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Desde Grecia

´La saison´

Vista desde la terraza del restaurante Rementzo en Frikes (Ítaca).

Este es el término -de etimología incierta, pronúnciese como en francés- utilizado comúnmente en Grecia para referirse a la temporada. Temporada turística, se entiende. Y este año la saison ha sido buena, muy buena. El personal está cansado pero contento, sonrisas y buen humor tras un julio/agosto de récord. Les escribo desde Ítaca, tomándome unos vinos con mi amigo Nectario en la terraza de su restaurante, Rementzo, en Frikes, despidiendo el mes y comentando la placidez del instante. En el horizonte ya la promesa de un septiembre más tranquilo, la propina, dulce, de una saison redonda.

Y como para confirmar lo que les cuento, aún resuenan en esta isla perdida los ecos de la visita sorpresa del primer ministro hace apenas una semana. Alexis Tsipras, o Ulises Tsipras si lo prefieren, aterrizó en el minúsculo helipuerto de Ítaca, en la falda del monte Neriton, para escenificar el regreso de Grecia a la normalidad tras una larga, y triste, Odisea. En un discurso emotivo, evocando diversos pasajes del periplo odiséico, el largo y curvo camino del hijo de Laertes, Tsipras se puso en la piel de Homero para llegar al corazón de sus compatriotas. La travesía, el viaje, ha sido duro, terrible, pero hemos superado todas las adversidades. Atrás quedan los cíclopes, las sirenas, los lestrigones, Scilla y Caribdis, la troika, la deuda, el mal trago del último decenio. Grecia, de nuevo altiva, recupera la dignidad y mira al futuro con esperanza.

Bueno, al menos ese era el mensaje, cargado de buenas intenciones. Pronunciado precisamente en el momento oportuno, al encarar el cierre de una temporada que se quiere histórica. Para contrarrestar ese instante eufórico he de decirles que, pese a los buenos augurios, sigue reinando un cierto escepticismo en cuanto a la real recuperación del país.

En las islas, tanto en el Jónico como en el Egeo, de las Eptanisi al Dodecaneso, pasando por las Cicladas, llevan varios años de bonanza, suficiente como para sobrevivir con dignidad a los crudos inviernos. Pero en Atenas y en las grandes aglomeraciones urbanas de Salónica o Patras -que entre las tres suman los dos tercios de la población helena- el panorama no es tan alentador. Cierto, el país ya no está intervenido, y los síntomas de la recuperación, índices económicos, apuntan discretos como la luz que aparece al salir del negro túnel. Aunque cuando uno repara en los precios, los porcentajes del IVA en productos básicos, por no hablar de la gasolina o el diésel, todos por las nubes, la realidad de la vida cotidiana es otra. Ante la incapacidad del estado para recaudar tasas directas, los impuestos indirectos son la solución fácil. El futuro no es tan brillante como lo pintan, y aunque lo peor parece haber pasado, el día a día sigue siendo para la mayoría de los griegos un remar contra corriente.

Nada nuevo pues bajo el sol, ya que el tema es parte de la historia de Grecia. Tras muchos decenios de descontrol, de sufrir las alternancias en el desgobierno de una clase política poco escrupulosa -por no decir claramente corrupta- que propició el despilfarro de las generosas ayudas europeas, ahora Grecia empieza a afrontar, a lidiar, de un modo brutal, con la autofinanciación, con una fiscalidad propia de un estado moderno. En esas estamos, el panorama no pinta mal pero el camino será largo. ¡Les cuento más en un mes!

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