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Reportaje

Cincuenta años de revolución silenciosa en India

La Fundación Vicente Ferrer quiere realzar al máximo al medio siglo de vida del proyecto surgido de la voluntad de un hombre hoy símbolo de solidaridad

En la cuarta planta de El Corte Inglés de las Avenidas, se ha instalado un expositor en el que una serie de paneles y material diverso explican qué es y que pretende la Fundación Vicente Ferrer. La razón es que se cumple medio siglo desde que un barcelonés, que fue jesuita, optó por hacer de su vida lo que demasiadas veces como gran impostura se denomina vocación de servicio a los demás. En el caso de Vicente Ferrer se ajusta exactamente a lo que constituyó su experiencia vital hasta su muerte, a los 87 años. La India, donde vivió 60 años, fue el lugar desde el que hizo llegar al mundo lo que supone luchar contra la marginación. En un lugar denominado Anantapur la obra de quien dejó de ser jesuita para ser mucho más se expandió por todo el mundo. Su obra permanece, lo que prueba su Fundación y lo que ahora desde Mallorca pretende llevarse a cabo.

Son cuatro mujeres plenamente dedicadas a que la Fundación responda a los objetivos para la que fue creada por Vicente Ferrer, las que explican qué se pretende hacer con la exposición. Se trata de la delegada de la Fundación, Isabel Pizá; la responsable de sensibilización, Alicia Rosselló, y las técnicas de proyectos Isabel Folgado y Dolors Mañé. Precisan que, al cumplirse el medio siglo de la creación de la Fundación, es adecuado para tener "un momento de reflexión" sobre "la revolución silenciosa", así la denominan, basada en "la dignidad, la igualdad y el cambio".

La exposición recorrerá todas las islas e irá acompañada de diversas actividades complementarias para que quienes la visiten hagan "un viaje a través del tiempo y la cooperación". Entre las actividades complementarias se incluye la inauguración de la nueva sede de la Fundación a la que asistirá el hijo de Vicente Ferrer, Moncho, al que, cuando la gente le pregunta cómo sabe lo que tiene que hacer en cada momento responde: "Soy el hijo de mi padre. Tengo sus energías y sus fuerzas. No hay mucho más".

Otra de las iniciativas consiste en una exposición, Mata Ombres, en la que han colaborado 21 artistas que han elaborado obras originales sobre la enorme discriminación que sigue existiendo en la India, donde, aunque el sistema de castas está legalmente abolido, sigue perdurando en muchos sectores sociales, porque forma parte sustancial de su cultura, lo que hace que, principalmente en las zonas rurales, origine diferencias sociales abismales. "La exposición -dicen las responsables de la Fundación- trata de todo eso, de todo lo que llevo a cabo Vicente Ferrer, para que siga calando en el tiempo".

Sociedad solidaria

Al preguntarles si en una sociedad como la mallorquina es difícil que llegue el mensaje y proyecto que dejó Vicente Ferrer, aseguran que, en contra de lo que pueda parecer, la mallorquina es una sociedad "muy solidaria", entre otras razones porque no son pocas las personas que han viajado a la India y han visto lo que allí hizo Vicente, por ello deciden cooperar principalmente a través del apadrinamiento, que posibilita, con las cartas que se reciben del niño, estar al tanto de cómo se desarrolla el proyecto.

El inmenso contraste social de la India, potencia nuclear, uno de los países más avanzados del mundo en el sector de la informática y con una reducida clase social opulenta entre sus más de mil millones de habitantes (a punto de sobrepasar a China como el país más poblado del planeta), lo explican por el hinduismo, la religión mayoritaria, que hace a la gente conformista dada la creencia en la reencarnación, y el hecho del gran apego a las tradiciones familiares. "El sistema de castas -aseguran- sigue constituyendo el freno más importante para el desarrollo social y, además, la clase media, que ha crecido mucho, se desentiende totalmente de lo que les pueda ocurrir a las clases inferiores, también debido a la pervivencia de hecho del sistema de castas. Por ello, las diferencias sociales en un país con una población tan desmesurada siguen siendo abrumadoras y la sociedad las acepta por la mencionada prevalencia del hinduismo.

Vicente Ferrer fue uno de los primeros misioneros en desplazarse directamente a las aldeas para tomarle el pulso a las comunidades. Llegó a Bombay en 1952 y mientras completaba sus estudios, y en el contexto de la gran urbe, se dio cuenta de que su trabajo necesitaba centrarse alrededor de un único eje, de una idea fundamental: la acción buena. Para él, la acción buena contenía en sí todas las religiones y todas las filosofías resumiendo la razón para estar en este mundo: ayudar a los demás. Desde sus inicios como misionero, centró siempre su trabajo en el ámbito social más que en el estrictamente religioso. Fue uno de los primeros misioneros en abandonar los tradicionales trabajos de gestión de instituciones (hospitales y escuelas, principalmente) para desplazarse a las aldeas para conocer de verdad a las gentes de la India. Pensó que era imprescindible estar donde se hallaba la pobreza extrema, y erradicarla trabajando junto a quienes la padecían. Durante 12 años vivió con los campesinos de los pequeños pueblos proyectando programas de desarrollo que contribuyeron a mejorar su nivel de vida. Sin embargo, la simpatía que despertaba la labor de Vicente Ferrer entre los campesinos generó suspicacias entre algunos sectores dirigentes, que vieron en él una amenaza a sus intereses.

Expulsión

Las suspicacias que el trabajo de Vicente Ferrer generaba llegaron al punto de recibir por parte de las autoridades la orden de expulsión de la India, lo que le obligó a regresar temporalmente a España. Tuvo que intervenir la entonces primera ministra Indira Gandhi (asesinada por un fundamentalista hindú) la que le posibilitó regresar quedando garantizada su residencia en el país. Fue a partir de 1975 cuando la Fundación tomó la decisión de dejar atrás la ayuda a personas aisladas para centrarse en el desarrollo comunitario pasando a trabajar con los grupos tribales y las comunidades más pobres y atrasadas, que en aquellos años vivían en condiciones infrahumanas y totalmente dominados por las castas superiores. Habitaban chozas muy precarias padeciendo altos niveles de mortalidad, morbilidad, desnutrición y analfabetismo. Eran básicamente jornaleros y lo poco que ganaban se les pagaba en especias. Carecían de ningún tipo de control sobre sus vidas siendo muy bajo su nivel de autoestima. Sus vidas y las de su antepasados habían sido siempre las mismas, atrapados por el sistema de castas, viviendo sin la esperanza de que algo pudiera cambiar.

Las integrantes de la Fundación en Balears, responden, al preguntarles cómo es posible que un país que lidera muchos aspectos de las nuevas tecnologías relacionadas con la informática, responden que cuando a los jóvenes se les pregunta qué profesión desean tener la gran mayoría dice que ingeniero o agente del orden, dado el potencial que tiene el país en el citado campo de la informática y a que el principio de autoridad está muy arraigado.

A lo largo de las jornadas en las que la exposición esté abierta al público, quienes deseen conocer qué es la Fundación y cuál ha sido la obra de Vicente Ferrer, Isabel Pizá, Alicia Rosselló, Isabel Folgado y Dolors Mañé aseguran que podrán constatar que ante las dificultades que se le pusieron por delante y su vocación humanista llevaron a Vicente Ferrer a colocarse a la cabeza de un programa de desarrollo que ha conseguido sacar de la pobreza extrema a miles de familias en la India.

La Fundación -afirman- sigue siendo absolutamente fiel a la idea para la que fue creada, su sentido actual es el mismo que el que tuvo en 1969 y el que sin ninguna duda tendrá en el futuro, en la "revolución silenciosa" que se está operando.

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