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Salud

Chamuscados en el trabajo

La Organización Mundial de la Salud reconoce como enfermedad laboral el síndrome del trabajador quemado

Chamuscados en el trabajo

Una amiga me enseña una encuesta de clima laboral que recientemente pasó a los médicos de la especialidad que está evaluando. Consiguió que contestaran más del 90%. En el cuestionario incluía un test de burnout o síndrome del trabajador quemado. El burnout aparece en la literatura médica en una comunicación de Freudemberger en 1974, que trabajaba en una clínica de desintoxicación. Lo definió por un conjunto de síntomas que incluyen agotamiento, dolor de cabeza, insomnio, irritabilidad y aislamiento. Christina Maslach junto con Susan Jackson crearon un inventario en 1981, denominado desde entonces de Maslach, para diagnosticar este síndrome. Desde entonces se hace muy conocido. La OMS ya lo había incluido en Clasificación Internacional de Enfermedades, ICD 10, pero en la nueva revisión, la ICD 11 de mayo de este año va un poco más allá. Para la OMS el burnout, que no lo califica de trastorno médico, es un síndrome resultado del estrés crónico en el lugar de trabajo que no se ha manejado con éxito. Se caracteriza por tres dimensiones: sentimientos de agotamiento o vaciamiento de energía; distanciamiento mental del trabajo, o sentimientos de negativismo o cinismo relacionados con el trabajo, y reducida eficacia profesional. La OMS, en su página web, dice que desarrollará directrices basadas en la eviden cia sobre el bienestar mental en el lugar de trabajo.

En la encuesta que mi amiga realizó más de la mitad cumplía los criterios de burnout y en algunos colectivos hasta el 80%. No es nada extraordinario, pero es inquietante. Cuando más de la mitad de la población sufre un problema, aunque no sea un trastorno médico, es un diagnóstico que etiqueta, que define, que determina, o la sociedad está enferma o la caracterización está equivocada.

Selye fue un médico praguense que halló por casualidad un fenómeno que denominó síndrome general de adaptación. Era el año 1936 y su artículo lo publicó Nature. Explicaba así los cambios fisiológicos en ratas cuando las sometía a todo tipo de agresiones, calor, dolor, agotamiento físico... Años después acuñó el término estrés, que ha tenido mucho éxito, aunque él hubiera preferido haber utilizado la palabra strain, pero su inglés no era bueno. Strain procede de la física de materiales y alude a la tensión que ocurre cuando se los somete a un esfuerzo. Selye años más tarde refinó el término y habló del buen estrés, eu-estrés, saludable y necesario, y del malo, distrés. Este ocurre cuando uno no es capaz de gestionar la demanda, la agresión si lo es. La primera idea fue que ante un peligro el organismo se prepara para la defensa que puede ser huir o luchar, en ambas situaciones hay cambios fisiológicos importantes que adaptan al cuerpo para afrontar la situación. Más tarde se descubrió que algunos animales respondían con una inhibición, congelándose para pasar desapercibidos. Cualquiera de las tres reacciones es saludable si consigue evitar o controlar el estresor. Pero como ya postuló Selye, si la agresión se mantiene, él ponía un tiempo de dos meses, el animal se agota y enferma. La relación entre estrés y enfermedad la certificó en un trabajo que publicó con el título de Síndrome de adaptación general y enfermedad de adaptación, en 1946.

El síndrome de quemado es precisamente eso: la inadaptación a una demanda permanente que uno no puede evitar o gestionar. Hay dos modelos para examinar el estrés laboral: el de demanda control y el de esfuerzo recompensa. El primero es más objetivo: examina qué exigencias tiene el trabajo y qué posibilidades tiene el trabajador de controlarlas. El ejemplo más claro de alta demanda y bajo control sería trabajador de una cadena de montaje. En las primeras caracterizaciones de alta demanda y alto control el investigador, Karasek, situaba a los médicos. Años más tarde, a medida que aumentaba el trabajo por cuenta ajena, lo iba llevando al cuadrante alta demanda bajo control. Es donde hoy se encuentran la mayoría de las especialidades, de ahí el alto grado de "quemado". Pero tan interesante o más es el modelo, más interno, de esfuerzo recompensa. Tiene que ver con las expectativas profesionales y con las satisfacciones laborales. Es curioso que en la encuesta mencionada los médicos más jóvenes sufrían más por estas causas, como si hubieran llegado a la profesión con muchas ilusiones y se encontraran frustrados, la realidad no se compadecía con sus sueños.

En salud mental se ha definido una patología, más bien una alteración, que se denomina trastorno adaptativo. Parece tomado de Selye. Es la situación clínica del sujeto que no ha sido capaz de adaptarse a una situación, sea un acontecimiento como la muerte de un ser querido, o unas nuevas circunstancias vitales, como un cambio de trabajo o simplemente, de jefes. Esto último lo he visto con frecuencia en el ámbito de la salud laboral.

En estos casos lo difícil es no pasarse, medicalizando situaciones que son inherentes a estar vivo, o quedarse corto, no interviniendo para modificar lo que es susceptible de cambio. Con el burnout ocurre lo mismo.

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