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Oblicuidad

No dejéis que los niños se acerquen a Macron

No dejéis que los niños se acerquen a Macron

Crece la importancia de examinar el contexto de las noticias. La descalificación o la salida de tono, en apariencia imperdonables, se diluyen a menudo al profundizar en sus contornos. Con el videoclip semanal de Emmanuel Macron ocurre todo lo contrario. Se trata en apariencia de una simple reconvención, al adolescente deslenguado que se atreve a dirigirse al presidente de Francia como "Manu". Sin embargo, al examinar el desarrollo de una intervención presidencial inusualmente larga y hostil, la reprensión a todas luces desmesurada se aproxima al bullying.

La reveladora anécdota viene fechada el pasado lunes, en las proximidades de París. El zagal insolente tiene la misma edad a la que Macron se enamoró de una profesora de literatura 25 años mayor, adentrándose en una relación hoy matrimonial pero que entonces bordeaba la corrupción de menores. El paralelismo no suavizó las maneras del presidente, al escuchar al adolescente cantando unos versos de La Internacional antes de adjudicarle un coloquial "Manu".

La instantánea reprobación presidencial a la familiaridad excesiva de su interlocutor cursó con efectos fulminantes. El adolescente pidió disculpas con un protocolario "Monsieur le Président" a Macron. Lejos de darse por satisfecho, el presidente sometió al joven a un sermón improvisado y de cariz preocupante. Si era correcto reclamar el título del cargo que representa, y encarecer La Marsellesa, la arenga derivó pronto hacia un programa vital. "Has de hacer las cosas en el orden correcto. Antes de empezar una revolución, estudias para obtener un título universitario y alimentar a los tuyos, ¿vale? Y entonces puedes dar lecciones a otros". Ojalá el vídeo del encontronazo se hubiera detenido en "Llámame señor".

Demasiado castigo para tan poca irreverencia. No dejéis que los niños se acerquen a Macron, ahora se entiende que Brigitte Macron aventaje netamente a su marido en las encuestas de aprecio popular. La irreverencia aconsejaba una respuesta, pero el presidente francés desaprovechó la oportunidad de conquistar a las jóvenes generaciones. Al contrario, se le ve robótico, desgajado de la realidad circundante, una reedición del banquero de Rothschild sin sentimientos que interpretó antes de que François Hollande lo introdujera de caballo de Troya en su gobierno. Ni siquiera puede excusarse en que no tiene hijos propios. El adolescente rebelde superó en educación a su presidente.

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