unas semanas habían asesinado a dos misioneras españolas, el país estaba muy mal, todos lo veíamos, pero hasta que no te toca directamente no te das cuenta de toda la fuerza que tenía el conflicto en aquellos momentos”, reflexiona Díez. La contienda llegó así a Palma, del mismo modo que lo hizo a otros lugares del país, como ocurriera en Alicante meses antes del secuestro de Son Sant Joan. En aquel caso fueron tres policías argelinos los que se hicieron con una aeronave.

Se desconoce qué fue de Mohamed Medjar, Arab Madjib y Ben Achoir Merzak tras cumplir condena. La situación política en Argelia ya no era la misma y puede que volvieran, aunque también cabe la posibilidad de que estén en España, o incluso en Francia, donde tenían familia.

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