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Oblicuidad

El nuevo periodismo se escribe al galope

El nuevo periodismo se escribe al galope

Es cansino volver al origen del nuevo periodismo en un Tom Wolfe que está a punto de incumplir el plazo de entrega, por lo que aporta sus anotaciones, que son transcritas sin adiciones ni correcciones y se convierten en una obra de arte. Esta técnica, al margen de reflexiones y revisiones, define a la práctica totalidad de las piezas que aparecen hoy en publicaciones digitales. Por desgracia, de la misma forma que Lloyd Bentsen le soltó a su rival presidencial Dan Quayle que "yo conocí a Jack Kennedy, y usted no es Jack Kennedy", la mayoría de nosotros tampoco somos Tom Wolfe.

El periodismo es la historia escrita al galope, con la pasión y las limitaciones que este frenesí conlleva. De ahí a escribir al galope media un trecho, que ha sido violentado en la producción actual. Textos maquinales y apresurados, prácticamente sin autor, donde la única condición es la llegada a la meta en los párrafos convenidos y con el cronómetro al cuello. Ni el fulgurante Francisco Umbral se atrevería a publicar al ritmo del tecleado en su anciana máquina de escribir. Y la mayoría de nosotros no somos Francisco Umbral.

En tiempos en que se programa hasta el aburrimiento, los artículos por llamarlos de alguna manera van etiquetados con el tiempo necesario para leerlos. Por piedad, deberían comprimirse a la baja estos lapsos, para que el lector acelerado omita la dudosa calidad en la elaboración de los textos. Sin embargo, se trata de aportar soluciones y no de embarcarse en una sensiblera condena de la dictadura digital, al estilo de Jaron Lanier. Entre otras cosas, porque la mayoría de nosotros no somos Jaron Lanier.

En lugar de adjuntar el tiempo previsto de lectura de un artículo, como una soga adicional para un consumidor que hoy exige un ingrediente angustioso incluso en la actividad más placentera, las piezas periodísticas adjuntarán los minutos y segundos invertidos en la confección del texto en cuestión. De este modo, el lector avisado advertiría de entrada que un pseudoanálisis sobre las elecciones brasileñas vomitado en siete minutos desde Madrid, carece de los estándares que requiere su atención lectora.

Para afianzar la calidad de la escritura, los artículos incorporarán uno, dos y hasta cinco jamones, como en el ibérico de bellota, para determinar la calidad de la prosa en cuestión. Y junto a las secciones de vídeo y de redacción instantánea, los medios digitales acondicionarán una habitación aislada, donde los analistas dispondrán de hasta una hora de sosiego para concebir sus criaturas. Menudo lujo.

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