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En puertas del verano

Una meteorología no tan enloquecida

¿Por qué está lloviendo tanto este año? ¿Vamos a seguir así en verano? La percepción es que el "tiempo" ha enloquecido, los meteorólogos estiman que puede catalagorse de normal

La previsión para el estío a punto de iniciarse apunta a unos meses de junio, julio y agosto más calurosos que lo normal y algo más secos. efe

Venimos de un invierno con dos partes radicalmente diferenciadas: enero ha sido más cálido de lo que se considera habitual, con temperaturas unas décimas por encima de la media, para, sin solución de continuidad, entrar en un febrero, que, loco como pocos, ha deparado un enfriamiento de los de antaño, porque el termómetro ha estado a lo largo de prácticamente todo el mes más de un grado por debajo de la media, un contraste muy evidente. Después, hemos entrado en una primavera también extraña, porque abril ha sido un mes cálido y mayo lluvioso y fresco, considerablemente fresco, casi frío, con temperaturas más propias de marzo. A lo expuesto hay que añadir que las lluvias han sido constantes revirtiendo la situación de sequía casi extrema de 2017 hasta llegar a la situación actual caracterizadas por los acuíferos colmados y embalses llenos. Ese cuadro ha permitido afirmar que estamos en un período de llamativas anomalías meteorológicas, aserto que no corroboran los especialistas, que, de entrada, no aceptan que pueda hablarse de cambio climático, dado que se necesitan lapsos de tiempo de décadas para poder afirmarlo, y, además, precisan que lo sucedido entra, con matices, dentro de los parámetros normales.

Dos "hombres del tiempo", Manuel Toharia, antaño habitual en televisión, y Agustí Jansà, exponen lo que ha sucedido en el invierno y primavera de 2018 y anticipan, concediéndole escasa fiabilidad, lo que puedan deparar los meses de junio, julio y agosto, a pocos días de que el próximo jueves lleguemos al solsticio de verano, el día más largo del año.

Verano cálido

Empezando por el final: la previsión para el verano a punto de iniciarse apunta, según los datos AEMET para junio, julio y agosto, los tres meses que los metereólogos establecen como verano, que, en conjunto, es probable que sean más calurosos que lo normal y algo más secos. Jansà, que es quien lo anuncia, es taxativo al precisar que las predicciones estacionales, y esa lo es, no son ni muy fiables, ni muy categóricas. Es decir, porcentualmente su fiabilidad es escasa. Tanto es así que su colega Toharia ni tan siquiera se atreve a enunciarlas, argumentando lo dicho por Jansà: la escasa fiabilidad de las mismas. Así pues, lo que nos aguarda para el verano será lo de siempre: calor y escasas precipitaciones, salvo que suceda lo contrario y nos topemos con un verano fresco y lluvioso, unas condiciones que, después de lo que fue el verano de 2017, no pocos agradecerían.

En cuanto a lo acaecido en invierno y primavera, Manuel Toharia señala que en la cuenca mediterránea los cambios bruscos pueden llegar a ser abismales, y algo de eso es lo que ha sucedido en los meses precedentes. "Lo de este año compensa lo del anterior", afirma, recordando que en 2016 también hubo un récord de lluvias, lo que hizo que se llenasen los pantanos, para pasar a un 2017 en el que la sequía fue extrema; al llegar diciembre, se inició un período de precipitaciones ininterrumpidas, desde entonces no ha parado de llover. Las temperaturas han tenido unos registros un tanto anómalos, añade, situándose por debajo de lo normal, sensación térmica que se ha visto potenciada por el hecho de que en los dos años anteriores han estado muy por encima de los valores medios.

¿Se puede afirmar que lo que sucede se debe al cambio climático? Manuel Toharia recalca que los datos recogidos carecen de significación estadística, dado que se requieren períodos de al menos 30 años para poder establecer patrones de comportamiento climático. Precisa que en las postreras tres décadas el promedio de las temperaturas se ha ido incrementando; de hecho, lo hace desde mediados del pasado siglo, pero reitera que todavía se necesita "perspectiva histórica" para poder establecer un patrón fiable. Así y todo informa que las predicciones son "bastante inquietantes", por lo que "no podemos seguir quemando como hasta ahora combustibles fósiles, dado que contribuyen al calentamiento global del planeta".

Después de insisir en que las predicciones estacionales carecen de la suficiente fiabilidad para ser tomadas seriamente en consideración, Toharia manifiesta que los modelos a dos semanas vista anuncian que "el tiempo progresivamente se irá ordenando"; matiza, sin embargo, que "el verano es una estación muy extraña", entre otras cosas no hace más calor cuando hay más sol, que es en la segunda quincena de junio, sino hacia julio y agosto, debido a la inercia de los días largos y las noches cortas, influyendo también estar bajo la influencia de la brisa del mar.

En febrero de 1956 se registró una ola de frío siberiano, con abundantes nevadas en toda Mallorca y temperaturas bajísimas. Fue un invierno que ha quedado como uno de los más gélidos de la historia en Europa. ¿Es factible que tengamos otro parecido? Manuel Toharia lo considera poco probable, porque, desde entonces, las temperaturas medias han tendido a incrementarse casi un grado. Las décadas de los 50 y 60 del pasado siglo fueron más frías que las anteriores retornándose posteriormente a temperaturas más elevadas, por lo que es poco probable que se dé otro invierno como el de 1956.

Temperaturas normales

Agustí Jansà aclara que si se observa el período interanual, desde mayo de 2017 hasta hoy, se constata que las temperaturas han sido prácticamente normales, apenas una décima por encima de la media, pero que lo que sí ha sucedido es que mes a mes las variaciones han sido muy drásticas; de ahí que haya llamado la atención. Sí ha sido un período mucho más lluvioso, casi un 20% por encima de la media, concretamente un 18%. Los cambios bruscos han estado en las temperaturas, con un contraste "muy acusado", explica Jansà. La primavera ha tenido un abril muy cálido, un grado por encima de la media, para, nada más iniciarse mayo, entrar en un período muy frío siguiendo en las primeras semanas de junio con unas temperaturas relativamente frías, lo que da un patrón de una primvera muy variable, salvo marzo, que tuvo un comportamiento que puede considerarse normal.

También el invierno ha sido una estación caracterizada por fluctuaciones muy bruscas, añade, puesto que a lo largo del mes de enero la media de las temperaturas estuvo 1´4 grados por encima, lo que es una anomalía acusada, para vérnoslas con un febrero en el que la media de la temperatura ha sido de casi 2 grados (1´9) por debajo, estableciendo un contraste sumamente llamativo.

¿A qué se ha debido? Agustí Jansà informa que la razón hay que buscarla en la posición que ha adoptado el anticiclón, el que habitualmente se instala en la zona de las Azores, en el Atlántico, haciendo que las borrascas se dirijan hacia el norte de Europa, lo que establece los cánones considerados normales del clima, pero este año el anticiclón se ha situado tozudamente en Escandinavia, forzando un bloqueo que ha obligado a los trenes de borrascas a desplazarse por latitudes más bajas, afectando de lleno a la península y alterando el comportamiento habitual de la cuenca del Mediterráneo occidental. Un anticiclón tan persistente en Escandinavia es, según Jansà, una situación que puede definirse de "extraordinaria". ¿Supone una alteración relacionada con el cambio climático? No se atreve a afirmarlo, porque para ello, aduce, se requiere constatar si lo que ha sucedido era lo más probable, "cosa que no sabemos", dice.

Retornando a la predicción estacional, la del verano que nos aguarda, Jansà reitera que tienen "muy baja fiabilidad".

Modelos informáticos

Los modelos informáticos no pueden anticipar con un porcentaje de certeza elevado cómo será el comportamiento metereológico en los meses venideros, porque al tener el clima un comportamiento caótico no hay forma de anticipar a tan largo plazo qué ocurrirá. Las predicciones, para disponer de fiabilidad aceptable, no pueden ir más allá de una o a lo sumo dos semanas vista; después, la fiabilidad decrece hasta tornarse simples conjeturas basadas en los modelos de los que se dispone.

Manuel Toharia señala que si se eliminan los "altibajos" de los comportamientos climatológicos, se va a los promedios a largo plazo, que son los que se consideran válidos, añadiendo que la normalidad 0 no de un determinado patrón lo ofrece el promedio a largo plazo. Además, determinadas zonas geográficas tienen unas dificultades de predicción muy superiores a otras. Es lo que ocurre con el Mediterráneo, cuenca en la que las diferencias pueden tornarse abismales siendo mucho más fácil anticipar la predicción en la fachada atlántica de la península. Para Toharia "este año tiene un comportamiento normal, porque compensa el anterior, puesto que es relativamente frecuente que se den tales situaciones". Dice que el último trienio constituye un buen ejemplo: 2016 registró el citado record de pluviometría consiguiendo llenar las cuencas hidrográficas de España, situación que no es habitual, para pasar a 2017, año en el que la sequía fue extrema, fundamentalmente en el oeste de la península, siendo excepcional la que padeció Galicia y buena parte de la meseta. Pero después, llegado diciembre, se ha vuelto a invertir la situación y no ha parado de llover dándose el caso de que en una ciudad gallega, en Vigo, se estuvo a punto de aprobar restricciones severas en el suministro debido a que los patanos que la abastecen estaban prácticamente vacíos para ahora haberse llenado. "Lo que pasa es que no nos acordamos de lo mucho que llovió en 2016", asegura Toharia.

Sintetizando, nada de lo acaecido en invierno y primavera se sale de los patrones habituales del comportamiento metereológico, aunque sí han sido llamativos los contrastes térmicos tanto entre enero y febrero como entre abril y mayo. Eso es lo que ha hecho que se hable de que el clima se ha modificado drásticamente cuando no es así. Ahora, a tiro de piedra del solsticio de verano parece que la estación no ha de deparar grandes sorpresas ni alteraciones tan bruscas como las habidas en invierno y primavera. Algo más cálido y algo menos lluvioso. La predicción estacional hay que tomársela, reiteran Toharia y Jansà, a beneficio de inventario.

Los especialistas son taxativos: no ha habido un cambio drástico en los patrones metereológicos y mucho menos puede hablarse de cambio climático por lo ocurrido en los últimos meses. Además, no se dispone de la perspectiva suficiente para poder afirmar que lo acaecido puede deberse al calentamiento global del planeta, hecho que de ningún modo niegan Manuel Toharia y Agustì Jansà. Los dos metereólogos coinciden en indicar que las fluctuaciones en las temperaturas han sido llamativas por darse de un mes para otro, y que a un año seco ha seguido otro especialmente lluvioso, lo que también entra dentro de la normalidad. Son consideraciones que hay que tener en cuenta al analizar los datos del último medio año, tanto en Mallorca, donde embalses y acuíferos están en un nivel óptimo, como en la península, que ha dejado atrás una situación muy precaria.

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