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Ilustrados del XVIII, el inicio de la escuela pública en Mallorca

La ilustración posibilitó, entrado el siglo XVIII, que en Mallorca se crearan los primeros centros docentes a los que pudieron acceder las clases sociales hasta entonces marginadas

Pintura que muestra los ejercicios empleados en las escuelas de Primeras Letras en el siglo XVIII

Los primeros colegios públicos en Mallorca no cobraron carta de naturaleza hasta entrado el siglo XVIII, el de las luces, cuando los ilustrados, que en España fueron pocos y únicamente dispusieron del favor de un rey, Carlos III, concluyeron que era imprescindible extender la enseñanza básica a hasta dónde fuera posible. Siempre bajo el control de la Iglesia católica, que no renunció al monopolio de la educación, que entonces retuvo mayoritariamente, las primeras esuelas públicas vieron la luz en la isla. Se inició así la lenta universalización de la educación, que, para las clases populares, pasaba esencialmente por aprender a leer y escribir. Deberían transcurrir dos siglos, hasta la segunda mitad del siglo XX, para que se erradicara el analfabetismo.

El historiador Eduardo Pascual, profesor de Historia Moderna de la UIB y especialista en el siglo XVIII, ha elaborado un amplio estudio sobre Las escuelas de primeras letras y gramática en Mallorca durante el siglo XVIII, en el que analiza exhaustivamente la creación de los primeros colegios. La irrupción de la Ilustración marcó un lento despertar en el plano cultural cuyos pasos marcaron la tímida mejora del sistema educativo, hasta entonces medieval. Los resultados al iniciarse el siglo XIX, resalta el profesor Pascual, eran decepcionantes al persistir elevadas tasas de analfabetismo, al existir, pese a los esfuerzos llevados a cabo en las décadas anteriores, un número insuficiente de escuelas y mal repartidas, a lo que hay que añadir las carencias de las prácticas pedagógicas de maestras y maestros. Los ilustrados eran plenamente conscientes de que en la promoción educativa de la sociedad residía el factor de cambio de mentalidad. Uno de los grandes ilustrados, Melchor Gaspar de Jovellanos, al que el absolutismo de Fernando VII, el rey felón, mantuvo preso en el castillo de Bellver, dejó dicho: "mallorquines, si deseáis el bien de vuestra patria, abrid a todos sus hijos el derecho de instruirse, multiplicad las escuelas de primeras letras; no haya pueblo, no haya rincón donde los niños de cualquier clase y sexo que sean, carezcan de ese beneficio...".

Tradición y modernidad

Mallorca asistió, resalta Eduardo Pascual, como una más de las provincias españolas, a los procesos educativos que se viven en la España del siglo XVIII, pero con unas particularidades que la diferencian en su forma: la isla se debatió entre su apego a las tradiciones y las novedades que llegaban de la mano de la Ilustración. Por lo que concierne a la educación elemental dispuso de estudios de enseñanza primaria, los denominados de Primeras Letras, y secundaria, Gramática y Retórica, que permitían a los alumnos más aventajados, sin necesidad de abanonar la isla, entrar en los estudios superiores o universitarios, en la Real y Pontificia Universidad Literaria.

A lo largo de todo el siglo XVIII el patronazgo de la educación pública en Mallorca recayó sobre el Ayuntamiento de Palma al asumir las competencias educativas. Eran los ayuntamientos los responsables de las escuelas locales y en los municipios en los que no existía escuela pública la parroquia era el único lugar donde se aprendía alguna instrucción complementaria a la catequesis. Correspondía al cura párroco instruir a los niños en la escritura y cálculo elementales o las primeras letras a los huérfanos del Hospital General. El poder de la Iglesia en la educación insular se puso de manifiesto, afirma Eduardo Pascual, al estar en sus manos la mayor partede las escuelas fundadas por órdenes religiosas. En la época el analfabetismo alcanzaba porcentajes del 80 por ciento de la población, lo que da idea del ingente trabajo que los ilustrados querían llevar a cabo.

Estos, dada la situación, con independencia de la opinión que mantuvieran sobre el papel de la Iglesia, no podían dejar de considerarla como un factor importante a pesar de su radical oposición a las reformas educativas que preconizaban. En cuanto a la educación femenina la precariedad era absoluta, puesto que en Ciutat solo se disponía de la Casa de la Crianza, destinada al retiro, recogimiento espiritual, ejercicio de la "virtud" y educación de niñas (doncellas) cuyos padres pertenecían a las denominadas "buenas familias" o de "calidad", a lo que hay que añadir los preceptores, leccionistas, o profesores privados que impartían docencia a los vástagos de las familias pudientes, las únicas que podían permitírselo. A este panorama hay que añadir las escuelas de primaria fundadas por la Sociedad Económica Mallorquina de de Amigos del País, resultado de la influencia de la Ilustración en Mallorcsa.

El panorama educativo elemental estuvo garantizado por las instituciones políticas y religiosas, aunque devino mal dotado. Palma, que contaba con un censo de 34.000 habitantes, tenía mejor infraestructura escolar que el resto de la isla, disponiendo de 11 centros de primeras letras y gramática.

Un rápido análisis, precisa el profesor Pascual, pone de manifiesto cómo la Iglesia católica tenía en su poder parte de la enseñanza básica y secundaria. De la quincena de profesores que impartían clases en los once centros docentes, nueve vestían sotana, tres eran licenciados, dos estaban adscritos a la universidad y uno sin indación. Ello permite colegir que la enseñanza de primeras letras y gramática radicaba muy mayoritariamente en centros religiosos de las diferentes órdenes radicadas en Ciutat. Santo Domingo (dominicos), San Francisco (franciscanos), Nuestra Señora del Carmen (carmelitas), Nuestra Señora del Socorro (agustinos), el Santo Espíritu (trinitarios), Oratorio del Santo Sepulcro (San Felipe Neri), San Francisco de Paula (mínimos), San Cayertano (teatinos) y la parroquia de San Nicolás (calle Pelaires) eran los colegios controlados por la Iglesia. A pesar de la secularización auspiciada por los ilustrados, los progresistas del siglo de las luces, las instituciones municipales tan solo eran responsables de una pequeña parte de la educación infantil: Universidad Literaria y Colegio de Nuestra Señora Monte de Randa, el resto estanba en manos de los estamentos eclesiásticos.

Las escuelas de primeras letras estaban destinadas a que el alumno adquiriese conocimientos de lectura y escritura, además de cálculo mental y la doctrina católica, con una finalidad moralizante, siempre en lengua castellana, imposición derivada del decreto deNueva Planta de Felipe V, dictado después de la Guerra de Sucesión de 1714, quedando excluido el latín, por ser impropio del nivel educativo que se impartía.

En la part forana existían tres centros de gramática. El más prestigioso era el de Nuestra Señora de Cura, situado en el monte de Randa, siendo una extensión de la Universidad Literaria y por tanto bajo el patronazgo de los regidores del Ayuntamiento de Palma, aunque la docencia correspondía a los franciscanos. El resto de las escuelas de gramática de Mallorca, fundadas y dirigidas por religiosos, eran el Colegio de Montesión de Porreras y el de Santa Magdalena de Inca.

El panorama educativo primario mejoró en la segunda mitad del siglo debido fundamentalmente al impulso de la Real Sociedad Económica Mallorquina de Amigos del País, al fundar tres escuelas de primeras letras en Palma que recibieron el nombre de escuelas patrióticas. Las dos primeras estaban ubicadas en los oratorios de San Felio y San Pedro de la calle Sindicato. La tercera fue creada al iniciarse el siglo XIX, concretamente en 1800, en el oratorio de La Lonja. Se financiaron con las cuotas de los socios de la Sociedad de Amigos del País y las contribuciones económicas del obispado. Cada maestro impartía lectura y escritura, además de la doctrina católica a veinte alumnos pobres (sin propina) aunque podía acoger hasta una cuarentena de estudiantes con una gratificación o propina de veinte sueldos mensuales por alumno. Gracias a los informes mensuales que se remitían al Obispado, se conocen las profesiones de los padres de los alumnos, que se dedicaban mayoritariamente a la navegación (marineros) y a la ebanistería, carpinteros de embarcaciones.

Educación femenina

La educación femenina de primeras letras se mantuvo a gran distancia de la masculina. Tradicionalmente, las niñas recibían educación en sus casas, dado que para la nobleza y la emergente burguesía constituia un signo de disitnción disponer de maestros privados que impartieran clase a sus hijas en casa mientras que la mayor parte del pueblo no podía acceder a ella por carecer de medios económicos.

El acceso de las niñas a la formación regulada será extremadamente dificultoso a pesar de cierta voluntad del rey Carlos III y de intelectuales como Jovellanos, Feijoo o Campomanes al valorar la utilidad de las mujeres y su necesidad de instrucción. Los niveles elementales en las escasas localidades que impartían enseñanza femenina pueden resumirse básicamente en lecciones prácticas sobre labores del hogar y el cuidado de los hijos. No puede hablarse de alfabetización, porque el aprendizaje de lectura y escritura era optativo, no así la doctrina católica, obligatoria. Hubo que aguardar a los años finales del siglo XVIII, hasta 1783, para que vieran la luz planteamientos de ordenación y difusión de centros docentes estatales destinados a las niñas.

En el siglo XVIII la enseñanza pública en Mallorca disponía de tres niveles: escuela de primeras letras; gramática y latín, lo que hoy sería la enseñanza secundaria, y la enseñanza universitaria. Los alumnos que deseaban cursar estudios de ciencias obligatoriamente debían desplazarse a la península, a lo que únicamente tenían acceso los pertenecientes a las clases altas, nobles y burguesía adinerada. El XVIII es el siglo en el que en Mallorca nace el embrión de lo que lentamente acabará siendo, mucho más tarde, hasta bien entrado el siglo XX, la enseñaza pública digna de tal nombre, la que vivirá su gran eclosión con las reformas educativas que puso en marcha la Segunda República (1931-1939) cercenados de cuajo por la Guerra Civil de 1936. Los ilustrados mallorquines del XVIII fueron quienes pugnaron por mitigar las seculares carencias educativas de Mallorca.

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