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Salud

Cáncer de cuello de útero

La eficacia de la vacuna ha sido espectacular porque protege mucho más de lo que se esperaba

Cáncer de cuello de útero

Dos de los cánceres más importantes del mundo, sobre todo en los países pobres, son causados por microbios. El de estómago, que produce más de un millón de casos y 800.000 muertes, y el de cuello de útero, 600.000 casos y 400.000 muertes. La "H. Pylori" es la principal responsable del cáncer de estómago, una bacteria que se relaciona con el hacinamiento y la falta de higiene, de ahí que se cebe en las sociedades desfavorecidas. El cáncer de estómago tiene una baja supervivencia incluso en los países más avanzados, no alcanza el 30% a los 5 años, entre otras cosas porque los tratamientos no son eficaces. Además, se suele diagnosticar tarde.

El cáncer de cuello de útero es otro mundo. Es el primero para el que se diseñó un método de detección precoz, incluso de reconocimiento de lesiones premalignas. Es la citología de cérvix o Papanicolau, en honor al que lo diseñó. Con ese método se logró que la mortalidad descendiera espectacularmente. Además, sabemos cómo se produce. Es una infección de transmisión sexual. Ya lo sospechábamos porque se concentra en las mujeres que frecuentan múltiples parejas sexuales.

El primer virus que se creyó implicado fue "Herpes simplex". Efectivamente, está ahí en muchos cánceres, pero no es la causa. Ahora sabemos que es otro, también común: papiloma virus humano. Es el que produce verrugas porque desactiva un mecanismo que tienen las células para dejar de dividirse cuando están rodeadas de otras. Al no hacerlo se amontona sin orden, forman un tumor benigno. Pero algunas cepas que infectan la mucosa vaginal además de producir el tumor, modifican aún más los genes y los hacen tan independientes, agresivos e inmortales que se denomina cáncer. Porque el cáncer es una parte de nosotros mismos, una república de células independientes que, en su lucha por hacerse con todo el poder, llevan al organismo a la muerte y con él a ellas mismas. Una paradoja frecuente en biología donde el éxito se convierte en fracaso, como cuando una plaga acaba con la cosecha y con ella con los propiciadores.

Conocer la capacidad cancerígena del virus del papiloma humano fue un gran avance. Pronto se diseñaron métodos rápidos y simples de detección. Hoy sustituye, por su coste, facilidad de administración y capacidad predictiva, al Papanicolau. Los programas de detección de cáncer de cérvix suelen recomendar realizar ambas pruebas al principio, pero pronto recurrir a la detección viral cada 5 años.

La gran novedad fue la vacuna, conseguida en un tiempo récord. Cuando se puso en el mercado, hace más de 10 años, se produjo una protesta entre los sanitaristas. Había tres argumentos. El más importante, que sólo prevenía la infección por algunas de las muchas cepas que producen el cáncer. Nadie sabía cómo iban a reaccionar las beneficiadas, si iban a ocupar el nicho que dejaban las otras. El segundo, que al no dar protección total no evitaba la detección precoz y podía dar una falsa sensación de seguridad reduciendo las medidas preventivas como el uso de preservativo. La última, que no se había demostrado que evitara el cáncer. Pero la moratoria pedida no tuvo éxito y el programa de vacunación se puso en marcha.

En España, se vacuna desde 2008. Entonces a las chicas a los 14 años, aunque alguna comunidad vacunaba a los 12-13 años. Desde 2017, todas las comunidades vacunan a todas las adolescentes a los 12 años, salvo Asturias que lo hacía a los 13 años, pero desde 2019 a los 10. La cobertura de vacuna a los 13 años ronda el 70%.

Los resultados de la vacuna son espectaculares. La protección que proporciona es muy superior a lo esperado. Aunque es pronto para conocer la eficacia frente al cáncer, sabemos que la infección por las cepas diana disminuye en las adolescentes, casi el 90%, las lesiones precancerosas el 50%. Es más eficaz si se administra antes de haber tenido contacto con el virus, de ahí que se adelante la edad de vacunación. Quizá tan importante es que se observa un efecto rebaño: dado que cada vez hay menos personas infectadas, el virus circula menos y las no vacunadas tienen menos riesgo.

Un futuro sin cáncer de cuello de útero es posible. Pero aún hoy día en algunos países es el primer cáncer femenino, un cáncer que muchas veces se descubre en estadios tan avanzados que se manifiesta con sangrados vaginales masivos. Paradójicamente, muchos de esos países tienen en marcha programas de detección precoz con citología vaginal. Pero o las mujeres no acuden, o no se leen las citologías, o no se comunican los resultados o no se realiza el tratamiento. El caso es que no se reduce el cáncer a pesar de la inversión. Son esos países los que más necesitan la vacuna. Esperemos que los esfuerzos de los diferentes gobiernos para implantarla tengan éxito.

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