Franco era un hombre con suerte —baraka, decía él—. La palmaron Sanjurjo y Mola, quedándose de jefe supremo del golpe militar; José Antonio fue fusilado por el gobierno legítimo de la República, evitando así que al dictador le discutiera nadie su liderazgo. Ni militares ni civiles. A Francina Armengol le pasa lo mismo, tiene suerte. Heredó de su papá la dirección del PSIB de Inca, igual que Felipe VI heredó la corona de Juan Carlos I; tuvo la suerte después de tener de referente local al poco luminoso Xisco Antich, evidenciándose inmediatamente que ella era mejor para dirigir el cotarro sociata de las islas (ella y cualquiera, claro); tuvo la suerte del bajón del PP coincidiendo con el peor resultado del PSIB, accediendo así a la presidencia del Govern; y ahora tiene a Ciudadanos y a Vox. Suertuda.
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Los puntos sobre las uves