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Oblicuidad

Concha García Campoy en la actualidad

Concha García Campoy en la actualidad

En una biografía firmada por Miguel Dalmau obtienes tanto material sobre el escritor como sobre su personaje. Concha García Campoy, la gran ilusión no constituye una excepción a este retrato de autor, pero el mayor mérito del libro consiste en actualizar a la periodista. En convertirla en un ser de rabiosa actualidad, por citar un tópico que jamás emplearía la gran dama de las ondas y las cámaras.

A quienes trabajamos durante años junto a Concha, y que no podríamos llamarla de otra manera, La gran ilusión nos ha rebelado de nuevo contra su muerte. Nos ha aproximado al dolor, por mencionar un sentimiento incompatible con el periodismo. Y todo ello dentro de un libro mediterráneo, en calma, que nos permite intimar con el estribillo No drama Obama aplicable a la ibicenca adoptiva.

La gran ilusión sería una biografía autorizada si Dalmau fuera capaz de obedecer a cualquier autoridad. Este conflicto entre la rebeldía y el trabajo en medios de masas también era patente en Concha, consciente de que “los ministros nos bajan la audiencia” pero que en el plató trataba con exquisitez a los gobernantes. Delegaba la crueldad, “preguntadles después con rabia, porque yo soy una madre”. Así fue como logré enemistarme en Las mañanas de Cuatro con Carme Chacón o Trinidad Jiménez, con Esteban González Pons o Gustavo de Arístegui.

Nada complace tanto a Dalmau como estrellar al periodismo contra sus contradicciones, en La gran ilusión orquesta la colisión desde una fascinación por su personaje que desborda el encargo inicial. Esta es mi biografía, pero tengo otra. Sabemos en trescientas páginas lo que el autor piensa de Concha, que a su vez sentía una extraña simpatía por un escritor al que había estudiado durante la gestación del biopic de Gil de Biedma.

La literatura ha muerto, incluso en su variante de ficción. De ahí que la gran aportación de La gran ilusión sea el embrión de una teleserie de éxito garantizado. Partiría del duelo de alto calibre entre Concha García Campos y Marta Fernández, su sucesora en Las mañanas de Cuatro. Dado que Dalmau coloca en mi boca una valoración del conflicto, solo queda añadir que es una lucha entre dos contendientes asistidas por virtudes irrefutables. La estrella consagrada y la aspirante sobrada de inteligencia ambiciosa. El estallido no surge de los métodos que utilizaron, sino de que ambas eran magníficas comunicadoras, similares incluso en el magnetismo físico. Era tan difícil mirar y escuchar a la vez a Concha.

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