El ministro de Exteriores José Manuel García-Margallo asegura que en la UE preocupa más Podemos que la independencia de Cataluña. Me gusta este ministro: dice la verdad incluso cuando miente y se le entiende hasta cuando se pone misterioso. A los países fuertes les benefician los países débiles. Sabemos lo que preocupa desde 1977 (cuando la democracia española aún no era modélica) porque determinó nuestra ley fundamental (La Constitución) y nuestra ley electoral (D´Hondt) favoreciendo a los partidos de derecha nacionalista, con bandera y nación propia, frente a los comunistas que aceptaron la bandera y al Rey. La UE, el espacio más liberal del mundo, viste capitalismo slim fit, de corte estrecho, pecho cerrado, ceñido a la cintura y a las piernas. Es lo que se lleva, por eso a los adaptados les gusta castigarse en el gimnasio, se venden liposucciones para la grasa y cirugía para la obesidad y son gratis el hambre voluntaria y la obligatoria.
Preocupa lo que está un poco más allá de la izquierda socialdemócrata homologada, baja en calorías, endeudada con la banca, infiltrada por los grandes intereses y ratificada por una trayectoria de decisiones tomadas con cargo al pueblo en nombre de la responsabilidad (para los conservadores "sentido común"). Preocupa, porque no se acaba de controlar esa demanda de igualdad económica y de oportunidades en la formación, en el trabajo, en la justicia y en la comunicación pública y surgen partidos que disuaden a la gente de quedarse en su sitio, la esquina del consuelo o del enfado donde soñar otro mundo sin incordiar a la realidad realmente existente.
La derecha vive esta crisis como una oportunidad económica y se nota en cómo hace caja pero la izquierda homologada la vive como crisis porque la oportunidad está en manos de demagogos y adanistas que no tienen nada que ofrecer al realismo y la experiencia. Pues vale.
