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Una historia oculta

El negocio de la trata de negros en Mallorca

Conocer las fortunas que familias mallorquinas amasaron gracias al tráfico de esclavos en los siglos XVIII y XIX es un tema tabú: sigue vedado el acceso a los fondos históricos

El negocio de la trata de negros en Mallorca

El tráfico de negros constituyó un negocio muy lucrativo durante siglos, especialmente en el XVIII y XIX. España fue uno de los Estados europeos que más tardó en abolir la esclavitud. Lo hizo en el postrer tercio del siglo XIX. Las últimas colonias españolas en Latinoamérica, Puerto Rico y Cuba, vieron definitivamente abolida la ominosa práctica de la compra y venta de seres humanos en 1873, durante la breve vigencia de la Primera República, y 1886 respectivamente, aunque desde 1880 ya no se permitió la posesión de nuevos esclavos. La tardía abolición posibilitó que hacia finales del siglo XVIII y durante buena parte del XIX algunas familias de la naciente burguesía mallorquina se enriquecieran con el tráfico de esclavos, práctica a la que también debieron parte sustancial de su riqueza sagas de la nobleza isleña. Unas y otras invirtieron las pingües ganancias que les reportaba el tráfico de seres humanos en el banco de San Carlos, precursor del Banco de España, a través del cual adquirieron bonos de del naciente canal de Suez. Una inversión garantizada.

¿Cuáles fueron las familias mallorquinas que hicieron fortuna gracias al tráfico de esclavos? Para los investigadores resulta muy complicado acceder a los fondos documentales que posibilitarían que se pudiera ofrecer una panorámica completa del asunto, porque sus descendientes vedan al acceso. No hay forma de consultarlos. Así y todo, los historiadores consultados ofrecen algunos apellidos, como el de la familia Alomar, que incluso llegó a acuñar moneda propia en sus plantaciones de América. También la familia Villalonga de Can Lloeta, traficó con esclavos obteniendo beneficios importantes, al igual que el padre de un conocido escritor mallorquín, Pere d´Alcántara Peña. El progenitor, tildado de "gran negrero", era un marino avezado, que acabó siendo apresado por los británicos y dejó un libro autobiográfico en el que da cuenta de sus correrías.

Otra familia que llegó a reunir una inmensa fueron los Coll de Can Barradior. También las familias nobles de los Truyols y los Montaner obtuvieron ganancias considerables a través de la compra venta de esclavos, aunque no traficaran directamente con ellos. Los Sureda heredaron los beneficios obtenidos por una saga extinguida, los Thomás, que en el Caribe tenían bien ganada fama de poseer una de las principales flotas dedicada a la trata de negros. En definitiva, los historiadores, que prefieren mantener el anonimato para no ver entorpecido su acceso a fondos históricos con los que desarrollan otras investigaciones, precisan que tanto determinadas familias de la pujante burguesía, que se enriqueció ya bien entrado el siglo XIX, como una parte de la vieja nobleza, se asoció al tráfico de esclavos, lo que también sucedió en otras partes de España, entre ellas Cataluña. De ahí las resistencias que impidieron la abolición de la esclavitud casi hasta finales del XIX. Siempre se cita el caso del marquesado de Comillas, titulo nobiliario creado en julio de 1878 por el rey Alfonso XII otorgado a Antonio López, uno de los más poderosos traficantes de esclavos españoles. López, que todavía cuenta con un monumento erigido en su honor en Barcelona, financió el seminario de Comillas, que, regentado por los jesuitas, tuvo entre otros alumnos a quien después sería cardenal primado de España, Pedro Segura, uno de los clérigos más afectos al nacional catolicismo.

Existen numerosos estudios sobre la esclavitud en la Edad Media e igualmente hay documentación disponible de los siglos XVI y XVII, aunque de este último en menor medida, pero adentrarse en el siglo XVIII es hacerlo en "un verdadero páramo, que se extiende al siglo XIX", resalta un historiador, que ha intentado escarbar en el asunto. El mismo especialista precisa que entre los compradores de esclavos figuran como tratantes de importancia en el siglo XIV los Moyà, Sales, Villalonga, Quint, Juny, Brú, Soldevila, Martí, Zaforteza, Abri, Zanglada, Piris y Santjoan, todos ellos linajes pertenecientes a "los más principales del reino". Junto a los italianos Datini, algunos de esos mallorquines, caso de los Villalonga, seguirán en el "negocio" del tráfico de esclavos durante los siglos XV y XVI.

El origen étnico de los esclavos existentes en Mallorca durante la Edad Moderna fue muy variado, sobresaliendo el de los sarracenos siendo también numerosos el de los tártaros y algunos rusos. Se apunta un dato peculiar: todos los propietarios naturales de la isla canaria de La Gomera, liberados el 27 de octubre de 1500, eran propiedad de familias de la aristocracia mallorquina: Campfullós, Zanglada, Zaforteza, Desclapés, Thomás, Aixeló, Bonapart y Berard. Al caer Constantinopla en poder de los turcos en 1453 dejan de importarse esclavos de las posesiones bizantinas iniciándose el auge de los esclavos negros, que se prolongará hasta la abolición de la trata, así como de mulatos, denominados loros. Perico Montaner señala que no puede hablarse de trata de negros en la Mallorca del siglo XVIII, sino que la adquisición de esclavos era una cuestión "puntual", que debe enmarcarse más en "la compraventa de productos suntuarios". Por su parte, Carles Manera y Juana Escartín afirman que debió de existir y que la documentación que lo acredita está en archivos privados, inaccesibles para los investigadores interesados en la cuestión.

Reducción de la población esclava

Al entrar el siglo XVIII la población esclava de Mallorca fue reduciéndose considerablemente. En 1739 un Real Acuerdo dispuso que los esclavos obligatoriamente debían llevar grilletes, con lo que eran fácilmente identificables. Fue un siglo en el que pervivió la figura medieval del Mestre de Guaita, que tenía el cometido de controlar el número de esclavos existente, así como encargarse de la búsqueda y captura de los que se hubieran dado a la fuga. En 1753 se solicitó formalmente que se eliminase la obligación de llevar grilletes y que a cambio se ordenase que los esclavos portasen "el gorro colorado con un penacho de pelo propio, a la moda del país". Para dar aviso a los propietarios de esclavos se estableció un censo de los mismos. En la primera relación aparecen 34 propietarios. La mayoría son menestrales y gente de mar. Solo consta un noble: Antonio Boneo y Brondo, caballero y regidor perpetuo del ayuntamiento de Palma. Destaca también el capitán Antonio Barceló, el mayor corsario de la época. El censo despareció hacia finales del siglo.

El siglo XIX es considerado el del "esclavismo tardío". La esclavitud había sido abolida en casi toda España en 1837. Quedaron exentas las citadas colonias de Cuba y Puerto Rico por presiones de sus respectivas oligarquías. Mallorquines y catalanes siguieron con el comercio o trata de negros, lo que deparó algunos encontronazos con la Armada Real Británica, resueltamente opuesta al tráfico de esclavos. Por esa razón, en 1850 se hallaban presos en las cárceles de Port Royal varios traficantes mallorquines, entre ellos los tripulantes de un buque negrero de bandera brasileña, apresado con 240 esclavos a bordo, que navegaba con destino a Cuba.

Los historiadores destacan que por el momento no se ha abordado con rigor ningún estudio sobre el comercio esclavista en Mallorca, pero los documentos que se han podido cotejar permiten aventurar que ciertos sectores de la nobleza y burguesía isleña practicaron, directa o indirectamente, un genuino tráfico de negros. A partir de ese punto se choca con el muro del acceso a los fondos documentales privados, que, destacan una y otra vez los historiadores consultados, no se ponen a disposición de los investigadores. Sus propietarios no quieren que el nombre de sus familias quede "manchado" si se las relaciona con un "lucrativo negocio" del que hoy se abomina, pero posibilitó que se hicieran fortunas considerables.

Costa africana de Río de Oro

Las historias conocidas, que han sido de dominio público, permiten, sin embargo, establecer la relación que se produjo entre determinados sectores sociales mallorquines y la trata de negros. En la barriada palmesana de Santa Catalina antes de la Guerra Civil era muy conocida la vida aventurera, como negrero y hasta pirata, de un marinero apodado S´Oreyasa, y de un tal Mayor El Viejo, que participó en una fracasada expedición que pretendía llevar un importante cargamento de esclavos en Cuba para que trabajaran en sus plantaciones por encargo de una conocida familia de la nobleza mallorquina.

En la costa africana, en Río de Oro, operaba un mallorquín, Ramón Pou, que poseía una importante factoría dedicada al tráfico de esclavos con destino a América. Cuando se retiró para vivir en Mallorca, hizo creer que su fortuna provenía de "las Américas" a fin de ocultar que había sido hecha gracias a la trata de negros. El "negocio" lo continuó uno de sus hombres de confianza, también mallorquín, apellidado Bauló. A esa clase de agentes o "embarcadores de esclavos" se dirigían principalmente en sus expediciones los Villalonga, Fons, Salvá, el capitán Munar..., que posiblemente cargaron esclavos negros en buques españoles o extranjeros.

Poco antes del destronamiento de Isabel II, a causa de la Revolución de 1868, denominada La Gloriosa, el capitán Pigat, el último capitán negrero, tuvo la descabellada idea de fletar una expedición para llevar esclavos a Cuba en un buque de vapor, que fondeó en Palma con el propósito de reclutar tripulación, que tenía apalabrada con un tal "señor Morey". Posiblemente fue la última operación de tráfico de esclavos que se cerró en la Mallorca de la segunda mitad del siglo XIX, cuando la esclavitud daba sus últimas bocanadas, al haber sido ya abolida en toda Europa occidental. Subsistía en las colonias que España todavía poseía en América, las que perdió en la guerra con los Estados unidos de 1898: Cuba, Filipinas, Guam y Puerto Rico. España, junto con la Rusia zarista, fue de los rezagados países occidentales en abolir formalmente la esclavitud.

A la pregunta de si al tráfico de negros pueden deberse algunas de las más importantes fortunas hechas por determinadas familias de la alta burguesía mallorquina y algunas pertenecientes a la nobleza, los historiadores consultados coinciden en afirmar que es casi seguro que contribuyó de forma importante, pero que hasta que no se abran los archivos en posesión de esas familias no podrá darse una respuesta concluyente, aunque queda claro que Mallorca no fue ajena al tráfico de esclavos, una práctica, resaltan, que durante muchos siglos fue habitual en todo Europa, y a la que no se sustrajo ninguna institución, incluida la Iglesia católica. Lo que distingue a España del resto del continente fue la tardanza en proceder a su total abolición, al dejarla pervivir en las colonias americanas durante la mayor parte del siglo XIX, las décadas en las que el negocio fue exprimido por algunas de las élites económicas de Mallorca.

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