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Albert Camus

El futuro Nobel visitó Mallorca hace 80 años

El futuro Nobel visitó Mallorca hace 80 años

"La bahía. / San Francisco: Claustro. / Bellver. / Barrio rico (la sombra y las ancianas). / Barrio pobre (la ventana). / Catedral (mal gusto y obra de arte). / Café cantante. / Costa de Miramar. / Valldemossa y las terrazas. / Sóller y el mediodía / San Antonio (convento). Felanitx. Pollença: ciudad. Convento. Pensión".

De esta manera tan escueta, a principios de 1936, enuncia los escenarios de su viaje a Mallorca "el verano pasado", puntualiza, el futuro Premio Nobel de Literatura Albert Camus (1913-1960). Son apenas las primeras páginas de sus Carnets, el dietario que continuaría escribiendo prácticamente a lo largo de toda su vida y que integran su producción literaria, junto a novelas como El extranjero o La peste, piezas teatrales como El malentendido o Calígula o ensayos como El mito de Sísifo o El hombre rebelde.

Camus, argelino de origen menorquín y una de las cumbres éticas e intelectuales del siglo XX, visitó Mallorca con sólo veintiún años, en aquel verano de 1935. Amén de esas anotaciones esquemáticas, dejó constancia de su experiencia en un breve pero muy bello texto, "Amor por la vida", que forma parte de su primer libro publicado, El revés y el derecho (edición española de Alianza). De aquel peregrinaje se cumplen, en 2015, ochenta años.

Por lo poco que sabemos de aquel episodio, su primera esposa, Simone Hié, se encuentra en el origen de ese desplazamiento. El joven escritor había contraído temprano matrimonio y ella, lamentablemente, sufría algún tipo de drogadicción del que, parece, podía ser tratada en un lugar discreto, situado en Mallorca.

Aquella pareja terminaría rompiéndose y él se casó de nuevo, con Francine Faure, madre de sus hijos gemelos, Catherine y Jean. Catherine es quien ostenta en la actualidad su legado vivo y autora del volumen Solitario y solidario, recorrido por las palabras e imágenes de su padre.

Fueron unas pocas jornadas, alrededor de una semana o diez días, las que Albert Camus pasó en Mallorca, acercándose también a Eivissa; concretamente, Vila y su puerto y Santa Eulàlia. Choca que, siendo toda su familia materna menorquina, no se acercara a esa isla.

La filóloga Josefina Salord, coautora del volumen colectivo Albert Camus i les Balears (Documenta Balear), con prólogo de Carme Riera, y buena conocedora de los vínculos del Nobel con la isla vecina, apunta que las comunicaciones con Menorca no debían ser tan fluidas como con Mallorca y Eivissa. Éstas iniciaban, lentamente, su despegue como destino turístico.

Los antepasados de Albert Camus, cuyos apellidos por parte de madre eran Sintes Cardona, emigraron a la entonces colonia francesa de Argelia. En el mismo volumen mencionado, Joan Borràs calcula que el 20% de los menorquines optaron por esa vía de emigración. El retorno a la corona española, a principios del XIX, les privó de la posición privilegiada (puerto franco) de que habían gozado bajo dominación británica y empobreció a sus habitantes.

Cuando Camus, con 46 años, falleció el 4 de enero de 1960 en un sospechoso accidente de automóvil, llevaba consigo el original inacabado de su novela póstuma, El primer hombre. De carácter autobiográfico, en ella narra las andanzas de los colonos "mahoneses" y su propia infancia.

Se les llamaba "mahoneses", por extensión, y se les conocía como los más trabajadores y honrados de los argelinos de origen europeo. Durante más de un siglo, convivieron (no sin tensiones) con la población árabe y beréber. Hasta que la guerra civil se llevó por delante la posibilidad de un país multiétnico, en el que Camus creía, y los "pies negros", no sólo de origen francés, sino de muchas otras procedencias mediterráneas, tuvieron que exiliarse.

El padre de Camus murió en la I Guerra Mundial, al año siguiente de nacer su hijo. Así que el pequeño Albert, su hermano y la madre de ambos no tuvieron más remedio que compartir una pequeña habitación en la casa de su abuela. Las dos mujeres eran analfabetas y la madre, Catherine Sintes, prácticamente sordomuda. A ella está dedicado El primer hombre: "A ti, que nunca podrás leer este libro".

Los Sintes eran pobres. El futuro escritor se apasionó por el fútbol pero tuvo que jugar de portero, porque en esa posición no se desgastaban tanto las botas. Su destino era trabajar de tonelero. Pero su maestro de primaria, Louis Germain, descubrió el talento del chaval y consiguió que accediera a la enseñanza secundaria. A él dedicaría su Nobel, otorgado en 1957.

La Mallorca del 35

Camus sentía verdadera adoración por su madre, con quien conseguía comunicarse por encima de sus dificultades en el lenguaje. Catherine trabajaba de mujer de la limpieza y Camus confesó que, cuando tuvo que poner la profesión materna en su ficha del instituto, "sentí vergüenza. Después, sentí vergüenza de haber sentido vergüenza".

El Nobel argelino permaneció toda su vida fiel a sus orígenes humildes y orgulloso de ellos. Cuando pudo llevar una vida algo más cómoda, invitó a su madre a vivir con él en Francia. Pero ella no acababa de sentirse a gusto, porque echaba de menos a sus vecinos árabes. Murió unos meses más tarde de que falleciera su hijo, el mismo 1960.

Licenciado en Filosofía y Letras con un trabajo sobre San Agustín (africano como él mismo), Albert Camus quería ser profesor. Pero la tuberculosis, diagnosticada en su adolescencia, le vetaba enseñar. Así que se dedicó al periodismo. Sus reportajes, en los que denunciaba las miserables condiciones de los habitantes de la Cabilia y el vergonzoso comportamiento de la metrópoli francesa, le proporcionaron sus primeros disgustos.

Era el principio de una actitud insobornable que nunca le abandonaría. Miembro de la resistencia francesa, director del periódico clandestino Combat, después de la II Guerra Mundial Camus ataca tanto la dictadura de Franco como la de Stalin. Su actitud no fue comprendida por sus compañeros de la izquierda francesa. Tampoco su reclamación de una tregua en la sangría argelina.

Pero aún falta mucho para eso? En el verano de 1935, Camus es un perfecto desconocido, actor, periodista y escritor novato, que sale por primera vez de Argelia. Aunque su familia materna conservaba el "mahonés" y aunque siempre se consideró medio español, no sabía bien castellano ni catalán. A pesar de ello, años más tarde traduciría al francés, con ayuda de sus amigos exiliados, a Lope y a Calderón y el "Cant espiritual" de Joan Maragall (en Albert Camus i les Balears, Hélène Rufat estudia sus vínculos con los republicanos derrotados, y Helena Tur sus andanzas por Eivissa).

De izquierda a derecha, el director Jean-Luis Barrault, la actriz María Casares y Albert Camus. Ella fue, además, su gran amor.

La Mallorca de 1935 es, ciertamente, un territorio aún preturístico, que vive el agitado período de entreguerras, en la segunda legislatura de la República, con mayoría de centro-derecha. Hitler está en el poder en Alemania. Nada más regresar a Argelia, Camus iba a ingresar en el Partido Comunista (en el que duró muy poco), al igual que otros antifascistas del momento.

Aunque la industria hotelera estaba a años luz de lo que es ahora, algunos pioneros, como Josep Costa "Picarol", con su sueño de Cala d´Or, exploraban las posibilidades de los paisajes de la isla. Había ya concursos de belleza: Miss Alcúdia, concretamente. La Asociación Católica de Padres de Familia se reúne con el alcalde de Palma para expresarle su preocupación por "la moralidad en las playas", según publica el Correo de Mallorca.

Puede que esos apuntes, tan breves, de sus Carnets de 1936, los hubiera tomado Camus con la idea de luego escribir algo más extenso. Desde luego, sientan testimonio de los lugares visitados. Tal vez fueran algunos más. Del referente a una pensión en Pollença puede derivarse que, probablemente, pasó una noche en esa localidad.

Sóller no podía faltar en el itinerario, habida cuenta de los lazos del valle con la cercana Francia. Previsiblemente, el medio de transporte desde Palma debió ser el ferrocarril, en aquel entonces prácticamente nuevecito, porque se había inaugurado en 1912 (y el tranvía al Port, al año siguiente).

Sin duda, aún faltaba mucho para el "boom" turístico. Pero ya algunas empresas prestaban servicio a los visitantes ansiosos de contemplar las bellezas naturales. En La Almudaina se anuncia Excursiones Fábregas, con un extenso menú de trayectos. El más caro es el desplazamiento a las Coves del Drac, que asciende a 13,75 pesetas.

Alguno de los comentarios de Camus referidos a Palma resulta chocante. ¿Cómo se compagina "mal gusto" y "obra de arte", para referirse a la Catedral? Ciertamente, no hacía tanto de la reforma de Gaudí (tan polémica, todavía en nuestros días) y puede que a este joven turista, que entendía de arte, le complaciera el gótico, pero quizás no tanto los añadidos modernistas.

La ciudad de Camus, Argel, no era tan distinta de Palma. Son paisajes mediterráneos, geográficamente cercanos. En Mallorca, este joven africano, de mirada luminosa y eterno pitillo en los labios, a lo Humphrey Bogart, encuentra algo que al mismo tiempo le es familiar y distinto.

Donde se explaya el futuro Premio Nobel, acerca de sus sensaciones, es en ese texto, "Amor por la vida", que se encuentra entre lo primero que publicó.Los tres escenarios esenciales son el puerto de Eivissa, el claustro de Sant Francesc de Palma, que le fascinó, y un antro nocturno, detrás de la Plaça Major, cuya explanada servía entonces de mercado. El proyecto del actual Mercat de l´Olivar, del destacado arquitecto Guillem Forteza, se había presentado públicamente en esas mismas fechas: el 6 de julio de 1935. Pero, ciertamente, nos lo tomamos con esa calma que nos atribuyó otro visitante destacado, Santiago Rusiñol, porque no se inauguró hasta 1961.

El joven autor relata en su texto una noche pasada en un local de techo bajo, pintado de verde, adornado con bombillas y guirnaldas y donde se apretuja una clientela exclusivamente masculina. "Alguien que parecía un oficial de marina me eructaba a la cara finezas repletas de alcohol. En mi mesa, un enano sin edad me contaba su vida". Asiste a la actuación de la atracción del café cantante, una joven de su quinta: "Un rostro de muchacha, pero esculpido en una montaña de carne", que, con movimientos sensuales, interpreta una copla, coreada con entusiasmo por la clientela.

Este estrépito lo contrasta Albert Camus, en su relato mallorquín, con pasajes muchos más calmos, en que se reflejan las calles y los patios de la vieja Palma. Y, muy particularmente, ese claustro de Sant Francesc que, relata, visitaba todos los días. Y su silencio, los pájaros, el ruido del cucharón en el pozo.

Sant Francesc se convierte en el marco que, al mismo tiempo, hace posible e inspira al argelino sus reflexiones: "Entonces entendía de verdad lo que podían aportarme países así. Siento admiración por el hecho de que puedan hallarse a orillas del Mediterráneo certidumbres y normas de vida, por que podamos encontrar en ese lugar satisfacción para nuestra razón de ser y justificación para un optimismo y un sentido social. Pues se da el caso de que lo que a la sazón me impresionaba no era un mundo hecho a la medida del hombre, sino que se cerraba en torno al hombre. No, si la lengua de esos países armonizaba con lo que me retumbaba en lo más hondo no era porque respondiera a mis preguntas, sino porque las volvía inútiles. No eran acciones de gracias lo que podían subirme a los labios, sino esa nada que no pudo nacer sino ante paisajes agobiados de sol. No existe amor por la vida sin desesperación por la vida". Son las últimas frases de su "Amor por la vida" (Alianza).

A Camus le gustó Mallorca, y le marcó en cierto modo. Pero al año siguiente estalló la Guerra Civil y en 1939 llegó la dictadura de Franco. Así que nunca pudo pisar la isla de sus antepasados, ni recorrer la que consideraba su segunda patria. En sus Carnets, en uno de sus viajes de Francia a Argelia o viceversa, deja escrito: "Desde el avión, en plena noche, las luces de las Balears, como flores en el mar". Una frase que denota una cierta nostalgia por aquello que no podía alcanzar.

Existe otra nota en los Carnets, también curiosa. En 1955, traza una breve lista de los lugares "donde he pensado que podría vivir y morir. Siempre en ciudades pequeñas". En ese momento, con 41 años, ya es una celebridad. Faltan dos años para el Nobel y cinco para que pierda la vida en la carretera. Cita cinco escenarios: dos en su Argelia natal, dos en la Provenza que adoptó como su nueva tierra (en Lourmarin, donde se compró una casa y donde está enterrado), y el quinto es Valldemossa.

Lectura dramatizada de ´El malentès´ y ´Calígula´, con dirección de Pitus Fernández, en el Edifici sa Riera de Palma. La Universitat de les Illes Balears le recordó en su centenario, en 2013, con un curso de verano.

Este rincón de Mallorca le dejó fascinado, eso es evidente. Veinte años después de una visita fugaz, que debió ser apenas de unas horas, el filósofo y escritor cree que hubiera podido vivir y morir en Valldemossa. Que hubiera podido ser su pueblo de adopción

La guerra civil argelina dejó a Camus sin su país: "Con mi tierra perdida, ya no seré nadie", escribe en 1958. Había combatido las injusticias de los franceses y había reclamado los derechos ciudadanos para árabes y bereberes. Pero no podía admitir el terrorismo del Frente de Liberación Nacional. De ahí su conocida reflexión: "Sí, lo que piden es justo. Pero ponen bombas en los tranvías de Argel, y una de esas bombas puede matar a mi madre. Entre la justicia y mi madre, me quedo con mi madre".

Su huella en Mallorca

El centenario del nacimiento de Albert Camus se cumplió en 2013, y en aquel momento Mallorca recordó a este visitante ilustre con un conjunto de actividades, entre ellas un curso de verano de la Universitat de les Illes Balears, clausurado con una lectura dramatizada de su teatro. O la inauguración del parque que lleva su nombre en la fachada marítima, entre el antiguo edificio de Gesa y el futuro Palau de Congressos, con Argelia en la orilla opuesta. Fue solicitado al Ayuntamiento por 110 personas y entidades del ámbito de la cultura mallorquina.

Pese al tiempo transcurrido, la personalidad brillante e insobornable de Camus continúa atrayendo a gentes de ideas y edades diversas. Su novela El extranjero sigue situándose entre las más vendidas en Francia. Una joven compañía mallorquina, La Xorca Teatre, ha estrenado su trayectoria, esta misma temporada, con la puesta en escena de uno de sus textos dramáticos más célebres, un Klígula dirigido por Pitus Fernández (del que se ofrecerán varias escenas en la Fira del Llibre mañana lunes 1, a las 19 horas). La huella de Camus se ha prolongado en nuestra cultura y en autores mallorquines tan destacados como Baltasar Porcel, Carme Riera o Cristóbal Serra, como han estudiado Carles Cabrera y Josep Maria Nadal Suau en ese mismo volumen, Albert Camus i les Balears.

Además de su compromiso con las causas de su época, Albert Camus desplegó una actividad apabullante para alguien como él, enfermo (la tuberculosis nunca le abandonó) y que no llegó a cumplir ni cincuenta años. En el periodismo, en la literatura y en el teatro, donde se codeó con las grandes figuras del momento, como Jean-Louis Barrault o María Casares. Esta maravillosa actriz de origen gallego (hija del primer ministro republicano Santiago Casares Quiroga) fue también su gran amor, a quien él llamaba "la Única".

De hecho, Camus fue un mujeriego empedernido. Le gustaba la música, le gustaba bailar (y lo hacía bastante bien) y en la complicidad de los talleres de los periódicos cantaba canciones bastante guarras. Un despliegue de energía que contrasta con la circunspección que debe suponérsele a un filósofo.

El 80 aniversario de su visita a Palma ha sido recordado por las Biblioteques Municipals con dos conferencias y una visita guiada, por los escenarios a que hace referencia Camus en sus escritos. Aprovechando que también la Biblioteca de Cort cumple los mismos años, porque se inauguró en aquel 1935. El Club de este Diario le dedicará también un homenaje el 15 de junio, a las siete de la tarde, con la participación de Carlota Vicens Pujol, profesora titular de la UIB y poeta (y coautora, asimismo, de Albert Camus i les Balears) y el escritor Biel Mesquida, presentados por el director del Club, Miquel Borràs.

Cuando, el 23 de diciembre de 2013, se inauguró el Parc Albert Camus de Palma, que bordea la calle de Joan Maragall, a quien él tradujo, el cónsul de Francia, Michel Magnier, comentaba que la mera presencia de ese rótulo ya serviría para que muchos viandantes, si desconocían a Camus, se preguntaran por él y, por qué no, se acercaran a su obra. Actualmente, ese espacio público recuerda el amor, truncado por las circunstancias, que Mallorca despertó en un joven argelino, flacucho pero encantador, de poco más de veinte años, en una Europa que se recuperaba de una pesadilla para poder lanzarse a otra.

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