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Oblicuidad

O´Riordan, más duro será el estrellato

O´Riordan, más duro será el estrellato

¿Cuánto tiempo hacía que no escuchaba usted deliberadamente una canción de los Cranberries, al enterarse de la muerte de su líder Dolores O´Riordan? Bastante. Por tanto, nos ahorraremos las lágrimas y solicitaremos una tregua a los buitres que picotean desde las redes sociales a quienes no lamentan con suficiente énfasis la muerte de un mito, con la extinción del anodino David Bowie como ejemplo sobresaliente.

Irlandesa desde el mismísmo apóstrofe, Dolores O´Riordan vuelve a demostrar que la fama no es el remedio, es la enfermedad. Implacable y exigente como un adicción, la celebridad succiona al ídolo con más fuerza que a sus adeptos. Una vez inoculada, a nadie puede extrañarle la tentativa de suicidio de la cantante, o que intentara combatir su detención en un vuelo transoceánico al grito de "soy un icono". Soy la que soy, todo está perdido. La solista de los Cranberries se alineaba en la lista atormentada de Janis Joplin y Amy Winehouse, a falta de fijar fecha.

La fama suele recomendarse como una terapia contra las biografías atribuladas, pero más duro será el estrellato. En especial, cuando el triunfo sobreviene en contra del escepticismo de la crítica especializada. O´Riordan había vendido cuarenta millones de discos antes de cumplir los 25 años, y antes del hundimiento de la industria discográfica. Es imposible recuperarse de un impacto semejante, a nadie puede extrañarle que la cantante en gira se negara a abandonar su habitación del hotel.

Efectué mi trabajo de campo asistiendo en 2007 a un concierto de O´Riordan en solitario. Escuché a una central nuclear de bolsillo, que emitía una energía inagotable mientras afrontaba sus canciones de la reconciliación hipnótica. Es fácil pronunciarse a posteriori, pero me sacudió la impresión de que la artista deseaba comunicarse con el público. No hablaba, imploraba. Un propósito baldío, porque estábamos allí para escucharla en vez de comprenderla.

La mayoría de seres humanos no estamos a la altura, los mitos no están a su altura. A nosotros nos entusiasma Linger, pero para O´Riordan implicaba el desnudamiento de su primer beso. Y el triunfo siempre peca de ocasional.

Por tratarse de un icono, puede hablarse en propiedad de la inmolación de Dolores O´Riordan. En el turno de compensaciones, vivió más en una ovación que la mayoría de sus seguidores en ochenta años de vida. La esencia de los ídolos no consiste en que los tengamos presentes sin interrupción, sino en que nunca los olvidaremos.

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