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Salud

Prevenir con aspirina

Las personas de entre 50 y 59 años con probabilidad alta de problema cardiovascular se pueden beneficiar del ácido acetilsalicílico

Prevenir con aspirina

Recuerdo aquella mañana que me levanté a recoger el The New York Times que cada día dejaban a la puerta de mi apartamento. En primera página denunciaban que se había detenido un importante ensayo clínico antes de tiempo porque un análisis no previsto en el diseño demostraba que los que tomaban aspirina tenían menos riesgo de enfermedad coronaria, aunque aumentaba algo el desangrado, incluido el cerebral. Los autores decían que un beneficio así no se podía hurtar a los que por azar tomaban un placebo.

La polémica surgió porque los defensores de la ortodoxia decían que mirar los datos antes de tiempo ponía en duda la credibilidad de los hallazgos por un asunto de puro azar. El asunto es como sigue. Cuando se encuentran diferencias en el riesgo entre dos poblaciones, la que toma aspirina y la que toma placebo, uno puede encontrarla solo por azar. Y si los mira muchas veces, la probabilidad aumenta. En el diseño hay que contabilizar ese error. Y es lo que se hace desde entonces: los ensayos clínicos proponen análisis intermedios, precisamente por si las cosas van mejor de lo esperado, o mucho peor, y por cada análisis se hacen ajustes estadísticos para evitar errores. Ese fue uno de los bienes que trajo este estudio en el que médicos voluntarios aceptaban tomar bien aspirina, 325 mg a días alternos, y betacaroteno; solo aspirina o solo betacaroteno, ambos con placebo, o solo placebo: cuatro grupos elegidos al azar. El betacaroteno es un pigmento que tiene dos propiedades: se convierte en vitamina A, que se decía tenía propiedades quimiopreventivas de cáncer, y como enorme molécula que es circula como un atrapador de sustancias, por ejemplo cancerígenos, reduciendo así el riesgo de enfermedad. Esa parte del ensayo, que se prolongó varios años, no dio ningún resultado: los betacarotenos no reducen la probabilidad de cáncer.

Aquella fue la primera prueba contundente de la bondad de la aspirina para prevenir la enfermedad coronaria. Mientras hace 50 años la mayoría de las recomendaciones se basaban en la experiencia y la lógica de la biología, hoy se pide que todo esté basado en resultados de ensayos clínicos doble ciego, es decir, que ni el paciente ni el médico sepan qué está tomando el enfermo, controlados y aleatorizados. Pero aún más. Si hace años los resultados de un estudio, por ejemplo, el efecto de los diuréticos en el control de la hipertensión y la mortalidad cardiovascular, bastaban para recomendar universalmente el tratamiento, hoy ese conocimiento solo se aplica a los colectivos representados en el estudio según su edad, sexo y condiciones de salud. Y hoy más que nunca se vigilan los efectos secundarios y con ello y otras informaciones se calculan las ganancias en salud ajustadas por calidad. De manera que no basta con ganar años de vida, hay que ganar vida en los años.

La aspirina es uno de los primeros medicamentos, anuncia la explosión de la industria farmacológica de finales del XIX y principios del XX. Cuando ocurre un infarto se recomienda que pronto se coloque una aspirina debajo de la lengua: para intentar aclarar el trombo.

¿Cómo están las cosas hoy, después de más de 30 años de investigación sobre el papel preventivo de la aspirina? Sin duda, debe administrarse a todos los que han sufrido un problema coronario y no tienen riesgo de sangrado. Donde hay más discusión es en las personas sanas. Cuánto beneficia, a quién y con cuánto riesgo. En síntesis, y posiblemente revisable, se puede decir que las personas entre 50 y 59 años con una probabilidad moderadamente alta, 10%, de sufrir un problema cardiovascular en los próximos 10 años, que no tengan riesgo de sangrado, se pueden beneficiar de la toma de 100 mg diarios de aspirina. A partir de los 60 las cosas ya no están tan claras en el balance riesgo-beneficio, aquí las preferencias cuentan, y desde los 70 ya no se recomienda.

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