Desde un punto de vista evolutivo cuesta entender por qué un cuadrúmano, exactamente idéntico al resto de sus congéneres de especie, va y suelta que su identidad es diferente a la de los demás y que merece y desea ciertas atenciones en base a esas diferencias. Sigmund Freud, que le pegaba a la cabeza con afición, además de dedicarse a sumir a la psiquiatría en un retraso de siglo y medio en relación con las demás especialidades médicas, también le arreó a este tema, y ridiculizó la obsesión que algunas personas —cuadrúmanos— tienen por exaltar sus diferencias y sus identidades colectivas con una expresión: El narcisismo de las pequeñas diferencias. Pequeñas diferencias que son todas artificiales y solo tienen una utilidad: exaltar el ego colectivo y el tontolhabismo.
Los puntos sobre las uves