La cocina mallorquina, tan copiosa en los días de Navidad y Año Nuevo y entre medio, llega a los primeros días del nuevo año con una sensación de hartazgo y, al margen de la cuesta de enero (repecho de carácter económico aplicable cada vez más a todo el año), emprende una cocina mucho más austera y baja en calorías a la espera de la llegada de unos días de gastronomía popular exuberante y poco light; nos referimos a los días (y noches) de sant Antoni y sant Sebastià. Su gastronomía, basada en los pueblos de la isla en el consumo de embutidos y carne de cerdo, con alguna excepción, -¡benditas excepciones!- como sa Pobla, donde anguilas, arroces, espinagadas y cocas de diversa especie ocupan unas jornadas gastronómicas muy especiales.
Si bien hay regiones y nacionalidades que celebran la Epifanía (los Reyes) con especial solemnidad y rica gastronomía no es este nuestro caso; a excepción de rosco de Reyes, llamado rollo en algunos pueblos, costumbre importada hace relativamente poco y que no ha llegado a hacerse un puesto entre nuestras tradiciones gastronómicas, hasta el punto que un libro tan exhaustivo con el calendario gastronómico como el de Miquel S. Font Poquet Cuina i menjar a Mallorca, història i receptes pasa de puntillas sobre esta fiesta de la que cita únicamente, el tortell (rosco, rollo) de Reyes.
Llega el momento ideal para los platos de verduras.