Eklogís, con acento en la "i" (tilde imposible para mi teclado AZERTY) transcripción fonética, en nuestro alfabeto, del vocablo que podemos traducir como "elecciones". En este caso queda claro que en las lenguas romances lo de elegir no es, etimológicamente, de origen griego sino que proviene del latín, "eligere". Además, les he de confesar que me pillan en fuera de juego, no tengo ningún diccionario a mano. Estoy patroneando un barco que han alquilado unos amigos y como pueden imaginar la biblioteca de a bordo se reduce a los libros que ha embarcado la tripulación en plan relax vacacional. Y eso que mi amigo Charlie P. A., como buen arqueólogo, y enamorado de la cultura helenística, se ha traído un arsenal de obras académicas, pero nada de etimología. O sea que, sin que sirva de precedente, no podré darles ningún indicio, explicación sobre la procedencia del término ekloglís.
Otro contratiempo, el mal tiempo que hemos tenido estos últimos días está haciendo, al menos aquí en el Jónico, un mayo atípico. Ha llovido con ganas, y el termómetro ha estado flirteando con valores más propios del invierno que de la primavera. Sin hablarles del viento, mucho siroco. Viento enervante y mar incómodo, que suele venir acompañado de lluvia roja, la dust rain de los ingleses (aunque me gusta más la expresión bloody rain). La lluvia que lo tiñe todo de rojo, polvillo rojizo del Sáhara. Todo esto, paréntesis meteorológico, viene a cuento de lo incierto de las conexiones, internet va y viene a su bola, y nunca sé a ciencia cierta si la crónica llegará a la redacción antes del cierre del suplemento.
Total que, ahora sí, puedo ya volver al título, al tema de las elecciones. Llevo tres semanas en Grecia inmerso en plena efervescencia preelectoral. Un periodo apasionante para los griegos, un pueblo que vive la política con la misma intensidad que el fútbol y el baloncesto. Y que no solo están interesados por lo suyo, sus candidatos y sus partidos, sino también tienen curiosidad por saber lo que pasa en Europa. Especialmente en los países mediterráneos, pero también con un ojo puesto siempre en los "bárbaros del norte", como verseó Kavafis. Así que, en esta ocasión, mi toma de contacto en el modus vivendi local ha sido intensa. Un periodo febril, marcado por los sondeos, las apuestas, y las acaloradas discusiones, donde, sin nunca llegar a la sangre, cada uno intentaba imponer su punto de vista, y convencer, llevar a su huerto a los indecisos.
Para estar a la altura de tanta agitación/interés, el domingo pasado no me quedó más remedio que vivir en tríplex las elecciones europeas. Por un lado seguir en directo lo que se cocía in situ: En todos los cafés, tabernas, terrazas, se oían comentarios, interesados o no, sobre quien iba en cabeza, estaba cosechando más botín. Y por otro, a través de la red, seguir lo que estaba pasando en nuestras autonómicas y ayuntamientos. Sin perderme tampoco el pulso Le Pen-Macron (con los chalecos amarillos de por medio), para luego poder rendir cuentas a mis colegas griegos.
No voy a entrar en un balance de cómo se distribuyeron las cartas al final de la jornada. Solo decirles que, en Grecia, la derecha de Neo Demokratia, le ganó de largo al partida a Syriza (Tsipras ya ha anunciado que adelanta a junio las próximas legislativas, seguimos pues en campaña) y, en la cola, cuestión de honor, el KKE (los últimos mohicanos" comunistas) quedó por delante en la foto finish a los de Amanecer Dorado. En Francia se dio casi un match nul, ganadora Marine a los puntos (por un margen mínimo, 0,9%) pero obteniendo dos parlamentarios menos en Bruselas que en 2015. Y de lo nuestro, qué les voy a contar, llevan ustedes una semana de celebraciones, de penitencia y pactos, y están ustedes mejor informados que un servidor. Y solo me queda espacio para desearles que pasen un buen junio. ¡Kalo mina! ¡Buen mes!
