Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Desde Bali

Descubriendo las maravillas de la naturaleza

Un orangután subido a una tabla dispuesto a comer. ingimage

Una vez al mes intento salir de la ajetreada urbe balinesa donde vivo para explorar nuevos paisajes y descubrir la auténtica Indonesia, a sabiendas de todos que Bali es una excepción en modus operandi y cultura en comparación con el resto del país.

Esta vez me dirigí hacia al norte, rumbo a Borneo, o Kalimantan, que es su nombre indonesio. Borneo es la tercera isla más grande del mundo y puedes estar en tres países a la vez sin salir de ella; Indonesia, Malasia y Brunei. A parte de estas peculiaridades, también es el único lugar, junto a Sumatra, donde se pueden ver orangutanes en libertad, razón principal de mi viaje.

Después de varios aviones de dudosa fiabilidad, llegamos a Pangkalanbuun, donde un conductor nos recogió para llevarnos al punto de inicio de la aventura. A las orillas de la bahía de Kumai nos esperaba nuestro klotok, un barco fluvial tradicional, y que sería nuestra casa flotante durante cuatro días para visitar el parque nacional de Tanjung Puting.

La cubierta del klotok es donde haríamos vida, cuenta con dos sillas en la proa para contemplar el paisaje; un colchón, al que por la noche le ponen sábanas, una mosquitera en la que se duerme como un bebé; y una mesa para comer.

También hay un pequeño baño con el cual te apañas para sentirte limpio, ya que descubrimos el último día que el agua que se utiliza es la del río. Conexión: el agua del río es marrón y el agua del grifo ligeramente amarronada. Muy avispados no darnos cuenta hasta el final...

Durante el tour navegamos por el río Sekonyer, el cual separa la zona habitable y el parque nacional donde viven los orangutanes. Cada día hacíamos varias paradas en campamentos de recuperación de orangutanes que hay en el parque. Los 'rangers' de cada campamento ponen plátanos y boniatos en una plataforma de madera en medio de la jungla a una hora determinada con el fin de asegurarse de que los animales coman al menos una vez al día, y además de sacarse un dinero con los turistas como nosotros que van a contemplar como comen los primates.

Que los orangutanes estén en libertad boicotea un poco el negocio, ya que no te aseguran que vayas a verles porque pueden encontrar comida en cualquier otra parte de la jungla.

Nosotros tuvimos suerte y vimos muchos orangutanes, además de monos narigudos, cocodrilos y un gibón muy loco. Durante los primeros dos días solo vimos orangutanes hembras, algunas con sus bebés colgando o con la cría siguiéndolas y haciendo volteretas para llamar nuestra atención. Adorable.

No fue hasta el último campamento donde pudimos ver a un macho dominante, mucho más grande que las hembras. Aunque se hizo de rogar, estuvimos una hora de reloj esperando en la húmeda selva. Ya podíamos irnos en paz. Por desgracia, no sabemos si podremos repetir la experiencia ya que están en grave peligro de extinción, debido, sobre todo, a la destrucción de su hábitat para la producción de aceite de palma.

Fueron cuatro días de desconexión del mundo real, en la selva no hay señal. Donde la comida era deliciosa, el cielo más estrellado que nunca y el despertador fueron monos agitando ramas de árboles. ¿Quién no compra?

Compartir el artículo

stats