La bandera que llevaban las tres derechas el otro día, y la que suelen enarbolar los tontopijos indepes, deberían estar prohibidas para aquellas personas que, por ejemplo, atacan la educación pública; no deberían llevarla los que nos han robado a través de Hacienda; deberían estar fuera del alcance de todos los memos que intentan privatizar la asistencia sanitaria; deberían estar lejos de los jueces que atacan la libertad de prensa, que es la nuestra; y no deberían colgarla de sus balcones los antipatriotas que han callado cuando sus compañeros de partido trincaban como sinvergüenzas. Esas usurpaciones de los talibanes catalanes y los híperpatriotas de la hispanidad han surtido su efecto, y por eso la gente no siente que ninguna de esas dos banderas sean suyas. Ladrones.
Los puntos sobre las uves