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Oblicuidad

Terrorismo y política son inseparables

Terrorismo y política son inseparables

La celebración, palabra correcta, del primer aniversario de los atentados de Barcelona transcurrió con más paz de la esperada. Pese a ello, se embarró en la confusión conceptual. Aclarada la pertinencia de hablar de conmemoración o recuerdo compartido, procede combatir la imposible separación de política y terrorismo, que encima se presentó como un virtuoso logro colectivo.

El horror también exige una definición. El descuido terminológico es la primera derrota ante los asesinos. Las innumerables descripciones del terrorismo riman con la persecución de objetivos políticos, mediante la violencia indiscriminada contra la población. En su conjunto, una vez más. El poema de John Donne leído en ocho idiomas durante la conmemoración establece un explícito "la muerte de cualquier persona me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad".

Los afectados son víctimas en primerísimo grado, pero no las únicas. El atentado se dirigió contra la sociedad entera, unida en la conmemoración. Se da la casualidad de que esa ciudadanía ha nombrado a gobernantes, que son los únicos que les representan. No solo a los centenares de congregados en Barcelona, sino a los millones que siguieron el acto a distancia. Buena parte de estos altos cargos son reprobables o deficientes, lo cual no les resta ni un ápice de legitimidad. Se manifestaron en segunda fila, una opción válida pero menos exacta que haberles reservado la cabecera. Otra cosa es que buena parte de ellos prefiriera la penumbra, para ahorrarse los reproches.

Qué pasaría, si una sociedad de afectados se negara a celebrar el aniversario, o exigiera la exclusión de determinados gobernantes. Las víctimas directas pueden pronunciarse al respecto con la energía de su voto, que se plasmará en la sabiduría de las multitudes. Dado que el terror quiere destruir el sistema de convivencia, el ejercicio pleno de la política es el mejor antídoto del terrorismo, quizás el único.

Y no cabe olvidar el pragmatismo, anejo a cualquier acto sometido al escrutinio mediático. Los afectados precisan la atención, para que el Estado indolente active los mecanismos de compensación. Guste o no, la presencia de un Rey dispara la cobertura. Las víctimas inmediatas han de agradecer cualquier motivo que devuelva a los atentados a la portada, porque es el mecanismo más eficaz para canalizar sus reivindicaciones. Una sanidad en condiciones no concierne solo a los enfermos actuales, sino a los potenciales que somos todos. Un egoísmo equilibrado es la mejor palanca de una sociedad no fundamentalista.

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