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Salud

El cerebro en la cocina

El fuego posibilitó la alimentación con una dieta más energética que permitió multiplicar el número de nuestras neuronas

El cerebro en la cocina

En el albor de la medicina científica se pensaba que estábamos constituidos por cuatro elementos, agua, fuego, aire y tierra, a los que corresponden cuatro humores, bilis negra con la tierra, la bilis amarilla con el fuego, la flema con el agua y la sangre con el aire. La enfermedad es el resultado de un desequilibrio entre humores, o su cocimiento, que resulta en la materia pecante a la que hay que expulsar. Entonces, como ahora, a cada parte del cuerpo se le asignaba una función. El cerebro era una bomba hidráulica que refrigeraba los humores. Hasta que se inventaron las máquinas y ése fue el modelo. Al principio se asoció a un "telar encantado". Pero la idea de un reloj parecía más adecuada. Y cuando llegó el teléfono y se montaron centralitas, así se vio al cerebro. Hoy se trata de desentrañar desde la perspectiva de un supercomputador biológico.

Hay muchos mitos respecto al cerebro. Uno de los más asentados es que sólo utilizamos el 10% de su capacidad. Cómo se creó ese mito que aparece en algunos libros de texto es difícil de saber. Un segundo mito muy extendido es de los dos cerebros: el creativo y el racional. Se dice que el hemisferio derecho es imaginativo, soñador mientras el izquierdo es el que nos pone en la tierra, reduce nuestra fantasía a los hechos. Un poco más intrincado y menos popular es la composición del cerebro. Hoy sabemos que tienen muchas funciones, quizá la más importante es que guían a las neuronas en su recorrido para formar circuitos neuronales. Porque el cerebro está en proceso de formación sobre todo los primeros años de vida: las neuronas buscan su sitio y lanzan sus terminaciones para encontrar el lugar donde establecer un contacto. Durante años se pensó que había diez veces más neuroglías que neuronas. Un mito que se basaba en estudios parciales de porciones de cerebro. Un asunto que parece que resolvió la investigadora brasileña Suzana Herculano- Houzel. Pensó que, como cada célula cerebral tiene un solo núcleo, bastaría contarlos. Lo primero que hizo fue fortalecer su piel inyectando formaldehido, luego cortó y machacó los cerebros en un mortero. Antes de mirar esa papilla en el microscopio tiñó todos los núcleos. Así ha llegado a saber cuántas células tienen los cerebros de diferentes animales. En el humano unos 86.000 millones de neuronas y casi las mismas neuroglías. El cerebro más grande es el del elefante. Es lógico, los animales tenemos un cerebro proporcional al cuerpo. Lo que nos diferencia del resto de los animales es la proporción de neuronas en la corteza cerebral, la sustancia gris. Allí es donde se combina y compara la información, se encuentran patrones y se hacen predicciones. Pero lo más importante: se cree que es donde reside la habilidad para liberarse del aquí y ahora e incluso de nosotros mismos. En definitiva, nos permite ser otro en otro lugar y tiempo. En esa facultad reside la ficción.

Cómo llegó el ser humano a tener tantas neuronas en la corteza. Una teoría es el fuego. Los productos cocinados son más energéticos: se necesita menos tiempo para alimentarse. Los primates tienen un cerebro proporcionalmente pequeño para su cuerpo. La teoría es que si lo tuvieran proporcional no habría horas del día para lograr alimentos. Porque el cerebro es gran consumidor de energía. La teoría es que el fuego liberó al ser humano de ese trabajo. Mientras a los primates les llevó 50 millones de años llegar a tener 30.000 millones de neuronas, en 1,5 millones de años nuestra especie añadió 56.000 millones. ¿Cocinar nos hizo?

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