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Mallorca por el mundo

Desde Grecia, San Fermín

Fiskardo, puerto del noreste de Cefalonia suele aparecer citado como el Saint-Tropez local.

Cuando escribo estas líneas, gracias al aire acondicionado del Spavento, el local de Giorgos y Jenny, una institución en Kioni -probablemente el mejor local, copas y música, de la mítica Ítaca, por no decir del Jónico- estoy algo así como entre dos aguas. Domingo 7 de julio en el calendario y una pereza mortal de darle al teclado. Con la resaca aun reciente de San Juan, Aghios Yannis en Kastos, y la cantinela de "1 de enero, 2 de febrero"... los Sanfermines en plena ola de calor, aunque siempre han sido calurosas estas fechas en Pamplona. Y ahí me paro, para evitar malentendidos.

Mejor pasar a la política, prefiero remitirme a las elecciones que van a decidir hoy el futuro de Grecia. El bye bye de Tsipras/Syriza, como la crónica de un adiós anunciado tras la debacle en las últimas municipales/europeas, es una cuestión de horas. Con el anuncio de legislativas anticipadas, en una jugada estratégica para intentar salvar los muebles, el partido que hizo creer a Grecia que había futuro -incierto quizás, pero futuro, fuera de la drástica política de restricciones impuesta por la troika- y después de hacer soñar a un pueblo que le dio un cheque en blanco cuando el referéndum de 2015, va a salir por la puerta de atrás. Lo más probable es que, Kiriakos, el epígono de la saga Mitsotakis, la derecha de toda la vida, se haga con la mayoría absoluta. Cuando lean estas líneas ya sabremos el desenlace. Igual me equivoco, o veo mal, espejismos, cosas de este julio canicular, pero noto un cierto parecido (no solo físico) entre el señor Sánchez y el aun presidente heleno Tsipras, mucha ilusión y poca concreción, muchas palabras y pocos hechos. Pero la tentación de no limitarme a lo políticamente correcto es muy fuerte, y prefiero, de nuevo, pararme aquí.

Me centraré en el anecdotario habitual de nuestra relación epistolar mensual. Estuve hace unos días en Fiskardo, un delicioso puerto del noreste de Cefalonia. En las guías turísticas suele aparecer, citado, como el Saint-Tropez local, de la zona, me refiero. Y razón, salvando las distancias, no les falta. Hay glamour, una estética entre Portofino, Cinque Terre y Saint Raphael, pero en plan Lilliput. Fachadas ocres, rosas, blancas, antiguas casas de pescadores reconvertidas en restaurantes, bares, cafeterías. Una línea, una sola, sencillas construcciones de un estilo mediterráneo (un poco de Photoshop) que rodea una bahía, puerto natural, Panormos lo llamaban los clásicos, el puerto total, protegido. Hoy paraíso de una cierta jet set ociosa, pero aun practicable para el resto de los mortales, incluso para los simples turistas de a pie que llegan en las inevitables golondrinas desde la vecina, y popular, Lefkada.

En mi terraza favorita, en el Tselentis, el café más antiguo del pueblo, mi amigo Minàs me comentaba que había tenido un ligero desencuentro con unos clientes, una mesa de alemanes, que se quejaron de que el menú no estuviera en su lengua. Minàs, educado e irónico, como siempre, les respondió que no dudaría en traducirlo al alemán cuando invadieran de nuevo la isla€ Como ocurrió evidentemente durante la Segunda Guerra Mundial y que se saldó con un fusilamiento masivo, más de 35.000 personas entre griegos e italianos. Esos italianos que, teóricamente, ocuparon la isla, y al final fueron acusados de confraternizar. A La mandolina del capitán Corelli me refiero, Louis de Bernières, un best seller de hace unas décadas, absolutamente recomendable para bucear en la historia reciente de Grecia y del Jónico. La película, pese a la presencia de actores como John Hurt, Nicholas Cage y nuestra Penélope Cruz, no reflejó ni la belleza del lugar, ni la atmósfera recreada por el escritor británico. ¡Que pasen un buen mes!

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