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Viajes: San Petersburgo

Navegando por el río Volga

Tres compañías ofrecen este espectacular crucero con Moscú y San Petersburgo como protagonistas

Navegando por el río Volga

Una de las mejores formas de conocer las dos grandes ciudades rusas -Moscú y San Petersburgo- y también una parte de la Rusia profunda que habitualmente no se visita, es a bordo de un crucero, uno de los mayores cruceros fluviales de Europa. A través de los ríos Volga, Svir y Neva, sus canales, y de los grandiosos lagos Onega y Ladoga, se pueden observar las tímidas sonrisas de un pueblo digno y sufrido, junto a bellos parajes que conforman el rostro de este país, aún hoy día enigmático; ciudades medievales que atesoran la riqueza de la cultura rusa ortodoxa; una naturaleza verde y exuberante que produce admiración y asombro; espectaculares ocasos que tiñen de intensos colores la melancolía en el horizonte de sus tierras.

Tres grandes compañías ofrecen propuestas para este crucero que pueden verse en la página web especializada www.micrucerofluvial.com: Politours, Crucemundo y CroisiEurope. Las travesías parten de Moscú y acaban en San Petersburgo o viceversa. Los viajeros que se animen a realizar este singular crucero llegan a Moscú (o San Petersburgo) en vuelo directo desde España y se alojan en el barco, aunque durante los primeros días no se moverán del muelle para permitirles disfrutar de todos los encantos de la capital rusa. A lo largo de tres días se puede conocer a fondo el centro histórico moscovita o "Kitaï Gorod", con grandes avenidas flanqueadas por majestuosos edificios de diferentes estilos arquitectónicos; la impresionante Plaza Roja, donde se encuentra la Catedral de San Basilio, el Mausoleo de Lenin, los famosos Almacenes Gum, la Universidad Lomonossov (un impresionante rascacielos en el antiguo Monte Lenin, exponente del llamado "gótico estalinista") y muchos otros monumentos. También se dedicará tiempo a recorrer el Kremlin, recinto amurallado origen de la ciudad, a cuyo alrededor fue creciendo. Aquí se encuentra el Consejo de Ministros, el enorme Cañón Zar (que nunca fue disparado), la monumental Campana Zarina, así como las Catedrales de la Asunción, la Anunciación y San Miguel Arcángel. Otra visita imprescindible es la Galería Nacional Tretiakov, magnífica pinacoteca especializada en obras rusas de artes plásticas, desde antiguos iconos del siglo XI hasta creaciones de los artistas y escultores más modernos.

Una sucesión de maravillas

El cuarto día de viaje comienza la navegación. Paisajes, pueblos, monumentos, iglesias y naturaleza en estado puro desfilan ante los ojos de los pasajeros en el reposado discurrir del viaje. Siempre con la facilidad de disfrutar de todo cómodamente instalado en el barco.

En los días sucesivos, hay la oportunidad de visitar Uglich, una de las ciudades rusas más antiguas, fundada en el siglo X. Se visitará a pie la fortaleza y la Iglesia de San Dimitri Ensangrentado (del siglo XVI), construida para conmemorar el asesinato en Uglich en 1591 del Zarevich Dimitri, hijo de Iván "el Terrible". También Goritsy y su Monasterio de San Cirilo del Lago Blanco (Kirilov Belozerski). Edificado en el siglo XIV, es uno de los centros de peregrinación más importantes de la religión ortodoxa en Rusia.

En el séptimo día de viaje se llega a Kizhi, isla situada en el extremo del lago Onega, el segundo más grande de Europa. Su nombre significa "Isla de los Juegos", y constituye un museo al aire libre de arquitectura de madera, con ejemplos de las diferentes regiones rusas. Está declarada Patrimonio de la Humanidad. En el centro se encuentra la Catedral de la Transfiguración, con 22 cúpulas construidas en madera y sin haber utilizado ni un solo clavo. Antes de llegar a San Petersburgo se hace un alto en Mandroga, una aldea artesana con construcciones de madera y donde tienen lugar representaciones folclóricas.

El final del camino (o el inicio según la opción elegida) es San Petersburgo, la antigua capital rusa durante casi mil años. Es la segunda ciudad más importante de Rusia después de Moscú, y sin duda la más bella de todas. No es de extrañar, por tanto, que sea conocida como la "Venecia del Norte". Fue fundada por Pedro I "el Grande" en 1073, permaneciendo como capital del Imperio Ruso hasta 1918, año en que Lenin devolvió la capitalidad a Moscú. En 1914 se le dio el nombre de Petrogrado, el cual conservó hasta 1924, cuando con motivo de la muerte de Lenin tomó el nombre de Leningrado. Tras el triunfo de la Perestroika, ha vuelto a recuperar su nombre original de San Petersburgo.

Durante tres días habrá tiempo de visitar la Fortaleza de Pedro y Pablo, en cuyos sótanos se confinaba a los disidentes del Imperio Zarista y realizar un recorrido por sus principales avenidas para contemplar sus monumentos y ver cómo se desarrolla la vida en esta cosmopolita ciudad, construida sobre cuatro islas y atravesada por el río Neva y sus múltiples canales, salvados por más de 400 puentes. Una escala de honor merece el Museo del Hermitage, emplazado en lo que fue Palacio de Invierno de los Zares. Sus casi 5.000 salas dan una idea aproximada de su extensión, y albergan importantísimas colecciones de pintura de todas las escuelas conocidas a través de los siglos, además de esculturas y antigüedades.

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