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El ingenuo seductor

A ti

A ti, que vas a pisar el teatro por primera vez en tu vida, para ver a Jorge Javier Vázquez. Sólo decirte que eso es muy parecido a tener tu primera experiencia sexual con un cáctus

A ti

A ti, que seguramente nunca vas a leer esta columna. De hecho, me apuesto unas vacaciones en Brasil a que ni siquiera sabes que existe.

A ti, que circulas por las noches por los alrededores de la plaza de Miquel Dolç, en Palma, como si estuvieras compitiendo en las 24 horas de Le Mans. Sí, a ti que calculas tu hombría en acelerones y derrapes como supongo que funciona tu riego cerebral. Si supieras lo que te deseo cuando pasas por debajo de mi ventana, a las tres de la madrugada, levantarías el pie del acelerador inmediatamente.

A ti, que me obligas a escuchar tu irritante música en el transporte público porque, por alguna extraña deficiencia en tu evolución, ignoras la existencia de auriculares con los que privar al resto del mundo de tu pésimo gusto musical. Prefiero pensar eso a tener conocimiento de que lo haces adrede porque eso te convertiría en un torturador grado 9 en la escala Stalin y€ ya sabes cómo terminan los torturadores. Aunque puede que tal vez no lo sepas porque para ti la Historia empieza en lo que eres capaz de recordar. En ese caso, no voy a privarte de la sorpresa de conocerlo algún día. Solo apuntarte una cosa: tienes un móvil de mierda, no una mesa Pioneer.

A ti, que te ofende que Manuela Carmena, la alcaldesa de Madrid, haya creado una web en el ayuntamiento desde la que matizar, rectificar o desmentir las informaciones de tu medio de comunicación. A ti te diría que si tu periódico, cadena o emisora ofreciese una información veraz, sin manipulación, sin intereses mezquinos, tal vez esa página no sería necesaria. Porque la ética y la deontología profesional no nos la va a enseñar Carmena; la tenemos que traer de fábrica.

A ti, que caminas con el pecho descubierto, en bañador y con chanclas de dedo por la Gran Vía madrileña. Quizá alguien debería haberte contado que en Madrid no hay playa. Si hubieras vivido los ochenta, no lo habrías olvidado. Vaya vaya.

A ti, que te recorres los kilómetros de playa que hagan falta hasta llegar a la zona nudista para no quitarte el bañador. Solo advertirte de que tu presencia resulta tan desagradable como la de Angela Merkel en un pase conmemorativo de los cincuenta años de Zorba el griego.

A ti, que tras la primera cita prometiste que ibas a llamar y no lo has vuelto a hacer. Ya no hace falta que lo hagas.

A ti, que cuando el avión toma tierra activas un resorte en tu culo que te impide permanecer sentado en tu asiento aunque la señal luminosa de cinturones no se haya apagado. Voy a intentar explicártelo: el hecho de que el avión se detenga no significa que te puedas levantar a por tu maleta. Fundamentalmente porque hasta que no abran las puertas del avión no vas a poder salir de ahí. Así que, la próxima vez€relájate. Que un día el avión continuará avanzando, te caerás y encima tendrás los santos cojones de poner una reclamación. En ese caso, reza para que el día que te caigas no esté yo en un asiento próximo a tu cabeza.

A ti, que quieres sacarle rédito político a la humillación de Grecia. A ti solo te deseo lo que te mereces.

A ti, que sabes quién demonios es Christopher Mateo. A ti solo te pido que intentes equilibrar la balanza. Lee un libro. Yo he sacado uno: Los lugares pequeños.

A ti, que condenas el Toro de la Vega con una razonable indignación pero que resultas demasiado tibio cuando se trata de señalar las barbaries contra los animales que cada verano entretienen las fiestas de los pueblos de este país. A ti, que se te llena la boca de bilis hablando del Toro de la Vega (lógicamente) pero no te veo igual de crítico ante los correbous que disfrazan el maltrato animal de tradición. Háztelo mirar porque igual de ofensivo y dañino es el uno como el otro.

A ti, que, desde la autoridad que te otorga haber visto toda la saga Fast & Furious, se te llena la boca de desprecio cuando aludes al cine español. Te recomiendo encontrarte a ti mismo en el desierto de Arizona. De hecho no entiendo que haces que no estás ya allí.

A ti, que te obligan a llamarme todas las tardes, a la hora de siesta, para ofrecerme tarifas de telefonía móvil, nuevos contratos de gas y electricidad y todo tipo de tarjetas de fidelización. A ti que ya te he dicho, con buenos modales porque sé que no eres responsable de esa decisión, que borres mi teléfono de tu listado. A ti y a tu empresa, que os pasáis por el forro de la ropa interior de tu jefe la ley de protección de datos, la próxima vez que me llaméis pondré en marcha mi plan infernal para que todas las noches, cuando estés bien dormido/a, sonará el teléfono de tu casa y seré yo, yo mismo, deseándote buenas noches en nombre de Vodafone.

A ti, que vas a pisar un teatro, por primera vez en tu vida, para ver a Jorge Javier Vázquez. Solo decirte que eso es muy parecido a tener tu primera experiencia sexual con un cáctus.

A ti, a tu belleza tan particular, a esa manera tuya de mirar, a tus mentiras y a tu gran verdad. Tu verdad.

A ti, que aún no te has dado cuenta de lo que te pierdes por no enamorarte de mí.

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