Dicen los estudiosos que el pan, el aceite y el vino fueron los primeros alimentos procesados por la humanidad. El pan fue la base de la alimentación de la isla a lo largo de su historia, aunque su consumo cayó en las últimas décadas, víctima de la llegada de nuevas culturas gastronómicas y por hacer caso a teorías que le atribuían efectos dietéticos negativos que, pasados los años, se demostraron sin base.
Quizás su desgracia consistiera en ser considerado un alimento de clases humildes y aquí, tras la llegada del bienestar, pocos querían pertenecer a ellas. En el Renacimiento, las clases pudientes consumían un 44% de carne por tan solo un 18 de pan; en las humildes el pan superaba el 40% y su complemento no era la carne, sino el pescado seco, las aceitunas o el queso. Untado con aceite o manteca, con sobrasada, queso, membrillo, chocolate y otros aditamentos fue la base de las meriendas populares de la posguerra.
Acompañado de aceite y tomate de ramellet constituye el plato nacional, el pamboli y cortado en finas rebanadas es la base de las sopas, un plato de consumo diario en la payesía y cuya variedad no tiene límites. O acompañando el trempó y tantos otros platos donde el pan se hace indispensable.
Poco a poco caen los tabúes sobre el pan y pueden disfrutarse, sin complejos ni prejuicios, pambolis y llonguets como base de combinaciones múltiples.