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Dictadura franquista

Congregación Mariana, un oasis de libertad

El sacerdote jesuita José Sabater hizo de la Congregación Mariana de Palma, en los años postreros del franquismo, un centro en el que el debate libre pudo manifestarse

Lugar en el que se encontraba el local de la Congregación Mariana. torrelló

Anocheciendo, el local de la Congregación Mariana de Palma, situado en la calle de Apuntadores, a pocos metros de la plaza de la Reina, se llena de gente, mayoritariamente joven, dispuesta a asistir a un debate sobre pluralismo político. Hay expectación, puesto que entre los ponentes se cuentan algunos sobradamente conocidos por su oposición al régimen. Se hace el silencio cuando el padre José Sabater, un jesuita que lleva casi dos décadas dirigiendo la congregación, da por iniciado el debate. En la calle y también en el local, se detecta la presencia, que nunca pasa inadvertida, de inspectores de la Brigada Político-Social de la Policía. Son agentes a las órdenes del comisario Meseguer, un policía, fascista hasta la médula, muy amigo de un colega de Madrid caracterizado por torturar sádicamente a los que pasan por sus manos. Es conocido por el mote de Billy el Niño. En el debate programado por el padre Sabater van a intevenir, entre otros, el abogado comunista Ignacio Ribas, el también abogado socialdemócrata Félix Pons y el periodista y profesor universitario Andrés Ferret. Los inspectores de la policía política tomarán nota de todo lo que se diga; también tratarán de identificar a los asistentes.

El acto transcurre en los inicios de la década de los 70 del pasado siglo, en los años del denominado tardofranquismo, los últimos de la dictadura del general Franco. El padre Sabater está más que acostumbrado a jugársela en cada debate que organiza. En Gobierno Civil se siguen de cerca sus actividades. Los sucesivos gobernadores civiles y jefes provinciales del Movimiento (partido único del régimen), Víctor Hellín Sol y Enrique Ramos Fernández, a los que sucederá el militar Carlos de Meer, quieren clausurar la Congregación Mariana, pero no es fácil hacerlo, porque dispone de la cobertura de la Iglesia católica; el Concordato vigente les pone las cosas difíciles.

Vida política

Lo descrito fue la constante durante buena parte de los años 60 y los primeros 70, los postreros de la dictadura del general Franco. En Palma la vida política estaba constreñida a la oficial, a la que emanaba del Movimiento, que por aquel entonces dirigían, bajo la batuta del gobernador civil, gentes como Gabriel Tous Amorós, Julio Barrado Torres, Miguel Garau Carbonell o Paulino Buchens, que fue el último alcalde franquista de Ciutat. La Congregación Mariana era el oasis de libertad en el que quienes se oponían a la dictadura podían expresarse con una cierta libertad, aunque siempre pendía la amenaza de la intervención de la policía. El padre Sabater había nacido en 1913 (falleció en 1992) haciéndose jesuita muy joven. Cuando la Compañía fue expulsada de España por el Gobierno de la Segunda República marchó a Roma y después a Chile, donde, según el catedrático emérito de Historia del Derecho de la UIB Román Piña, que fue su discípulo e íntimo amigo, “se empapó” de la cultura democrática imperante en el país hasta que fue truncada en 1973 por el golpe de Estado del general Augusto Pinochet. El padre Sabater, hermano de Antonio Sabater, quien fue en los años 60 director de DIARIO de MALLORCA, al regresar a España en la década de los 40, sin ser un declarado antifranquista, según el profesor Piña, tenía claro que era necesario instaurar en España un sistema político democrático, por lo que no es de extrañar que al hacerse cargo de la Congregación Mariana, en 1956, propiciara el giro aperturista que evidenció unos años después.

Progresivamente lo que sucedía en la Congregació fue tomando cuerpo, siendo conocido en los sectores sociales de Palma que buscaban poder expresarse libremente. En uno de los debates se generó un serio problema. Corre el año 1970, la dictadura sigue sin dar signos de debilidad. Apenas se ha cumplido un año de la designación por el general Franco de Juan Carlos de Borbón como su sucesor a título de rey tras jurar ante las Cortes, trufadas de camisas azules (el color del partido fascista Falange), uniformes militares y algunos prelados de la Iglesia católica, los Principios Fundamentales del Movimiento y lealtad al régimen. En la Congregación Mariana, se desarrolla uno de los abarrotados debates en los que se habla de apertura política, mantra recurrente aquellos años. Uno de los ponentes, recuerda Román Piña, es Gabriel Sevilla, que equipara los sistemas comunistas en cuestión de libertades al régimen franquista. La afirmación de Sevilla fue “los mismos perros con distinto collar”. La policía política, presente, como siempre, toma nota trasladando lo dicho a Gobierno Civil, donde se considera altamente injurioso para el régimen ser comparado con los comunistas, algo inaceptable. Se ponen en marcha los resortes coercitivos de la dictadura con el resultado de que el padre Sabater y Román Piña, que pertenece a la junta directiva, son citados a declarar en el juzgado de guardia, en el que está el magistrado Penalva, quien, sonriente, espeta a los citados: “Estén tranquilos, porque nosotros vamos a por Antonio Tarabini, que es quien nos interesa”. El sociólogo había dejado los hábitos de jesuita situándose en el campo del partido comunista. Acabó siendo detenido en los años finales del franquismo.

También ha quedado para el recuerdo otro sonado debate, sobre “religión y política”, en el que participaron Alberto Saoner, Andrés Ferret y Josep Melià, además de un joven sacerdote, que ha llegado a canónigo de la Seu, Joan Darder, y el citado Tarabini. El debate tuvo un seguimiento masivo; la decidida posición de los intervinientes favorable a un profundo cambio político suscitó nuevamente la alarma en Gobierno Civil, no faltando voces de los sectores más integristas del Movimiento, el denominado búnker, que demandasen medidas enérgicas, incluso la clausura de la Congregación Mariana. El padre Sabater tuvo que vérselas con las autoridades de la dictadura, puesto que el secretario general de Gobierno Civil Juan Capó lo citó para reconvenirlo, advirtiéndole de que podía verse envuelto en serios problemas, advertencias que no arredraron al padre Sabater, que prosiguió, impertérrito, organizando debate tras

debate.

Asesinato de Carrero Blanco

El 20 de diciembre de 1973, poco después de las nueve de la mañana, un comando de ETA hizo estallar una bomba al paso del automóvil de quien meses antes había sido designado por Franco presidente del Gobierno. El almirante Luis Carrero Blanco murió en el acto creándose una situación muy delicada. Para aquellos días, se había organizado un nuevo debate en la Congregación Mariana sobre el cambio político, en el que portavoces de la clandestina oposición iban a participar. El debate, a pesar de las presiones para que fuera clausurado, se produjo. El padre Sabater únicamente solicitó prudencia a los ponentes, porque temía que los inspectores de la brigada político social se llevaran detenidos allí mismo a algunos de los intervinientes. La cosa no fue a mayores, puesto que quienes participaron, entre ellos Félix Pons y la comunista Francisca Bosch, conscientes de cómo estaba la situación, extremaron la prudencia.

Antes, en 1972, el poeta Josep Maria Llompart de la Peña fue el ponente de otro debate sobre normalización lingüística en el que solicitó que con carácter voluntario se pudiera impartir la enseñanza en catalán. La novedad, recuerda Piña, consistió en que resultó chocante observar la posición adoptada por quien después tuvo un papel destacadísimo en la reivindicaciones del nacionalismo.

Antonio Tarabini también conoció profundamente al padre Sabater, al que define como una persona “muy peculiar”. Vista con la óptica de hoy, del siglo XXI, precisa, diríamos que se trataba de alguien muy conservador, pero es que, añade, hay que verlo bajo el prisma de aquellos años, en los que el padre Sabater fue un sacerdote avanzado, incluso progresista, que se las tuvo que ver con la policía política del franquismo, cosa que no era ninguna broma. Para Tarabini “fue un hombre que se movió”, capaz de posibilitar, hace medio siglo, reuniones prácticamente clandestinas. “Ojala, afirma, hubiera gente como el padre Sabater en la versión del siglo XXI”. Reitera, al igual que Román Piña, que en la Congregación Mariana se permitió la presencia de gente de todas las ideologías, comunistas, socialistas, opositores claros a la dictadura, a los que el padre Sabater facilitó que pudieran expresar libremente sus ideas. Nunca censuró a nadie.

La Policía, siempre al acecho

La Congregación Mariana dirigida por José Sabater devino en un serio problema para las autoridades franquistas en Palma, que nunca supieron cómo embridar la libertad de expresión que en ella se posibilitó. Tarabini lo define diciendo que “la policía siempre estaba al tanto; sabía quiénes iban y quiénes hablaban”. Las fichas de la Brigada Político-Social, parece que lamentablemente desparecidas, darían cuenta de los incontables informes que los inspectores a las órdenes del comisario Meseguer elaboraron sobre lo que allí acaecía. Un alto mando policial, ya jubilado, que nunca se manchó las manos y la conciencia con la represión de las actividades políticas, informaba que los archivos de la Brigada Político-Social, conocida como la BIS, fueron destruidos en su mayor parte, que apenas quedan documentos que puedan ser consultados por parte de los historiadores. En los sótanos del edificio que hoy es la Delegación del Gobierno y en tiempos de la dictadura albergó Gobierno Civil y los calabozos de la policía política, se amontonaron los expedientes, que progresivamente fueron deteriorándose y despareciendo, no se conoce a ciencia cierta si interesadamente o por el mero paso del tiempo. Lo que sí se sabe es que el expediente relativo a la Congregación Mariana y al padre Sabater era abultado, porque durante muchos años constituyeron un considerable incordio para las autoridades franquistas.

El padre Sabater no solo tuvo problemas con los franquistas, sino que se las vio con los dirigentes de su orden religiosa, cuando pretendieron vender el edificio de la calle de Apuntadores en el que estaba la Congregación Mariana. Se opuso férreamente, alegando que no era de los jesuitas, sino que pertenecía a la Congregación, por lo que no podían venderlo. Su tesis se impuso: hasta su muerte no se hizo nada para venderla. Prácticamente ciego falleció en el citado año de 1992. Después de la muerte del general Franco, las actividades de la Congregación Mariana cobraron otro sentido: dejó de ser un centro de debate de los opositores a la dictadura, ya no era necesario, pero el padre Sabater la siguió dirigiendo hasta 1986. Fueron tres décadas, 30 años, en los que el jesuita estuvo organizando debates, promoviendo actividades; lo hizo en unos años dificilísimos, en los que hablar en público de muchas cuestiones, demandar libertad, acarreaba ser detenido.

Lo procuró en la Congregación Mariana, hoy solo un recuerdo de otro tiempo que hay quien desea olvidar para que únicamente se mire al futuro. Para ellos mejor no recordar lo sucedido en España.

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