Los vinos dulces siempre han tenido en Mallorca una tradición elaboradora importante, siguiendo diversos tipos de producción, incluida la insolación dentro de vasijas de cristal. Con la llegada a las bodegas de depósitos de acero inoxidable, algunos bodegueros dejaron de lado las barricas y tinas de madera, si bien para los vinos generosos se siguen utilizando especialmente en Andalucía. El depósito de acero inoxidable fue el lugar elegido por Miquel Gelabert, propietario de la bodega manacorina que lleva su nombre, para conseguir su blanco Dolç de Sa Vall, elaborado con uvas Moscatel maduradas casi al límite, en su primera añada, la 2017. Conseguida la vinificación, este reposó un tiempo. Alcanza ya una tonalidad amarillo trigo. Ofrece en nariz aromas golosos, con notas herbáceas y de la morfología de la uva que le dio vida. En su paso por el paladar se le aprecia ligereza y armonía, con acidez justa, equilibrada dulzura y prolongado final.
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La cata