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La voz de Los Beta: Miguel Moreno, el manchego mallorquín

Junto a Los Javaloyas, Los Beta fueron el grupo de música pop mallorquín más conocido en la década de los sesenta del pasado siglo. Miguel Moreno era el solista

La voz de Los Beta: Miguel Moreno, el manchego mallorquín

Miguel Moreno Alfaro vino al mundo en un momento difícil. Nació el 19 de abril de 1938. España llevaba dos años sumida en una espantosa Guerra Civil, que todavía se prolongaría un año más. Vio la luz en un pequeño pueblo de Albacete. Su madre, Catalina, era maestra de escuela republicana, y, como tantos otros maestros, padeció las consecuencias de su adscripción política: al hacerse con el control de la zona los sublevados fue denunciada por una vecina, por lo que procedieron a depurarla. Se salvó de ser rapada, que era lo más leve que podía ocurrirle, porque el nuevo alcalde lo impidió. Pero junto a su marido, Pilar, nombre común en la comarca, un segador, y sus cinco hijos, entre ellos Miguel, abandonaron el pueblo para trasladarse a Valencia, y desde allí recalar en Mallorca, donde los padres de Miguel se las vieron y desearon para sobrevivir. Fue una odisea: viajar a pie desde un pequeño pueblo de La Mancha, cercano a Albacete, hasta Valencia, con la guerra recien concluida, y desde Valencia conseguir embarcar para llegar a Mallorca con lo puesto, cuando la precariedad era absoluta y las penurias y el hambre la norma, no fue nada fácil para la familia de Miguel. "Lo que necesitaba mi familia era comer", dice, comentando que su padre trabó amistad con una familia gitana, "muy buena gente, a la que recuerdo con muchísimo afecto", que, no sabe muy bien cómo, le proporcionó un trabajo en el puerto de Palma, lo que, junto a lo que ganaba la madre, la maestra, limpiando casas en la calle de San Miguel, posibilitó a Miguel entrar en la escuela de Bellas Artes de El Molinar. La nueva situación de la familia, más sosegada, con lo mínimo de los imprescindible para sobrevivir (vivían en una cochera), hizo que el hijo pudiera, además de estudiar, empezar a destacar en lo que llevaba dentro: cantar.

Miguel Moreno cuenta que le dio por cantar en los bares, y en uno de ellos lo escuchó un policía municipal, hermano de la "señoraVergés", propietaria de una fábrica de lejía. El policía hizo que cantara en presencia de su hermana, quien consideró que merecía la pena que Miguel recibiera clases de música, además de emplearlo en una carpintería de su propiedad. Las cosas, estamos en los iniciados de la década de los cincuenta, cuando en Mallorca la posguerra lentamente dejaba paso a una leve mejoría, marchaban bien para Miguel, que empezó a prodigarse en los concursos para cantantes aficionados, muy comunes en la época.

Concursos

Corría 1952 cuando Miguel Moreno se presentó a uno de tales concursos, concretamente el que organizaba Radio Mallorca: ganó con la canción Ay mi madre, popularizada por Juanito Valderrama, uno de los grandes de aquellos años. "Lo malo „recuerda„ era que ganar el concurso no tenía premio; ganabas y ya estaba". Eso sí, empezó a ser conocido, lo que le permitió participar en certámenes de mayor enjundia. Destaca el cuarto puesto obtenido en uno celebrado en El Molinar, lo que le dejó insatisfecho. "Pero lo bueno es que en Palma ya me conocían", dice. A mediados de los cincuenta, no precisa si en 1955 o al año siguiente, en el Teatro Principal se organizó un nuevo concurso, esta vez con premio para el ganador: un vale para adquirir un par de zapatos. Se presentó haciendo pareja con "una chica guapísima, que cantaba muy bien, Cati Morgoñoz, y ganamos". Miguel no tardó ni un día en ir a por los zapatos, que acabaron por jugarle una mala pasada. Le dio por estrenarlos un día lluvioso, lo que le reportó quedarse sin ellos: se deshicieron en sus pies. Eran de cartón. Así iban las cosas en aquella Mallorca en la que el turismo iniciaba el despegue que una década después posibilitaría a Miguel Moreno entrar con fuerza en el mundo de la música pop.

Hacia 1957, en el puerto de Palma se convoca otro concurso; este, por fin, con dotación económica: mil pesetas para el ganador. Miguel, acompañado de una gitarra, canta una ranchera y gana. Las mil pesetas, una cantidad respetable en los cincuenta, hacen que junto a su madre pueda viajar a La Mancha para volver al pueblo en el que nació, el que sus padres tuvieron que abandonar precipitadamente en 1939 para esquivar las represalias de los vencedores de la Guerra Civil. Miguel se emociona al recordarlo, Los ojos se le humedecen, asomando casi la lágrima. "Mi madre me compró un traje „recuerda„ y volvimos al pueblo, donde nos hicieron una fiesta". "Fue muy emocionante, sobre todo para mi madre", afirma.

Estamos en los inicios de la década de los sesenta. Las cosas han cambiado drásticamente: el turismo ya es el motor del desarrollo económico mallorquín. Al tiempo, los grupos musicales proliferan, y entre ellos destaca Los Beta, que junto a Los Javaloyas, constituyen la punta de lanza de la modernidad musical, de la música pop en la isla. "Cuando me incorporé a Los Beta, el conjunto estaba hecho „destaca Miguel Moreno„, de la mano de Juan Erasmo Mochi, se habían dado a conocer, eran famosos, y en esas me llama Xisco Balaguer, que también participaba en el grupo, para que me incorporase". Es el pistoletazo de salida para Miguel, quien desde ese momento, 1965, se convertirá en un cantante conocido y cotizado, hasta el punto de hacer galas en Madrid y Barcelona. "Actuábamos en hoteles de Cala Major" dice, añadiendo que "se nos llamaba de muchos sitios, las actuaciones se repetían noche tras noche, y se ganaba dinero, la verdad es que funcionábamos muy bien, hasta el punto de petarlo a diario". Eran los años en los que el turismo europeo había descubierto masivamente Mallorca, los años en los que finalmente se había abandonado, y con antelación a la península, las penurias de la posguerra y las dificultades de los años cincuenta.

Otra realidad

Mallorca era una realidad diferente, y de ello da fe Miguel Moreno, que destaca el ambiente que se vivía en las zonas turísticas a lo largo del verano, de los contratos que encadenaban para actuar en diferentes hoteles, de las peticiones que tenían para desplazarse a las grandes capitales de la península, especialmente Madrid y Barcelona, donde Los Beta eran conocidos y valorados. "Fueron años de trabajo constante „destaca„, porque hasta finales de los sesenta no dejamos de actuar, de grabar discos, de estar solicitados, de desplazarnos constantemente a Madrid, Barcelona o Bilbao, y de actuar en verano en todas las verbenas que había en Mallorca". Miguel dice que dispusieron de un "magnífico representante", que no era otro que el padre de Massiel, con quien trabó una buena amistad.

Con el éxito llegaron los discos, los singles de vinilo, entonces imprescindibles. Moreno calcula que aproximadamente grabaron 70 discos con versiones epsañolas de canciones de los grandes conjuntos y cantantes europeos, aunque también componían algunos temas. Está especialmente orgullo de la versión del Cuando me enamoro, que todavía hoy tararea a la menor ocasión. Otras versiones popularizadas por Los Beta son Me lo dijo Pérez, Guantanamera, Marionetas en la cuerda, ganadora del festival de Eurovisión, el que ahora ha degenerado en no se sabe muy bien qué, Recordar y Marianne. "Hicimos muchas versiones „afirma„, cuando actuábamos en directo una y otra vez el público nos solicitaba que interpretásemos las mismas canciones, las que se escuchaban en la radio y también en televisión". "No había manera de evitarlo „prosigue„: el público deseaba oirlas una y otra vez". "Recuerdo que en una verbena interpretamos hasta tres veces Cuando me enamoro", destaca, precisando que "lo de las verbenas en verano era algo muy especial, porque se convertía en un no parar, casi en un sinvivir, día tras día, de un pueblo a otro, y eso sin contar los viajes a la península".

A punto de iniciarse la década de los setenta, Miguel Moreno, al igual que otros solistas de grupos conocidos, opta por actuar en solitario grabando nuevos discos, con temas como Larga calle y Si la vida es así y, otra vez, Cuando me enamoro. Es casi el final, que llegará con los años ochenta, de la carrera profesional de Miguel Moreno, quien ve llegada la hora de recoger velas, de ceder el paso, aunque seguirá actuando, incluso hoy, a punto de entrar en la octava década de su existencia, en fiestas para amigos, además de participar en las actividades de la Asociación de Músicos de Mallorca a la que está asociado. Dice que siempre estará agradecido al compositor Miguel Aller, quien le ayudó mucho, tanto cuando iniciaba su carrera como cuando ya estaba consolidado. Para Miguel Moreno Los Beta fueron un fenómeno que no podrá volver a repetirse, al igual que Los Javaloyas o, en un ámbito distinto, Los Valdemossa. Piensa que fueron el resultado de una época muy particular, en la que en Mallorca se daban las condiciones para que surgieran grupos musicales que tenían la oportunidad de destacar.

¿Por qué abandonó Miguel Moreno Los Beta? En una entrevista que se le hizo en la revista Cort, en noviembre de 1968, dijo que llevaban demasiado años trabajando sin parar, sin poder tomarse un descanso, lo que llegó a ser agotador. Aprovechó la oportunidad de que debían cumplir unos contratos firmados en Madrid para amistosamente desligarse del grupo para poder descansar y volver a dedicar tiempo a su otra profesión, la de escultor, aprendida en la escuela de Bellas Artes, a la que se incorporó al poco de llegar a Mallorca. Eso sí, dejó claro que todas las composiciones que figuraban como de Los Beta eran suyas, no en vano era el solista y compositor del grupo.

Qué le llevó a jubilarse en los años ochenta. Afirma que tuvo claro que su tiempo había pasado, que quienes triunfaron veinte años antes debían dejar paso a otros cantantes, a otros grupos. "Cada cual tiene una época determinada y ha de saber cuándo se ha terminado, porque de lo contrario puedes hacer el ridículo", afirma. "Me di cuenta de que debía dejarlo, de que había llegado al final de mi carrera profesional; entonces, aunque te duela, has de dejarlo, conviene saber hacerlo", asegura. Reitera que ello no supuso que dejara de cantar, cosa que ha seguido haciendo en muchas ocasiones. Hay constancia de ello: días atrás, en el Bar Bosch, Miguel, rodeado de amigos, se arrancó con las primeras estrofas de Cuando me enamoro. Casi no eran audibles, puesto que no deseaba molestar a los clientes. Al poco, se hizo el silencio en el local, al tiempo que Miguel continuaba susurrando la melodía: cuando me enamoro doy toda la vida a quien se enamora de mí, y no existe nadie que separarme pueda de ti... Al concluir los aplausos fueron generales. "Es lo que suele ocurrir cuando me invitan a cenar, a ir a una fiesta „comenta satisfecho„, siempre hay alguien que me solicita que cante, y la verdad es que no me cuesta ningún trabajo hacerlo: me gusta, me encanta comprobar que puedo seguir haciéndolo".

Década especial

Qué tuvo de especial la década de los sesenta, Miguel Moreno no lo duda: fueron los años en los que las cosas iniciaron un cambio radical. Dice que en aquellos años, desde el mundo de la música pop, pudo apreciarse de que todo cambiaba muy rápidamente. Asegura que la conjunción entre el turismo y la música hizo que en Mallorca la situación pasara a ser rápidamente otra muy distinta a la que se había vivido hasta entonces. "La gente cambió, y lo hizo a una gran velocidad", sentencia, resaltando que quienes se dedicaban a la música pop lo apreciaron intensamente. "El éxito de Los Beta „opina„, al igual que los de muchos otros grupos, se debió a que todo empezaba a ser nuevo, a que lo que llegaba, sustituyó a lo viejo con una velocidad impensable".

Miguel Moreno muestra con parsimonia sus discos. Sus fotos. Su época. Hay nostalgia, aunque no añoranza. "Lo vivido, vivido está", concede.

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