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Incendios forestales

Cinco años después del desastre

El fuego originado por la imprudencia de un vecino de Andratx arrasó la Serra de Tramuntana en 2013 y se convirtió en la catástrofe más devastadora de la historia de Balears

Durante 18 días, las llamas calcinaron un total de 2.335 hectáreas, 2.140 de ellas en Andratx.

El verde de los pinos se fundió a blanco y negro el mediodía del 26 de julio del año 2013, cuando la Serra de Tramuntana ardía en llamas de forma descontrolada y ante el asombro e impotencia de los vecinos de Andratx. Aún no podía predecirse, pero el fuego, que se propagaba sin tregua por el bosque, se convertiría en el incendio más devastador de la historia de Balears.

Como ocurre en la mayoría de los casos, la primera flama surgió de la imprudencia de uno de los vecinos del municipio, quien lanzó brasas sobrantes de una barbacoa sobre la hierba seca de una finca ubicada en la zona de Sa Coma Calenta. La calurosa jornada de julio fue el caldo de cultivo ideal para la rápida propagación del fuego. Ese día se conjugaron las tres cifras demoledoras para el bosque, un cóctel perfecto para el desastre: más de 30 grados de temperatura, menos del 30% de humedad y rachas de viento cambiante que soplaba a más de 30 kilómetros por hora. "A todo esto había que sumar que el terreno sobre el que se desataron las llamas se considera una zona topográfica complicada, lo que hizo que la actuación de las dotaciones terrestres fuese más lenta de lo habitual", explica Joan Santana, jefe del Servei de Gestió Forestal. Las llamas llegaron hasta la costa el primer día, lo que complicó aún más la situación. "La virulencia del fuego inicial era incontrolable y los primeros días fueron críticos para el avance del incendio", comenta el ingeniero forestal.

El fuego se fue extendiendo de Sa Coma Calenta hacia Sa Coma Seca, llegando finalmente hasta los pueblos de Estellencs y Calvià, donde hubo que desalojar a decenas de vecinos que vieron peligrar sus casas. En total se calcinaron 2.335 hectáreas de masa forestal. La peor parte se la llevó el municipio de Andratx, con 2.140 hectáreas calcinadas, a las que había que sumar las 187 hectáreas calcinadas en Estellencs y las 7 de Calvià.

Cerca de un millar de personas participaron activamente en las arduas tareas de extinción. Entre ellas se encontraban una treintena de medios aéreos y cientos de dotaciones terrestres del Ibanat, Bomberos de Mallorca, Bomberos de Palma, Bomberos del Ministerio de Agricultura e incluso de la Unidad Militar de Emergencias, además de decenas de voluntarios que participaron activamente para paliar las consecuencias del incendio. "El fuego se alargó durante 18 días hasta que pudo declararse extinguido. A partir de entonces pusimos el contador a cero y empezamos a trabajar en la recuperación de las zonas afectadas, que no eran pocas", incide Santana.

Hoja de ruta a seguir

Antes de nada, había que garantizar la seguridad de las personas que podían verse afectadas por las "réplicas" del fuego. Entonces la hoja de ruta a seguir era clara: lo primero impedir posibles daños humanos. ¿Cómo? Eliminando los árboles dañados que podían caer en la carretera o evitando posibles desprendimientos posteriores, por ejemplo. A continuación era hora de pensar en la recuperación y conservación del suelo quemado. La pérdida que provocan los incendios en los bosques, los cultivos o las propiedades es innegable, pero el suelo suele convertirse en la víctima más desconocida de los incendios forestales. "Los daños de los incendios continúan más allá de la extinción del fuego. La pérdida de sustrato tras las llamas es un grave peligro y un grave riesgo que se corre a posteriori", comenta el técnico del Ibanat, y añade "la tierra es el soporte natural y fuente de nutrientes para la vegetación y la fauna, por lo que es decisivo para el futuro del monte evitar que se produzca la pérdida de suelo".

Por ello, una vez extinguidas las llamas, es clave actuar con agilidad contra la erosión si se pretende recuperar el bosque. El momento crítico llega con las primeras lluvias del otoño, dos o tres meses después de la temporada de alerta de incendios. "Las precipitaciones arrastran las cenizas y pueden provocar efectos erosivos, además de contaminantes, si no se actúa de inmediato", comenta Santana. "Para proteger la tierra del paso del agua fue necesario colocar barreras físicas como troncos y repartir vegetación sobre la tierra", añade. Estas medidas tuvieron cierto éxito y se consiguió proteger gran parte de las zonas que presentaban problemas, sin embargo, la situación de la Serra no es, ni de lejos, algo de lo que enorgullecerse. "Ya hemos perdido mucho suelo debido a los incendios recurrentes que ha sufrido la Tramuntana. Lo importante ahora es no perder más hectáreas de monte sano y en ello estamos trabajando", explican los técnicos. Las montañas que rodean Andratx, así como las cercanas a Artà y Formentor, son áreas muy vulnerables, ya que, según el GOB, "son terrenos en los que desde hace siglos se ha practicado una cultura del fuego para conseguir pastos extensibles para los rebaños, lo cual explica el paisaje actual y la dificultad de recuperar la tierra".

Una vez protegido el suelo, el siguiente paso por dar era el de regenerar la cubierta vegetal, es decir, ayudar al monte a recuperar la vida perdida tras el paso del fuego. "Después del histórico incendio de La Trapa nos dimos cuenta de que antes de ponernos a plantar árboles frenéticamente, tenemos que escuchar al bosque, dejar que rebrote por sí mismo y estar listos para actuar en el único caso de que sea necesario", explica Muñoz. Hay zonas que se han regenerado por sí solas, pero otros terrenos, como el Coll de Sa Gramola en Andratx, han necesitado la intervención de los técnicos y los voluntarios que han participado en la siembra de semillas. La recuperación de flora y fauna fue otro de los desafíos. "Hay especies que directamente se han perdido por la combinación de fuego y pasto, como es el caso del acebuche", confiesa el portavoz del GOB.

A pesar de las pérdidas, el balance que hacen desde el IBANAT, en cuanto a las cifras de recuperación de la vegetación, es positivo. "Cinco años después del incendio podemos decir que hemos ganado un 50% de cobertura vegetal, cuando estábamos prácticamente a cero". Para el GOB, el resultado no es el esperado. "Se ha recobrado masa vegetal, pero hemos pasado de tener árboles a tener arbustos y de pinos a matorrales. Es una buena noticia porque se recupera el verde y en apariencia el bosque parece sano, pero lo cierto es que se ha perdido mucho por el camino", denuncian los ecologistas.

Para lograr la reparación del paisaje era necesario controlar muy de cerca las cabras asilvestradas que se convertían en un peligro potencial para los primeros brotes verdes. "Estos herbívoros comprometen gravemente la regeneración de las plantas, por lo que se autorizó la caza para evitar su proliferación y se establecieron barreras de protección de las zonas más afectadas", comenta Muñoz. Según técnicos de medioambientales, estas medidas para proteger el monte de las cabras no han sido del todo suficientes ya que consideran que no se han tomado decisiones firmes y las cabras han seguido pastando a sus anchas.

Otro mazazo para la Trapa

La Trapa aún no se había recuperado del fatídico incendio de 1994 cuando tuvo que enfrentarse a un nuevo revés. El incendio de 2013 no se llevó por delante la totalidad de la finca regentada por los ecologistas del GOB, pero calcinó la zona norte con fatídicas consecuencias. "Los pinos con más años de vida tienen capacidad de regeneración propia, ya que sueltan semillas que brotan tras los incendios, pero un pino joven tiene mucho menos margen para favorecer una regeneración natural. La zona de la Trapa que se volvió a quemar hace cinco años está en una situación crítica porque prácticamente no hay sustrato", explica Toni Muñoz, y añade "a pesar de que no nos cansemos de sembrar semillas, no volveremos a ver una cobertura vegetal en la zona. La Trapa nunca volverá a ser lo que era". Tras el paso del fuego, no sólo hubo que asumir daños ecológicos sino que, la red de distribución e impulsión del agua para el riego de los cultivos y los cerramientos de la finca también se vieron dañados. Había que empezar de cero.

Afortunadamente, la zona sur, desde la cual parten los caminos que llegan a la finca no sufrió nuevos daños. Asimismo, se salvó del fuego la mayor parte de la superficie agrícola que ocupa la vall de Sant Josep, donde también se encuentran los restos del monasterio trapense.

La Trapa se libró del ladrillo en 1980 cuando el GOB compró la finca gracias al convencido apoyo de la ciudadanía que se volcó con la protección de la zona, convertida en símbolo de la defensa ambiental de las Islas. Sin embargo, no ha podido evitar convertirse en víctima de los sucesivos incendios que han asolado sus tierras y la han obligado a resurgir de sus cenizas una y otra vez.

Iniciativas de prevención apagadas

Tras la extinción del incendio la sociedad se movilizó y, de la mano de las instituciones, se llevaron a cabo numerosas iniciativas para recuperar las zonas afectadas por el fuego, pero todas ellas languidecieron con el paso del tiempo a medida que el eco mediático se iba silenciando.

Uno de los movimientos más potentes fue el bautizado como ´Tots per sa Serra´, una comisión adscrita a la Conselleria de Medi Ambient, que contaba con el apoyo de numerosos colectivos como voluntarios y afectados por el incendio, así como de particulares desinteresados y empresas. La organización ponía en marcha jornadas de voluntariado para repoblar el bosque, a la vez promovía la recaudación de fondos a través de subastas o conciertos benéficos. Gracias a estas iniciativas se consiguieron más de 500.000 euros que debían destinarse a financiar la recuperación la zona. "Se da por hecho que el IBANAT fue trabajando con ese presupuesto, de la mano de la Conselleria de Medi Ambient, pero no se ha acometido una rendición de cuentas demasiado transparente", denuncian desde el GOB. Lo cierto es que aún existe una web en la que se explica el cometido de la Comisión y están publicadas las acciones que se llevaron a cabo hasta mayo de 2014.

La voluntad de puesta en marcha de medidas de prevención de incendios por parte de las instituciones también se fue marchitando con la llegada de la primavera. ¿Está la Serra más preparada hoy para afrontar un incendio de tal envergadura? Los ecologistas tienen claro que no. "Si se dan las circunstancias, podríamos tener nuevamente un incendio que afectase a miles de hectáreas", denuncian desde el GOB. "En su momento se demostró que la discontinuidad de nuestro bosque no era efectiva. Las franjas de protección que debían actuar como cortapisa del avance de las llamas no cumplieron su función, seguramente porque la vegetación se tocaba entre sí", explica Toni Muñoz como portavoz del grupo ecologista, y añade que "si pasase hoy, volveríamos a tener el mismo problema porque no hemos percibido ningún cambio. La estrategia de compartimentar la Serra de Tramuntana no se ha acometido".

La buena noticia es que los incendios, a pesar de que no descienden, cada vez se controlan de forma más rápida y efectiva. "El hecho de que el número de fuegos en el bosque no disminuya con el paso de los años demuestra que se está fallando en la prevención", denuncia Toni Muñoz. Según Greenpeace, más de un 96% de los incendios con causa conocida en España, son ocasionados por el ser humano. La falta de prevención es un problema fundamental, que junto con el abandono rural y el calentamiento global está maximizando las peores consecuencias de los incendios, haciéndolos más intensos e impredecibles.

Desde el Servei de Gestió Forestal insisten en que se efectúan continuas acciones de sensibilización para difundir la cultura del riesgo a través de campañas publicitarias y la realización de jornadas en las que se pretende concienciar a diferentes colectivos sobre la importancia de la adopción de buenas prácticas con el uso del fuego y, sobretodo, para que se practiquen acciones de autoprotección en las viviendas construidas en ambiente forestal. "Es vital que los propietarios de las centenares de casas que están en el bosque tomen medidas de autoprotección de sus viviendas. Esto es establecer un marco de 25 metros entre su propiedad y la masa forestal. Es responsabilidad de los vecinos garantizar su propia seguridad y la del bosque", apunta Santana, y añade "en un incendio forestal, la prioridad de los servicios de emergencias son siempre los puntos habitados, si éstos son seguros, los efectivos podrán centrarse en apagar el incendio forestal". La autoprotección falló también en el incendio de 2013. El 86 % de la superficie calcinada pertenecía a fincas de propiedad privada y desde entonces "no se ha hecho nada para remediar este problema", afirman desde el GOB.

Después del desastre, la Serra de Tramuntana permanece en una situación muy similar a la de hace cinco años. De poco ha servido la predisposición incipiente y las continuas declaraciones de intenciones por parte de la Administración. Según los expertos, la solución pasa por establecer una normativa forestal que armonice criterios entre los Ayuntamientos y la Comunidad Autónoma, que permita una gestión más eficaz del bosque, un control decidido de especies invasoras como las cabras, que atacan la biodiversidad, promover la recuperación de antiguas zonas de cultivo que sirvan para fragmentar el territorio y, por último, dotar de más y mejores medios aéreos para la extinción del fuego propios de la comunidad autónoma.

Por ahora, la batalla no está del todo perdida. La evolución de la Serra para su recuperación va por buen camino. Lo primordial es redoblar los esfuerzos para que no se sucedan nuevos fuegos que frustren el proyecto, pongan de nuevo el contador a cero y conviertan la Serra de Tramuntana en protagonista principal de la crónica de una catástrofe anunciada.

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