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Medio ambiente

S.O.S. Mediterráneo

Por diferentes motivos, nuestro mar más cercano está sufriendo una transformación biológica a gran escala

Coral candelabro. oceana

Un equipo de Paleontología del Instituto Cavanilles de la Universitat de València ha concluido que la baja diversidad de tiburones que viven en las profundidades del actual Mediterráneo se puede deber en parte a fenómenos recientes como las bajas cantidades de oxígeno o anoxia en el fondo marino. Este hecho matiza la hipótesis clásica de que la pobreza faunística de este ecosistema se produjo por la disminución del nivel de la mar y la consiguiente desecación, hecho que se conoce como la Crisis del Mesiniano. Las conclusiones de la investigación, publicadas en la revista Historical Biology, se extraen a partir de restos fósiles de un yacimiento Mioceno estudiado en la localidad de Sax (Alicante)

El grupo del Instituto Cavanilles propone que acontecimientos geológicos más recientes pudieron tener un impacto mayor. Entre ellos, varios acontecimientos de anoxia (falta de oxígeno en los fondos oceánicos) ocurridos entre hace unos 10.000 y 6.000 años pudieron menguar de forma significativa las poblaciones de tiburones de profundidad del Mediterráneo. La descripción de las faunas de tiburones de este yacimiento alicantino del Mioceno Mediano -entre once y trece millones de años- ha permitido a los investigadores conocer qué tiburones habitaban el Mediterráneo antes de su cierre y desecación. En Sax se ha encontrado multitud de dientes y escamas pertenecientes a varios grupos, incluyendo tiburones cigarrillo (Isistius), tiburones linterna (Etmopteridae), tiburones sierra (Pristiophorus), tiburones gato (Scyliorhinus), solrayos (Odontaspis), marrajos (Isurus) y el gran megalodón (Otodus megalodon), entre otros.

Frente al nuevo enfoque planteado por el grupo del Cavanilles coordinado por Carlos Martínez, integrante del Grupo de Paleontología y Biología Teórica, la visión hasta ahora vigente es que hace aproximadamente cinco millones y medio de años, el Mediterráneo se aisló gradualmente del Atlántico, fenómeno que provocó la práctica desecación del primero. "Este acontecimiento, conocido como la Crisis del Mesiniano, causó cambios drásticos en el clima, la salinidad y el nivel del mar -con un descenso de unos 1.500 metros- eliminando por completo los ecosistemas abisales de gran profundidad y conduciendo a muchas especies a la extinción", explica Carlos Martínez.

Este hecho relaciona varios tipos de tiburones, desde especies típicas de costa hasta especies que habitarían las grandes profundidades. Estas últimas son de gran interés, puesto que han permitido indagar sobre el impacto de la Crisis del Mesiniano en los ecosistemas abisales mediterráneos. La comparación de estos resultados con faunas posteriores del Plioceno y Pleistoceno ha revelado que la recolonización de tiburones abisales desde el Océano Atlántico después de la Crisis del Mesiniano fue muy importante, y llegó a establecer comunidades muy similares a las que ya existían antes de este acontecimiento.

Corales amenazados

Sin embargo, a día de hoy la reducción de la biodiversidad en el Mediterráneo, poco o nada tiene que ver factores físicos sino más bien lo contrario. La mano humana es la causante de una crisis ambiental que se ceba con las especies más sensibles de nuestros mares. De ahí la importancia de llevar a cabo tareas de conservación

Es por ello que a finales de diciembre los países bañados por el Mediterráneo decidieron otorgar protección legal frente a las actividades humanas a cuatro especies de corales de aguas frías amenazadas de extinción en este mar. Los 22 miembros del Convenio de Barcelona -dependiente de la ONU- acordaron incluir el coral árbol amarillo, el coral cresta de gallo, el coral candelabro y el coral bambú en el Anexo II, como especies en peligro o amenazadas en el Mediterráneo.

"Todos estos corales se encuentran en riesgo de extinción y su inclusión como en peligro o amenazados en el Convenio de Barcelona es un gran avance para la conservación del Mediterráneo. A partir de ahora, las especies de corales de profundidad más emblemáticas quedan legalmente protegidas en el plano internacional, algo vital para los ecosistemas marinos", explica Ricardo Aguilar, director de Ciencia de Oceana en Europa.

En la misma reunión bienal del Convenio de Barcelona, los ministros y delegados firmaron una declaración ministerial en la que se impulsa una mayor conservación marina en el Mediterráneo. La Declaración Ministerial de Tirana contiene compromisos para la cuenca mediterránea sobre una mejor gestión de la basura marina y sobre la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. También insta a las partes contratantes a acelerar la creación de áreas marinas protegidas en el Mediterráneo.

El coral bambú (Isidella elongata) se considera prácticamente endémica del Mediterráneo. Se estima que su población ha disminuido un 80 % en cien años y por ello está catalogado como en peligro crítico en este mar. Su declive afecta a muchas especies de gambas y peces asociadas a estos jardines de coral, como la merluza, que los utiliza como zonas de cría. El coral amarillo (Dendrophyllia cornigera) y el coral candelabro (D. ramea) aparecen en la lista roja como en peligro y vulnerable, respectivamente. Sufren el impacto de técnicas pesqueras agresivas con el fondo marino. El coral amarillo está documentado a 800 metros de profundidad y sus colonias pueden llegar a un metro de alto. El coral cresta de gallo (Desmophyllum dianthus) se considera en peligro y se calcula que su población ha caído a la mitad en los últimos 60-70 años. Los expertos consideran que este retroceso no puede detenerse si no se adoptan medidas para conservarlo. Vive en profundidades entre 200 y 1.200 metros.

La nacra, a punto de desaparecer

Otra de las especies que está sufriendo un retroceso masivo y camino de ser irreversible es la nacra. A principios de otoño de 2016, la comunidad científica se hizo eco de un evento de mortalidad masiva del molusco endémico del Mediterráneo Pinna nobilis. Aunque no puede confirmarse nada, al encontrarse en las primeras fases del estudio, todo parece indicar que el causante de esta catástrofe ecológica es un protozoo del género Haplosporidium. Desde su primera detección en las Pitiusas, la costa Andaluza y Murcia, el parásito se ha extendido provocando una mortalidad cercana al 100 % de los individuos. En el Mediterráneo español, sólo quedan unos pocos supervivientes de cientos de miles de ejemplares (por ejemplo, en Cabrera y Menorca) y las poblaciones aún sanas del norte de Cataluña resisten el azote de este letal parásito y mantienen la esperanza de recuperar la especie (a salvo, por el momento, en el Mediterráneo Oriental). Esta catastrófica situación ha llevado al Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente en octubre de 2017 a declarar el estado de emergencia por primera vez en la historia para una especie en el panorama nacional.

Los científicos buscan en los ciudadanos un apoyo para la conservación de la especie. A pesar de focalizar todos sus esfuerzos en monitorizar los diferentes puntos estratégicos en busca de ejemplares sanos, el grupo de científicos volcado en la conservación de la nacra necesitan multiplicar sus ojos y expandir sus tentáculos en busca de esos ejemplares resistentes que arrojen un estrecho, pero ilusionante mensaje de esperanza para conservación de este molusco endémico del Mediterráneo. Al poco de detectarse el evento de mortalidad, se creó el proyecto NACRAS dentro de la plataforma Observadores del Mar (http://www.observadoresdelmar.es/), promovido por los grupos de investigación del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA (UIB-CSIC)) y el Centro Oceanográfico de Baleares del Instituto Español de Oceanografía (COB-IEO), con resultados sorprendentes. Alrededor de 250 observaciones en todo el Mediterráneo de unos ciudadanos comprometidos en la salvación de la nacra permitirán ampliar las bases de datos de los científicos para intentar esclarecer fenómenos claves como la expansión del parásito y así poder ofrecer herramientas esenciales para la conservación de P. nobilis.

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