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Salud

La belleza

El ser humano rinde tributo a la naturaleza con una inclinación hacia los objetos que remedan su armonía, equilibrio y ritmo

La belleza

Qué es la belleza y por qué nos interesa, por qué la cultivamos desde que empezamos a dejar rastro. Cada hoja de un árbol es un tratado de simetría y equilibrio. Es el resultado de la mejor funcionalidad para captar la luz del sol y el CO2. Las flores han desarrollado unos colores y unas formas que emocionan. Admira en las más modestas los finos moteados de colores suaves en perfecta armonía. Así, con sus formas, colores y aromas, atraen a insectos y aves. Ellos se encargan de diseminar su polen y asegurar su supervivencia. Se supone que aquellas que más atraían tenían más descendencia, ocupando poco a poco el espacio de las menos vistosas. Algunas incluso llegan a parecerse a los insectos o aves hembras. Los dinosaurios desarrollaron un pelo que se cree que servía para guardar calor. Poco a poco creció y se hizo más complejo: nacieron las plumas, multicolores y de formas caprichosas. Ellos nunca volaron. Sus herederos, las aves, sí. Y las emplearon para mejor suspenderse en el aire. Y continuaron en su invención de variedades de formas y colores. Darwin no sabía cómo encajar el despliegue de la cola del pavo real en la teoría de la selección de las especies. "Como muchas de nuestras aves más hermosas, algunos peces, reptiles y mamíferos y una gran cantidad de mariposas de colores magníficos se han vuelto bellas por la belleza misma". Aunque esto no pocas veces, continúa diciendo, amenace su supervivencia. Pero fue más celebrada la explicación que dio Wallace, que, como saben, lo atribuyó a la selección sexual: "El color y los adornos se correlacionan con la salud, el vigor y la aptitud general para sobrevivir". Desde entonces se viene aceptando que la hembra "sabe" qué machos tienen los genes que aseguren la viabilidad de sus crías. Para que esto sea así tendrían que ocurrir al menos dos cosas: que los genes que hacen más apto al individuo se correlacionen con los que le hacen que sea un espléndido cortejador y pueda derrochar en belleza y fuerza, y que las hembras los hubieran preferido quizá por ser más vistosos, insistentes o no dejar opción a los otros. Fisher, que armó la teoría de la evolución con potentes estadísticas, postula que quizás en un comienzo ellas habían preferido ciertos rasgos sin valor, como el plumaje brillante, que por casualidad se correspondían con la salud y el vigor. Sus descendientes heredarían los genes tanto de la preferencia de su madre como del rasgo de su padre.

Se pueden citar ejemplos bastante claros de selección sexual: hay especies de ranas hembras que eligen a los machos más grandes porque son las que las pueden cubrir. Unos pequeños pájaros tropicales, los saltarines, han desarrollado un canto que seduce a las hembras a base de frotar las alas, y en el transcurso del tiempo fortalecieron sus huesos, lo que les dificulta volar. Huesos sólidos que también tiene la hembra, ella sin ningún objeto. No hay ventaja alguna de supervivencia. Aunque nuestros sentidos no perciben el mismo mundo que los insectos, las aves y otros mamíferos, disfrutamos con la belleza que a ellos les atrae. Además, somos capaces de encontrarla en otras manifestaciones que no parece que se asocien con la atracción sexual. Y hemos recreado el concepto de belleza en la plástica, libres de las imposiciones de la naturaleza. Porque quizás el primer impulso haya sido crear objetos que remeden su armonía, equilibrio y ritmo. Un culto a la naturaleza del que poco a poco nos evadimos.

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