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Memorias de la cocina

Una cocina con identidad propia (y III)

Una cocina con identidad propia (y III)

Hemos intentado argumentar que nuestra cocina tiene una entidad propia, aunque con afinidades con otras de países próximos. Hoy damos un paso más al afirmar que dentro de una cierta unidad, existe una enriquecedora diversidad, palabra que para algunos significa división o disgregación y que para nosotros no es otra cosa que pluralidad y engrandecimiento de nuestra realidad gastronómica.

Nuestra sociedad es cada vez más permeable a todo cuanto que llega del exterior; nuestro pequeño universo, antes tan hermético, se comunica con el resto del mundo por tierra, mar, aire y redes sociales. Pero pese a muchas claudicaciones, una parte importante de nuestra cocina mantiene vivas muchas de las esencias de lo que fue y de lo que sigue siendo, aunque de forma minoritaria, gracias al esfuerzo y al amor propio de pocas personas.

Nuestra cocina se mantiene tan viva, pese a su precariedad, que hasta podríamos hablar de zonas de la isla con personalidad propia. En todos los pueblos se consumen sopas o arroces o sobrasadas, pero existen matices que hacen que muchos platos tengan el regusto de lo propio y exclusivo. Pocos pueblos elaboran los fideus de vermar, caragols amb avellanes, formatjades, sospirs, fideus de marjal, espinagada d´anguiles, panades de xot i cabell d´àngel y muchos otros con el sello de la exclusividad de alguna zona de la isla. Un preciado tesoro.

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